UNA SITUACIÓN ANGUSTIANTE
Hambre y pobreza, desigualdad e indiferencia
Por Nahuel Maciel
Quien haya leído el libro “El fin del trabajo” de Jeremy Rifkin, comprenderá muy fácilmente que la sociedad no se divide como “tradicionalmente” se suele marcar en un aspecto binario: Estado y mercado (1).
Para Rifkin es clave e histórico reconocer que la sociedad está sustentada en un trípode donde además del Estado y el mercado se encuentra el sector de la economía social. Y describe: que el primero es el capital público (Estado); el segundo es el capital mercantil (mercado) y el tercero es el sector social (capital social).
Así es importante visualizar y valorizar a este tercer sector que está integrado por las organizaciones no gubernamentales (asociaciones civiles, fundaciones, mutuales, cooperativas, y demás entidades de bien público) que interactúan con el sector público y el mercado.
El otro concepto que se debe internalizar como aprendizaje de la vida o de la historia, es que todo desarrollo requiere de redes de confianza. Sin confianza no hay capacidad de construcción y para que La confianza exista se requiere reciprocidad.
¿Cómo es la relación entre los distintos partidos políticos, aún aquellos que tiene alguna afinidad ideológica o pragmática? De mucha desconfianza. Y esa desconfianza el primer desaliento para abordar algún tema en común. Su consecuencia es evidente: la falta de capacidad para construir políticas de Estado. Eso no es todo, la desconfianza prevalece aún dentro de una misma expresión político partidaria: no se trata de “las internas”, sino de una disputa del poder por el poder mismo.
He ahí la paradoja: porque solo la política en un sistema democrático fortalecerá al propio sistema democrático. Es la ciencia política la que debería ser un referente en la construcción de la confianza democrática como base para plantear las condiciones que permitan el desarrollo integral de una sociedad.
Lamentablemente, el debate político sigue siendo –en el mejor de los casos- superficial, agresivo, sin aportes de ideas, pero con muchas prácticas para descalificar a la persona que piensa distinto.
La sociedad gualeguaychuense –como la provincial y la nacional- ya ha experimentado que cuando se transita por este sendero, lo que prevalece es la mediocridad política y el ciudadano sigue sin poder resolver sus necesidades básicas, aún a pesar de su esfuerzo cotidiano por superarse.
Hambre y pobreza
En estas horas se ha informado que los niveles de pobreza e indigencia han alcanzado niveles históricos e incluso podrían incrementarse (agravarse) durante el primer semestre del año.
El informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) ha alertado con energía que se ha incrementado la pobreza de una manera acelerada y vertiginosa, porque aumentaron los precios y han disminuido drásticamente los ingresos.
El impacto es hiriente: casi el 60 por ciento de la población argentina está en una situación concreta de pobreza. Y las perspectivas no son alentadoras, todo lo contrario.
A esta acelerada de precios de los alimentos se le debe computar como un agravante negativo, la decisión de retirar toda política de contención por parte del Gobierno.
Así, una vez más al interior de los hogares no se vive si la inflación baja o no por una pantalla de televisión o por las redes sociales; sino en cómo es la relación precios-salarios.
La pérdida del nivel de empleo también se enseñorea haciendo estragos en el corazón de cada familia.
Es oportuno recordar lo que advierte el informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA: en diciembre pasado la pobreza afectaba al 49,5 por ciento de las personas, en enero de este año el impacto se extendió al 57,4 por ciento, el nivel más alto en los últimos 20 años (2)
Bien lo enseña Eduardo Donza, investigador del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, cuando refleja que: “La pobreza no es un momento de malos ingresos. Es una tercera generación de personas que se criaron en una situación de pobreza y van acumulando privaciones” (3).
Para superar los niveles de la pobreza se requiere de decisiones políticas, dado que es la política la que le debe dar dirección y sustento a la economía, no al revés.
Está claro que para superar la pobreza es indispensable crecer en lo económico. Pero, también es verdad que esa sola variable es insuficiente. Los grados de desigualdad siguen teniendo niveles groseros y escandalosos. Es esta desigualdad en el acceso a las oportunidades las que generan “disparidades hirientes”.
Para la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el hambre es la condición en la que se encuentra una persona que no pudo acceder a la capacidad física o financiera para solventar la ingesta de alimentos suficientes que le permitan satisfacer sus necesidades básicas de nutrición durante un período sostenido. Aunque parezca una obviedad, quienes le ponen el cuerpo a la lucha contra este flagelo, aclaran que el término “hambre” no es el mismo para expresar el deseo común de comer que sería apetito. Por eso, el hambre es una ofensa a la condición humana.
Del mismo modo, la Organización de Naciones Unidas (ONU), señala que la pobreza es la condición que se caracteriza por la privación aguda de las necesidades más básicas del ser humano.
Pobreza y hambre son condiciones construidas por decisiones de gobierno y de mercado. No es la fatalidad del destino ni mucho menos un castigo divino. Son decisiones ex profesas, es decir, intencionadas, de gobierno y mercado.
Y lo otro que es preciso entender es que la pobreza y el hambre no deben ni pueden limitarse a una responsabilidad individual, sino que es un flagelo colectivo. ¿No habrá llegado el momento de tomar consciencia de que gran parte de la pobreza es porque desde el poder –gobierno y mercado- se adoptaron decisiones delictivas?
Referencias
1) Jeremy Rifkin, “El fin del trabajo”. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997.
2) https://www.clarin.com/economia/uca-enero-pobreza-alcanzado-mayor-valor-20-anos_0_0SVVOU8EjY.html