OPINIÓN
Prioridad argentina: los países limítrofes
Por Roberto Rodríguez Vagaría
Se trata de darle prioridad e intensidad al Fatalismo Geográfico. Nos convoca la territorialidad inmodificable y sus múltiples ejemplos beneficiosos, o, los inquietantes en tantas fronteras. Asimilando la relación Argentina-Brasil con el imprescindible entendimiento de Francia con Alemania en el marco europeo, o la crisis permanente de las dos Coreas; sin olvidar el conflicto israelí-palestino y la infausta vecindad que precipitó el drama ucraniano, por la invasión de Rusia. Lo que sucede en el jardín del vecino, impacta en la sala de mi hogar.
No ha sido usual la desatención a las relaciones bilaterales argentinas que nos convocan aquí y a las de su conjunto e históricas, que deberían habernos enseñado, como las alicaídas ALALC-ALADI en parangón con el Mercosur, o, el controversial UNASUR.
Hay que repensar la magnitud de nuestra fronteridad en crisis, porque ella nos fortalece y hace grata la presencia imprescindible de Argentina.
Es evidente que han retrocedido nuestras históricas, cuidadosas, relaciones con Uruguay, Paraguay y Bolivia.
No han evolucionado positivamente las relaciones de “espaldas seguras” con Chile. Mientras los problemas no dejan de crecer. Ni el catálogo de nuestra relación más significativa latinoamericana con el Brasil. Esa relación angular no puede depender, tampoco, de los humores presidenciales inmaduros, que sustituyeron a las tesis antagónicas militares de tiempos idos.
El tema limítrofe no se agota en la enumeración elemental, a cuaderno abierto y mirando el mapa argentino.
Por ejemplo, nuestro mar, linda con la internacionalización depredadora a una solo milla de nuestra jurisdicción. Pese a lo cual opera una recaudación promedio de U$ 2.000 millones de pesca.
Otro ejemplo doloroso: el mapa indica que Gran Bretaña nos ha impuesto por la fuerza su presencia administrativa en nuestras islas y mares circundantes, contribuyendo a la depredación pesquera, su usufructo pingüe, con planes siempre expansivos y sin derechos, tal como si fuese un limítrofe.
El resentimiento no es buen consejero en las RRII. Entonces, hay que abrir paso a la imaginación y no censurar el diálogo diplomático.
Ya, en plan de exageraciones creativas, podemos constatar que “lindaríamos” con China en Neuquén, en la Bajada del Agrio, con su estación de observación del espacio profundo, bajo su carácter de “socio estratégico integral”. Inquietante base pasible de utilización “dual”, en la paz y en las crisis guerreras. Bien distinto del caso de la antena de Malargüe, administrada por la Unión Europea.
Podría argumentarse que son efectos de una interpretación de la globalización y la cooperación, que ha intentado superar las vecindades de la Fatalidad Geográfica. Pero es fácil constatar que la neoglobalización se ha tornado “selectiva” después de la invasión a Ucrania.
En el caso específico de los Estados limítrofes se trata de meditar sobre una “interdependencia obligatoria” como deber político. Un campo, en el que nuestros intereses nacionales, deben compatibilizarse con los de estos Estados, para así garantizar una zona pacífica y de co-prosperidad que nos de seguridad mutua.
Paraguay y Uruguay perciben de otra manera los beneficios del Mercosur estancado y se euforizan con mercados ampliados, mientras nosotros nos inquietamos por el destino de las Pymes no previstas para exportar y competir, sino en mercados protegidos. Mientras se distancian de nosotros, con rostro adusto, que no les conocíamos. Tampoco se exploran nuevas metas, ni las injustificadamente pendientes, con estos países fraternos.
La relación, por muchos años “gaseosa”, con Bolivia, hoy, está teñida por las decisiones bolivianas que tienen efectos internos en zonas urbanas argentinas y no deberían transformarse en una “narco” relación. Un desencuentro innecesario, con mucho por atenuar y mejorar.
Si lo viésemos como una provincia al Mar Argentino, sería la más grande y la más requerida de acompañamiento eficaz de Cancillería y esta, creando políticas con las Cámaras del sector y los países interesados, con aquellos que se dicen “amigos” y tienen 500 buques en las adyacencias. Nutriéndose sus políticas en línea con las iniciativas de la ONU y las de la Organización Mundial de Comercio, sobre la preservación de especies pescables y su trazabilidad. Inexplicable laxitud, si es que nuestro mar, puede deducirse, limita con el Mundo y sus oleajes.
En tiempos electorales llamamos la atención de esta anomia diplomática bilateral -atribuible a la Administración que fenece- hacia los países limítrofes. Preferimos auspiciar Políticas de Estado latentes, mobilizables con la discreción de la diplomacia, que escribir un listado de medidas, aquí y ahora. Estás deben superar nuestras lealtades políticas y preferencias frentistas.