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“Malvinas, tierra cautiva de un rubio tiempo pirata”
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Por José Carlos Elinson (*)
No dejemos que se pierda la mística y la memoria. Malvinas es mística y memoria, es un cementerio con cruces blancas y en muchas de ellas cuelgan rosarios que madres y familiares de los soldados que allí quedaron dejaron como un acto de amor y fe.
Malvinas fue el final sangriento de un tiempo sangriento en la Argentina. Secuestros, desapariciones, torturas y muerte signaron el periodo 1974/75 -1982/83.
El tiro del final, por torpe se lo disparó el propio Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente faccioso cuya inclinación al alcohol lo llevó a inventar un coctel letal: una borrachera y declararle la guerra a una de las más poderosas naciones del mundo apoyadas además por otras potencias reconocidas.
Esta vez –qué ironía- la expresión de Winston Churchill podría adecuarse a la Argentina de 1982; es que como estaban planteadas las cosas, no se podía esperar mucho más que “sangre, sudor y lágrimas”. El textual dice en realidad “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”. Es que no se podía esperar otra cosa de un enfrentamiento tan desigual, dicho esto sin faltarle el respeto a nuestros soldados que demostraron convicción y patriotismo en cada misión.
Malvinas sigue viva y latiendo en muchos corazones argentinos, para otros forma parte de un pasado que quedó allá, lejos de todo y sólo cerca del fervor patriótico que se fue con los héroes que tienen su espacio de gloria en el cementerio de las cruces blancas y en la memoria de los que por razones que no vale la pena mencionar, estuvimos un poco más cerca del desarrollo del conflicto.
Este 2 de abril razones de fuerza mayor me impiden dar continuidad a mi programa de radio, pero desde 1983, año tras año le dedicamos el programa de esta fecha al homenaje merecido para siempre a nuestros soldados que, hay que decirlo, no fueron recibidos en el continente con los honores merecidos sino escondidos como si se tratara se seres vergonzantes para el país. Cosas de la guerra, cosas de la vida, cosas de la inexperiencia de enfrentarse a la adversidad manifiesta.
Hoy a nuestros héroes se les hace un lugar en los desfiles de las fiestas patrias y cada uno va –salvo excepciones- con la indumentaria habitual de calle. Sería adecuado a modo de reconocimiento que se los provea de uniformes que puedan lucir como veteranos de una guerra de la que participaron y dejaron no sólo camaradas y amigos, sino un poco de cada uno de ellos en nuestro inhóspito sur.
Pero con uniformes o sin ellos, nuestros ex combatientes siguen y seguirán siendo una bandera argentina flameando sobre las aguas procelosas del Mar Argentino que supo de la presencia patriótica y valiente de nuestras tropas durante los setenta y cuatro días que duró el conflicto evitable, costoso en vidas y absurdo.
(*) Esta columna de Opinión se publicó originalmente en Análisis Digital. El título del artículo hace referencia a una canción de Atahualpa Yupanqui.