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Los recreos en la escuela, igual que hace 100 años
Clases más cortas y recreos más largos pueden sorprender a cualquier docente y directivo. Los resultados: alumnos más enfocados, más atentos, más energizados, mejor uso del tiempo y mejor consolidación de contenidos
Por Laura Lewin (*)
Entra la maestra al curso y los alumnos siguen como si estuvieran de recreo. Alumnos que muerden los lápices de la ansiedad que les genera estar en el aula. Alumnos que se distraen fácilmente o que se involucran en conductas disruptivas. ¿Te suena conocido?
Desde siempre se vienen barajando los mismos horarios de clase y de recreos cuando, en realidad, los tiempos de los chicos ya no son los mismos.
El recreo es la oportunidad para recargar energías y descargar tensiones. Además de una pausa muy necesaria después de una prolongada actividad cognitiva. Es esencial para la salud física y mental de los chicos. Convengamos, además, que una clase con alumnos que no se concentran, se distraen o no se escuchan, no es demasiado productiva.
Clases más cortas y recreos más largos pueden sorprender a cualquier docente y directivo. Los resultados: alumnos más enfocados, más atentos, más energizados, mejor uso del tiempo y mejor consolidación de contenidos.
No hace falta más que probarlo para darse cuenta que clases más cortas y mejores recreos favorecen los procesos de aprendizaje.
¿Para qué sirve el recreo? Tiene muchos beneficios, además de brindarles a los alumnos la posibilidad de hacer una pausa:
- Desde lo socio-emocional: los chicos, a través del juego, desarrollan un sinfín de habilidades. Aprenden, por ejemplo, a comunicarse, a negociar, a tomar decisiones, a competir, a cooperar, a manejar la frustración de un partido perdido, a resolver problemas, a conectarse con el otro, a ser más autónomos, entre otras. Además, mejoran su creatividad y la imaginación.
- Desde lo recreativo: los chicos pueden correr, jugar y moverse, lo que los ayuda a liberar tensiones y a reducir el estrés. Jugar siempre es importante para el desarrollo de los chicos.
- Desde lo físico: moverse, además de ser bueno para la salud, y evitar el sedentarismo, ayuda en los procesos cognitivos. Moverse ayuda a aprender mejor.
Pero además, los recreos ofrecen opciones para el aprendizaje. Veamos... Organizar “recreos activos” puede ayudar al colegio a organizar y capitalizar este momento de ocio tan importante.
A través de estaciones pre-establecidas, los chicos pueden elegir rincones de juego: desde algo más deportivo (fútbol, vóley, delegado, treparse, o escalar paredes), pasando por algo más cognitivo (juegos de mesa), a una estación de baile, música, coreografía, o una de construcción (construir con maderas, por ejemplo), las opciones son enormes. Los chicos más grandes, pueden ser voluntarios a través del aprendizaje-servicio y ser los encargados de entregar materiales de juego: pelotas, sogas, etc.
Un patio dinámico e inclusivo
Por lo general, los recreos son espacios para correr, conversar, jugar a juegos de pelota y no hay demasiadas propuestas novedosas para quienes prefieran otra opción.
A partir de los patios inclusivos, podemos ofrecer una gran variedad de propuestas para que no sean siempre los mismos chicos los que disfrutan. Los patios inclusivos capitalizan el espacio y el tiempo de recreo y resulta genial para aquellos niños que necesitan de más ayuda para integrarse, o para el que prefiere hacer algo diferente, ofreciendo un abanico de opciones.
Desde paredes para trepar, diversos juegos pintados en el piso, biblioteca móvil, rincón de manualidades, instrumentos musicales, a participar del cuidado de una huerta, las opciones son ilimitadas y para todas las personalidades.
Pero cuidado con los chicos que no se sienten seguros, no saben cómo acercarse a otros niños o tienen ansiedad, vergüenza o miedo de alguna agresión verbal o física. Para ellos el recreo puede convertirse en un largo proceso en solitario hasta la próxima clase y tal vez prefieren quedarse solos en el aula o leyendo en la biblioteca, para no tener que enfrentarse a situaciones que puedan resultarles amenazantes. Es indispensable propiciarles herramientas para que puedan ir desarrollando habilidades socio-emocionales que los ayude a relacionarse, a integrarse y a disfrutar del juego colectivo.
Una idea que ayuda a la integración es el “banco de la amistad”. Se coloca un banco como el de las plazas, en un sector del patio de recreo, identificado para tal uso. Puede estar pintado o tener algún cartel que lo identifique como “banco de la amistad”. Ese banco no es para sentarse ni para jugar. Es para aquel alumno que no se siente integrado, que se siente dejado de lado, o no tiene con quién jugar. Cuando un alumno se sienta ahí, los alumnos que así lo desean, se acercan para invitarlo a sumarse al juego. La regla es que el alumno no puede negarse.
Y por último, no nos olvidemos que los docentes también necesitan de un recreo, para tomar café, conversar, escuchar música o relajarse. Organizar turnos de docentes que deban participar de los recreos supervisando a los niños, en vez de que deban estar todos involucrados en esa actividad es indispensable para que los docentes también puedan tener su recreos, sus momentos de ocio y volver a las aulas más energizados.
(*) Capacitadora, autora y consultora en temas de gestión educativa, neuroeducación y manejo del aula