Revalorizar la lactancia materna
Mientras transcurre la semana mundial de la lactancia materna y en consonancia con esto, se anuncian actividades como talleres, charlas informativas y entrega de folletos educativos, cabe preguntarse por qué es necesario tomar a ésta como una política de salud.
No se trata de un cuestionamiento al amamantamiento, nada más lejos de la intención de esta columna.
La pregunta apunta a por qué algo natural ha dejado de serlo, volviendo necesario un trabajo de educación al respecto.
Si lo que debe enseñarse es el efecto que para madre e hijo tiene a nivel orgánico la lactancia, quizás pueda atribuirse esto a una falta de conocimientos en el tema.
Pero el hecho de destinar siete días a la concientización y además, que esto sea realizado a nivel mundial, está marcando que por alguna razón un hábito natural ha sido desplazado por una propuesta artificial por la que hay que pagar.
Quizás aquí radique la cuestión: la intromisión en la vida cotidiana de los mensajes publicitarios, expresos o subliminales, con llegada a todos los estratos sociales.
Otra causa es la falta de tiempo para hacerlo con tranquilidad, cuando el mandato lo tiene el mercado y el pan debe salirse a buscar.
Cabe también tener en cuenta cuestiones tan vanas como los efectos sobre la estética, otra tiranía del momento.
Contra todas las negativas, se insiste en los beneficios que tiene la lactancia para madre e hijo, en la insistencia necesaria y vital de volver a una práctica que aunque lo es, debe aprenderse de nuevo como natural.
Por eso el empeño puesto en acompañar a la embarazada desde el primer momento, enseñándole lo que puede y debe hacer por ese hijo que llegará, al que alimentará, inmunizará y protegerá con sólo amamantarlo.
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