Sin ciencia ni tecnología no hay futuro
Por Fundavida
Uno de los mayores expertos en finanzas públicas de nuestro país, el Dr. Juan Carlos Gómez Sabaini sólo es conocido por los iniciados en el estudio de las disciplinas económicas, entre otras razones por la especificidad de sus saberes pero ante todo, por su actitud de mantener siempre su bajo perfil. De hecho ha permanecido en el anonimato para el gran público a pesar de estar casado desde hace casi sesenta años con Marta Minujin, una de las artistas plásticas más relevantes y expuestas de nuestro país.
La cuestión viene a cuento porque Gómez Sabaini generalmente iniciaba sus cursos de grado en la UBA y tantas otras universidades donde ha ejercido la docencia afirmando que si uno quiere conocer la verdadera ideología de un gobierno no debe buscarla en los discursos de sus autoridades sino en el presupuesto económico que proponen para su gestión y en cómo distribuirán la carga de su financiamiento -vía los impuestos- entre los distintos sectores de la sociedad.
El razonamiento además de correcto es imprescindible para el analista porque vivimos en la era del doble discurso y de la pirueta semántica por parte de una dirigencia política que ha perfeccionado hasta lo impensable el arte inaugurado por el emblemático tero de nuestras pampas, de gritar por un lado y poner los huevos en otro.
Aplicando el criterio “Gómez Sabaini” para entender el proyecto del presupuesto presentado por el actual gobierno ante la legislatura se observa que no está contemplado el desarrollo científico ni siquiera en las áreas en las que nuestras autoridades proclaman está el futuro de nuestro país, como lo es la agroindustria.
Mientras el novel ministro del sector, Luis Etchevehere, recorre los programas de TV, discurseando que nuestro futuro está en el crecimiento de las industrias vinculadas al sector agropecuario, la realidad es que para 2018 el gobierno elimina la inversión en desarrollo científico del CONICET, que llegó a ser en el pasado el 30 por ciento de su presupuesto, a sólo el 0,3 por ciento para 2018. O sea que el Estado el próximo año dejará de invertir en ciencia.
Y en el caso que nos involucra como Fundación, la drástica reducción del presupuesto del INTA provocará que este organismo, estratégico para nuestra soberanía, deba despedir al menos seiscientos funcionarios y por falta de financiamiento, anular los programas que dan soporte tecnológico a los pequeños y medianos productores. Éstos, como se sabe, son quienes aguantan con estoicismo la defensa de nuestra genética nativa y son la primera línea de la batalla que se está desarrollando en todo el planeta entre quienes sostenemos la necesidad estratégica de mantener nuestra soberanía alimentaria y quienes auspician que el control de la alimentación mundial sea asumido por un puñado de empresas multinacionales. Empresas responsables -entre otras cosas- del modelo de agricultura industrial que nos estáa envenenando con agrotóxicos y que está provocando la concentración abrumadora de la propiedad de la tierra.
En este caso la propuesta de presupuesto y su financiamiento presentado por las actuales autoridades nos dicen que si prospera, en el futuro inmediato nuestra ciencia, nuestra soberanía alimentaria, nuestros pequeños productores, nuestro patrimonio genético natural y la equidad económica que surge de una justa distribución de la riqueza, estarán gravemente amenazados.
Como sociedad tenemos la doble responsabilidad de enterarnos de lo que está ocurriendo, y en segundo témino, comprometernos en la defensa de los valores que garanticen a futuro una sociedad en la que valga la pena vivir.
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