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La tecnología me asusta
A veces suelo meditar y llego hasta una situación de desesperanza y dudas cuando analizo el avance de la tecnología en todos estos años y proyecto mi pensamiento años delante, no sé cuántos.
(*) Jorge Pedro Jurado
(Colaboración)
Quizá cuando mis nietos más chicos sean padres o abuelos y se encuentren en un país y en un mundo donde la tecnología en la faz positiva por ejemplo haya vencido al cáncer y otras enfermedades que a la fecha parecen imposibles de vencer o curar, y el hambre y las necesidades de los pobres hayan sido cubiertas y la gente tenga trabajo digno, y no haya guerras. Enhorabuena si ello fuera posible. Hoy tengo dudas.
Años atrás nuestros abuelos se morían jóvenes y parecían viejos, basta con ver las viejas fotos de los álbumes. El promedio de vida era mucho más bajo y por caso mi abuela paterna murió de tifus a los 38 años. Hoy parece imposible que ello suceda.
No existían vacunas ni antibióticos ni la prevención que hoy existe para detectar precozmente enfermedades que antes ni sabíamos que existían, aunque lamentablemente volvió el sarampión. Las venéreas se incrementaron, hay nuevamente ébola en África y otras que creíamos extinguidas.
La proyección de vida se extenderá y ergo habrá más jubilados. ¿Qué harán los gobiernos? ¿Habrá menos empleados que contribuyan? Por el avance de la tecnología y la continuidad o aumento del trabajo informal se extenderán las edades jubilatorias a costa de frenar el ingreso de los jóvenes al mercado laboral. Dilema terrible para cualquier gobierno no solo acá sino en el mundo entero.
Gracias a la ciencia y la tecnología existen avances trascendentales. Pero la tecnología nos va arrastrando a un mundo increíblemente diferente, mejor en unos aspectos pero no tanto en otros. Nos comunicamos al instante con nuestros semejantes, al instante sabemos dónde están nuestros hijos ubicándolos por el GPS del celular y por el mismo aparato no necesitamos mapas para ubicar ciudades o calles.
Lo que los diarios en papel nos van a informar mañana ya lo que sabemos hoy, por lo que esos diarios y revistas en papel tienen los días contados y las redes, los diarios digitales y otros medios que viralizan los hechos que ya ahora están sucediendo en el mundo nos enteramos al instante. Y entonces los periodistas tradicionales deberán cambiar a ser meros informantes de hechos pasados.
Los voluminosos diccionarios enciclopédicos que nuestros padres nos compraban ya lucen sin uso en la parte superior de algún viejo mueble. Las bibliotecas públicas si no rediseñan su cometido tienen los días contados ya que hoy no es necesario ir a consultar textos o datos pudiéndolos hacerlo por internet desde casa.
Los libros de texto son reemplazados por terminales de computadoras, las escuelas y los maestros quizá disminuyan como en algunos países nórdicos donde responsablemente los niños aprenden desde su casa, dan exámenes a distancia y reciben su titulación de igual manera.
Los docentes también disminuirán ya que con solo un grupo bastará que elaborar y mantener los contenidos curriculares y el resto, deberá irse a casa o reciclarse en otra actividad. Ya hace un tiempo existe la educación a distancia que como vimos en entrega anterior, avanza a pasos agigantados y sin movernos de nuestros hogares podemos enseñar y aprender lo que queramos y recibir titulación oficial de ello.
Hace no muchos años íbamos al banco y veíamos cajeros, gerentes, empleados administrativos por doquier. Hoy creo hace años que ni yo ni muchos de ustedes va al banco ya que se retira la jubilación o el salario desde un cajero automático, se pagan los impuestos y servicios en forma on-line, se transfiere dinero desde una PC o se paga con moneda virtual y cuando se necesita efectivo lo entrega un empleado de una cadena de farmacia, de un supermercado o de una estación de servicio.
Se paga con tarjeta casi el 90% de los egresos, o con código QR u otros medios y en consecuencia los empleados bancarios y los edificios, cada vez son menos.
El correo postal, las cartas y encomiendas, los giros postales, hoy no existen, solo hay empresas privadas que entregan algún sobre o paquete, el resto solo se comunica por whatsapp, mails u otras aplicaciones. Nadie envía más tarjetas postales como de chicos lo hacíamos desde nuestro lugar de vacaciones diciendo “llegamos bien, besos” o un telegrama con el mismo texto. Los empleados de correos ya no existen. Los viajes se contratan por la web, los hoteles idem, el alquiler de autos también y los tickets de los museos idem.
El resto de los empleados y las agencias de turismo cada vez son menos. Asusta esta tecnología. Uno teme lo que vendrá. Que harán los seres humanos cuando sean desplazados por robots, máquinas o sistemas informáticos.
