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Empatía: de los antivacunas a quienes que agreden al personal de salud
La imagen, capturada del video, muestra cómo en un centro de Salud de Tunuyán (Mendoza). un hombre le recrimina a una enfermera que: “Si no podés estar 24 horas haciendo testeos, no vengas”.
Por Juan Cruz Butvilofsky (*)
Estamos a poco de cumplir dos años de pandemia. Así como el Covid-19, de China surgió esa idea de que toda crisis es una oportunidad y en base a ese axioma surgió el interrogante ¿La pandemia volverá más humana a la humanidad? ¿Saldremos mejores de este momento histórico? Mil disculpas a los optimistas en el análisis, pero hace tiempo la respuesta es que no. Como cada crisis en el capitalismo, lo que se expone es la ambición desmedida y las miserias del ser humano.
Hay varios elementos que permiten este análisis pesimista, negativo. Pero en los últimos días, ante la llegada de la variante Ómicron y el colapso de los centros de testeos, se observaron acontecimientos que son una muestra más de la falta de empatía. Es evidente que un importante sector de la sociedad está incapacitado para sentir lo que siente el otre.
“Yo pago los impuestos de los que sale tu sueldo y si no estás capacitada para estar parada 24 horas que venga otro”, fue una de las frases que se viralizaron en un contexto de colapso sanitario por las últimas horas. Ya de por sí esa absurda idea del liberalismo chato, respecto a que pagar impuestos te da una condición superior que te permite exigir cualquier pavada, es una falacia. Pero, además, muestra que somos incapaces de comprender los sentimientos y pesares de quien tenemos en frente.
Desde esa mirada berreta, pagar impuestos te otorga el derecho del maltrato a quien está poniendo el cuerpo a esta emergencia sanitaria hace dos años. Es ese sesgo ideológico el que impide ver la realidad en su versión más completa.
El personal de salud viene trabajando en una situación de colapso casi constante. Conozco muchos profesionales y trabajadores agotados, les he visto las caras, los he escuchado sufrir por el día a día que llevan. Así como al principio, ese colapso se daba en las salas de terapia intensiva, hoy en día se está dando en los centros de atención primaria y donde los testeos no dan abasto por una variante que castiga menos al paciente, pero contagia como ninguna otra.
En ese contexto, las dos/tres horas que espera un ciudadano para ser testeado no se compara con los días entero de quienes están garantizando que el control de la pandemia sea lo más efectivo posible.
Para colmo de males, el personal de salud lo hace en un contexto de absoluta precarización: casi todos están mal pagos y durante este año, además de dar lucha contra la pandemia debieron luchar por un sueldo digno. Ni una pandemia como la del Covid-19, que tantas muertes nos dejó y que puso en evidencia las falencias de nuestro sistema sanitario hizo tomar conciencia a los funcionarios de alto rango respecto a cuánto debe cobrar alguien que se dedica a uno de los servicios más importantes que es el de la salud pública.
Pocas horas de sueño y mucho mes que sobra al final del sueldo son demasiado como para tener que soportar encima los malos tratos del ciudadano medio pelo que piensa que porque paga el IVA puede destratar a cualquiera que tiene enfrente. Es imposible negar que detrás de eso está ese mito instalado por un sector del poder en la Argentina, respecto a que quienes son trabajadores del Estado son vagos. Ahí está la ideología jugando su juego, a pesar de que puedo adivinar que los maltratadores del personal de salud aseguran que no tienen ideología, que son apolíticos, como si eso fuese posible.
A dos años del comienzo de la pandemia todavía hay gente que cree que lo único que importa es lo que le pasa a sí mismo. Todo se resume a lo que vos mirás, como dice la canción de la Vela Puerca. Entonces, las dos/tres horas que vos estás esperando valen más que el régimen del “sin sueño” al que están sometidos muches de quienes trabajan en salud. Créanme, hay gente que labura bajo un régimen horario que debería revisarse por más que haya quienes lo justifiquen. Encima mal pago, vale reiterar.
Esta idea del me salvo solo también se pone en evidencia con los antivacunas. Es cínico que utilicen el nombre de la libertad para escudarse de su egoísmo. La libertad es colectiva o no es. No sos libre por no vacunarte cuando el régimen vigente te cercena tus libertades salvo que tengas la guita para pagarla. La libertad costó muchas vidas a lo largo de la historia como para que vos te creas el padre del liberalismo porque no te vacunas.
Por suerte -en realidad, por la cultura y el rol activo que ha jugado el Estado en la historia argentina- en nuestro país y provincia no son tantos les que no se han vacunado. Algunes, incluso, salieron corriendo a hacerlo porque las convicciones son más débiles si hay un pase sanitario que no te permite viajar o ir a una fiesta sin vacunas. Como supuestamente dijo Groucho Marx: “Éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”. No te asustes liberaloide de red social, no es Carlitos, vos que ves comunismo hasta abajo de la mesa.
Párrafo aparte a quienes esgrimen que hay un negocio con las vacunas para no vacunarse. Chocolate por la noticia. Sorprende la sorpresa de quienes se indignan ante el negocio en el sistema capitalista. Silencian los miles de otros negociados que han puesto al mundo en jaque mate: callan ante el extractivismo que tala a mansalva, envenena por los cielos y explota montañas para ganar unos mangos. Pero, las vacunas son un negocio ¿Qué esperaban, una resolución equitativa en el marco del régimen desigual vigente? Han sido los Estados -no sin deficiencias, errores y falencias- los que han encausado la catástrofe.
Hay un importante sector de la sociedad que todavía da pelea a la pandemia y que esa pelea se agranda gracias a los que no se vacunan. Por suerte la ciencia es sabia y a pesar de los antivacunas y agresores del personal de salud, la pandemia puede ir atravesando la recta final gracias a que la vacunación ha sido efectiva. Así lo aseguran algunos especialistas y esperamos todes que así sea, que se consagre nuestro axioma que venimos repitiendo hasta el cansancio: nadie se salva solo, la salida es colectiva.
La empatía se ejerce, no se postea.
(*) Juan Cruz Butvilofsky es periodista de Análisis, portal donde se publicó esta columna de Opinión.