Una mirada sobre la política nacional
¿Vamos a un Congreso Nacional extraordinario?
El último día de noviembre de cada año termina lo que se denomina técnicamente como el periodo ordinario de sesiones (C.N., Art. 63) de las dos Cámaras del Congreso de la Nación. Entonces, vamos: ¿De un Congreso Nacional ordinario a otro extraordinario?
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos
A la fecha, las dos manos de los dedos permiten contar la cantidad total de sesiones que alcanzaron quórum para debatir en el recinto lo acordado en la labor parlamentaria sobre temas legislativos, que no recordamos bien su impacto, y si lo tuvieron, la campaña electoral lo pasó por encima en términos de volumen e influencia política.
Con esto, queremos remarcar, que en un año más de crisis extensa, el Congreso de la Nación perdió su protagonismo afirmando la evidencia del hiperpresidencialismo como fenómeno político que, a veces, puede ser visto como potencia, como vértice del poder institucional, pero también, puede ser visto críticamente como un monopolio sobre la agenda política argentina que se abroquela y así lejos está de ser abierta y pluralista.
Por esto, ante la renovación de autoridades, legisladores, y la fórmula de presidente y vicepresidente, sería relevante que retome protagonismo el congreso, en tanto está en sus manos las normas de delegación y las de control que pudiera requerir una gestión ejecutiva para un contexto de alta complejidad.
Esto, implica que aún en la posibilidad de que se den, como en tantas otras ocasiones, normas de emergencia para reforma del Estado y/o modernización administrativa, la tendencia sobre esa dinámica de cambio debe ser también fijada gracias a un real consenso legislativo sobre los problemas y soluciones que son necesarios para superar definitivamente décadas de políticas erradas, si las evaluamos en relación con los pobres indicadores de desarrollo social y económico a la fecha.
Si la mayoría legislativa no se compromete en acompañar un rumbo con los acuerdos mínimos necesarios que se requieren para la sostenibilidad de políticas públicas y la convivencia democrática en la calle, de cara a la sociedad, es difícil pensar en que las medidas tengan éxito y se logren implementar ante tanta ansiedad e incertidumbre.
Finalmente, por lo anterior, lo que no puede ocurrir, y están todos los números puestos para que naturalmente esto ocurra al ver los bloques y la conformación de cada uno, es el efecto de bloqueo por falta de diálogo y rosca. Esto supone que se materialice uno de los mayores temores del régimen constitucional y que la Ciencia Política comparada ha estudiado bastante: el efecto de gobierno divido por su condición de doble legitimidad de origen.
El efecto de gobierno dividido por doble legitimidad de origen supone que, a diferencia del régimen parlamentario en donde esto no existe en tanto, los primeros ministros surgen del parlamento, existen incentivos a que el Poder Legislativo no habilite las medidas que envíe el Poder Ejecutivo en tanto su mandato es el de oponerse y poner un límite al ejecutivo.
En el extremo, esto es, no dar quorum o aprobar proyectos que después vetará el ejecutivo. Es un juego de suma cero en donde nadie gana, pero también muestra la debilidad inherente del Poder Ejecutivo por escaso número y por falta de músculo político para negociar las leyes para su programa de gobierno.
Por esto, el congreso y sus legisladores realmente necesitan mostrar cualidades extraordinarias en sesiones extraordinarias (en verano) y las que continúen después del 1 de marzo en un nuevo periodo ordinario.