La inflación: el robo silencioso
Uno de los dolorosos legados de los ocho años del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es el dejarnos un país con la segunda inflación más alta del continente americano, y la cuarta a nivel global.
El poder adquisitivo de los trabajadores fue mermando poco a poco, y con ello su costo de vida se incrementó exponencialmente, destinando cada vez más un mayor porcentaje de su salario para mantener su canasta alimentaria.
La inflación también es una forma de transferir recursos de los más humildes, los trabajadores, los pequeños empresarios para mantener a un Estado bobo y elefante, que terminó generando una oligarquía estatal de mano del “curro” y la “cometa”.
Los últimos aumentos de los servicios y el combustible, inevitablemente están empujando los precios de los alimentos.
Para diciembre del 2016 una familia de cuatro integrantes debió tener un ingreso de 12 mil pesos durante el segundo semestre del año para no ser considerada pobre, según el observatorio de la Universidad Católica Argentina.
Para diciembre de este año esa misma familia necesitará 16 mil pesos para costear su canasta alimentaria según el Indec.
Tras 24 meses del gobierno de Mauricio Macri y su equipo económico poco se pudo hacer para poder frenar esta escalada inflacionaria, aunque todos los indicadores señalan que en 2018 este impuesto a los trabajadores y a los que menos tienen que se llama inflación comenzará a reducirse, mientras la economía comience a robustecerse.
Ordenar y volver a generar reglas claras en una economía despedazada por políticas populistas cortoplacistas, que terminaron generando un falso bienestar en la población y llevándolas al endeudamiento permanente, es y será un proceso doloroso para los que menos tienen.
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