Las universidades son fábricas de profesionales de profesiones que no existirán en 10 o 20 años y no se planifica ni se apoya la formación de jóvenes que deberán enfrentar los desafíos de un mundo tecnológico que se viene si o si, ya ahora, o en pocos años. Hay alumnos de escuelas secundarias que se van a graduar en profesiones que aún se desconocen.
Muy prontamente las transferencias de bienes muebles registrables o inmuebles se podrán hacer en forma digital, con firma o huella digital sin que un oficial público o notario diga o afirme que yo soy el que digo quien soy. Recordemos que hasta no hace mucho tiempo nos pedían que un policía nos trajera un papel a nuestro domicilio que certificaba que uno vivía donde decía que vivía. En lugar de cuidarnos de los delincuentes llevaban y traían papeles.
Los automóviles hoy deben cargar combustibles fósiles en las estaciones de servicio, en cambio ya hay países que uno carga la batería de su auto eléctrico por las noches en el garage de su casa y el resto de los empleados de las estaciones de servicio que venden nafta y gasoil, se deberán ir a la calle al carecer de especialización y no conseguir empleos substitutos por falta de capacitación.
Los niños nacen sabiendo manejar cualquier tableta o dispositivo por lo tanto pierden progresivamente los miles de vocablos que aprendíamos de chicos y solo se comunican por gestos y más grandes con sus pares por chat u otro medio similar, el resto de las miles y miles de palabras del riquísimo idioma castellano en nuestro caso y debe pasar lo mismo con los otros idiomas, serán echadas a la calle u olvidadas ignorando su significado o peor que eso, la tecnología tal vez condene al ser humano en base a la teoría de la evolución de las especies a volver a hablar por signos como en la prehistoria en no muchas décadas. Tal vez soy muy alarmista pero el panorama así lo indica.
Cuenta mi hija que es fonoaudióloga y se dedica a los problemas del habla de niños con capacidades especiales que tiene casos de padres que debiendo estimular a sus hijos, y no lo hacen ya que por ejemplo el hijo se alimenta en su sillita de comer mirando la tablet, la madre lee su celular que sostiene en una de sus manos y en la otra la cucharita con la papilla y en lugar de enseñar las acciones repetitivas tradicionales que todos tuvimos a esa corta edad de: “tomá, abrí la boquita”, “otra cucharadita por papá”, “otra por la abuela” “masticá bien, comé despacio”. Pero nadie habla, nadie enseña, ergo nadie aprende y así se dificulta el aprendizaje.
Hace poco vi una pequeña aspiradora que posee un rayo láser, una mopa mojada y un aspirador de polvo, la cual va limpiando la casa por sectores y uno y ella sabe ya los sectores que va limpiando. Cuando le resta poca batería ella sola vuelve a la base a recargarse y volver a trabajar. Es un pequeño robot y no hay que darle vacaciones ni hacerle aportes.
Ello me lleva a concluir que los empleos de trabajos a domicilio irán desapareciendo en años. Hay muchísimos países donde este servicio no existe y son empresas que lo hacen con su propio personal. El resto insisto se quedará sin trabajo.
En nuestro campo y en nuestra pampa, las máquinas agrícolas cada vez más tecnificadas hacen sus tareas con menos y menos personal. Arados sofisticados, sembradoras tecnificadas, cosechadoras incluso de árboles frutales manejadas por una persona con lo cual el resto de los obreros que se trasladaban de una zona a otra para recoger a mano el tabaco, el algodón, los limones, la fruta, sin trabajo y a la calle.
Las escuelas fábrica o de artes y oficios ya no producen carpinteros porque todo viene hecho. Los plomeros son aprendices porque el plomo no se usa más. Hay servicios que no se consiguen y los que hay son legos o directamente chantas. Hay construcciones en el Viejo Mundo de 2.500 años aún en pie y acá no saben hacer una pared derecha y resistente.
Para qué fabricar lápices y cuadernos si en pocos años las personas perderán la habilidad de escribir cursivamente. Hoy pocos pueden escribir una carta solicitando trabajo. Para qué estudiar las capitales de los países del mundo si está todo en internet. Para que tener fuerzas armadas en nuestro país si además de tener casi nulas hipótesis de conflicto, no hay aviones ni barcos ni armas y las amenazas que hay son el narcotráfico y el terrorismo, donde aún estamos en pañales.
Queridos lectores, perdón si soy apocalíptico, es lo que veo. Avances y avances y mucha gente en la calle, sin trabajo ni preparación para el mundo que se viene seguramente enormemente tecnológico.
Y nosotros pensando en que el campo y una buena cosecha nos va a salvar. Que ilusos que somos.
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(*) El autor de este artículo es abogado, periodista, escritor de varios libros: “Poesías desde el alma”, “Don Pedro”, “Mi río, mis poesías, mis recuerdos”. También conductor del programa de radio “Tres por Semana “en la FM 91.3 de la Ciudad de Buenos Aires, columnista en LT 41 y director de El Censor Online, periódico que se publica todos los domingos en el grupo de Facebook denominado “ El Censor Online”.