Poco solidarios
Mientras el grueso de la ciudadanía se encuentra sensibilizada y movilizada por las inundaciones que están asolando varias localidades de nuestro país, esa solidaridad no se ve puesta de manifiesto aquí, entre nosotros.
Y no se alude a la situación apremiante que puedan estar atravesando quienes habitan los asentamientos, a los que cada lluvia les provoca estragos en su diario vivir cuando no, afecciones en su salud, a los que deberíamos socorrer. En este caso, el planteo es por quienes tenemos al lado, a nuestro prójimo.
Y esto se dice luego de ver, mientras se organizan campañas solidarias para ayudar a los habitantes de las ciudades que están literalmente bajo el agua (de manera especial, las ubicadas en el territorio de la provincia de Buenos Aires) cómo es tan poco lo que importa la persona que tenemos a pocos metros en la calle.
A lo largo de tantas jornadas lluviosas, han sido una constante los automovilistas que no ceden el paso a los peatones, sin importar que sean uno, dos o más; tampoco sus edades.
Es inconcebible que en lugar de detener la marcha para permitirles cruzar la calle, los conductores opten por marchar casi pegados al auto que los antecede, sin pensar que ellos están protegidos y los que esperan una señal solidaria o de buena educación, deban seguir esperando en vano.
¿Será que se entiende por solidaridad el conjunto de actitudes destinadas a paliar los grandes desastres?
Viene bien recordar que el peatón siempre tiene prioridad en un cruce de calles, de acuerdo a la Ley de tránsito. Hace bien, del mismo modo, ejercitar la conciencia de urbanidad que se requiere cuando llueve.
Porque no sirve ser solidario en una causa y proceder de manera totalmente opuesta en otra.
Y la lluvia de todos estos días ha dejado al descubierto que en la calle, aquí se aplica la ley del más fuerte.
En este caso, de los que van secos, a cubierto, manejando su automóvil.
Y no se alude a la situación apremiante que puedan estar atravesando quienes habitan los asentamientos, a los que cada lluvia les provoca estragos en su diario vivir cuando no, afecciones en su salud, a los que deberíamos socorrer. En este caso, el planteo es por quienes tenemos al lado, a nuestro prójimo.
Y esto se dice luego de ver, mientras se organizan campañas solidarias para ayudar a los habitantes de las ciudades que están literalmente bajo el agua (de manera especial, las ubicadas en el territorio de la provincia de Buenos Aires) cómo es tan poco lo que importa la persona que tenemos a pocos metros en la calle.
A lo largo de tantas jornadas lluviosas, han sido una constante los automovilistas que no ceden el paso a los peatones, sin importar que sean uno, dos o más; tampoco sus edades.
Es inconcebible que en lugar de detener la marcha para permitirles cruzar la calle, los conductores opten por marchar casi pegados al auto que los antecede, sin pensar que ellos están protegidos y los que esperan una señal solidaria o de buena educación, deban seguir esperando en vano.
¿Será que se entiende por solidaridad el conjunto de actitudes destinadas a paliar los grandes desastres?
Viene bien recordar que el peatón siempre tiene prioridad en un cruce de calles, de acuerdo a la Ley de tránsito. Hace bien, del mismo modo, ejercitar la conciencia de urbanidad que se requiere cuando llueve.
Porque no sirve ser solidario en una causa y proceder de manera totalmente opuesta en otra.
Y la lluvia de todos estos días ha dejado al descubierto que en la calle, aquí se aplica la ley del más fuerte.
En este caso, de los que van secos, a cubierto, manejando su automóvil.
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