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Ella nos trajo hasta aquí
Por Mónica Gutiérrez
La última e incendiaria diatriba de Cristina Fernández de Kichner vuelve a exponer con toda crudeza el nefasto embrollo político en el que estamos sumergidos.
Furiosa y exasperante, deja a la intemperie su condición de principal responsable de este desaguisado que nos hunde día a día en la pobreza y la desesperanza.
Ella eligió y llevó a la Presidencia a Alberto Fernández; ella, y solo ella, lo eligió para ocupar el lugar al que no podría llegar sin él.
Ella parió esta criatura bicéfala. Este aparato político siamés que nada ni nadie puede ni podrá separar porque es un mismo aparato contranatura y disfuncional.
La reacción “a la desesperada” de la Vicepresidenta por despegar es tardía y contraproducente. No hace falta ir muy lejos, el pasado más reciente desnuda la contradicción en la que reposa.
“El gobierno es nuestro… Alberto no se va a llevar el gobierno a la mesita de luz”, afirmó Andrés “Cuervo” Larroque, segundo en la línea de La Cámpora. Lo dijo en mayo, hace apenas unas semanas. Tendrán que hacerse cargo.
Ella nos trajo hasta aquí, aunque pretenda desentenderse, despegarse, tomar distancia.
“Elegí a alguien que no representaba a ninguna fuerza política… fui muy generosa al permitir que el Presidente pudiera elegir su gabinete económico”. Lo dijo CFK.
Ella no solo lo eligió sino que le otorgó el sacrosanto beneficio de su permiso. Ahora pretende zafar de las responsabilidades inherentes a su audacia electoral. La culpa es siempre del otro.
Los vapuleados “funcionarios que no funcionan”, le guste o no la señora vicepresidente de la Nación son piezas de su disparatada creación.
Ella ungió un candidato y él eligió, bajo los designios cristinistas, a sus ministros, permitiendo que casi todas las carteras sean loteadas y/o intervenidas por funcionarios que responden a CFK y que en el caso de funcionar, impiden o neutralizan el funcionamiento de los otros.
Kulfas se fue “harto ya de estar harto”. Harto de ser hostigado y contrariado.
El tremendo testimonio de Antonio Pronsato da cuenta de este tipo de situaciones. Dejó la gestión ante la imposibilidad de ejecutar la tarea que le fue encomendada: llevar adelante el proyecto del gasoducto Néstor Kirchner. Imposible avanzar. Una traba tras otra.
Los funcionarios más cercanos a Alberto resisten pero se arrastran entre espinas. Viven la gestión como un vía crucis. Sufren en silencio las admoniciones de CFK.
Pero también están cansados de tantas idas y vueltas, de las indefiniciones del Jefe de Estado.
Los que frecuentan Olivos aseguran que Alberto está en su mundo, que cada día es más pequeño. Qué habla con muy poca gente de su entorno íntimo y que su palabra está muy devaluada, aún entre los suyos.
Dicen que posterga todas las decisiones. En algunos casos ni siquiera llega a tomarlas. Al menos no en tiempo y forma.
Los más ácidos de entre los suyos dicen que no es consciente de la gravedad de la situación, hablan de un tema psicológico difícil de destrabar en la relación con CFK. Cómo si no pudiera “dejar ir” una relación tóxica que lo daña. No se necesita ser un psicoanalista para ver el terrible y temerario esfuerzo que expone para agradarle.
En el medio todos nosotros, sufrientes espectadores de un show patético que nos va hundiendo en un abismo sin final.
La acumulación de medidas distorsivas e inconducentes se pretende sostener con una narrativa que no solo distorsiona todas las variables de la economía sino también manipula con perversión los conceptos y valores con los que nos pensamos en sociedad.
La embestida contra las organizaciones sociales no tiene que ver con la convicción de que hay que reemplazar el asistencialismo por trabajo genuino sino con la urgente necesidad de realinear políticamente a los suyos.
Sacarle la caja a las organizaciones sociales que sostienen al Albertismo y llevar los planes a las intendencias que se alineen es el objetivo de la hora.
La pulseada por el reparto de los planes entre La Cámpora y las organizaciones sociales que lideran los funcionarios nacionales Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro se cocina a fuego lento desde el 2020.
Quien con más crudeza y anticipación expuso estas tensiones fue Sergio Berni, quien no dudó en bajar sombras delincuenciales sobre los piqueteros funcionarios de su gobierno. Los acusó de estar detrás de la toma de tierras.
Cómo tantas otras cuestiones mal paridas, se veía venir que el tema tarde o temprano iba a explotar y finalmente estalló. Otra vez tarde y mal.
Recalculando, los gobernadores del PJ reclaman entrar en el reparto.
Nadie se quiere quedar afuera.
Empáticos con CFK, elaboran un proyecto para “federalizar y descentralizar los planes sociales”.
La ”liga de los gobernadores” encuentra su nueva versión bajo la inspiración del gobernador bonaerense Axel Kicillof. Todos reclaman cambios en economía y planes, por supuesto.
Desde el Ministerio de Desarrollo Social se trabaja en un valioso aporte a la nueva impronta del cristianismo.
El ahora “desalbertizado” ministro Juan Zabaleta trabaja en un plan para traspasar los planes de las organizaciones sociales a municipios y gobernaciones. La palabra de la jefa es mandatoria.
Hay que ser claros. CFK no quiere terminar con los planes. Quiere terminar con la tercerización de las organizaciones sociales y concentrar el manejo en mano de los intendentes y gobernadores. Dar poder para concentrar poder.
Los arrebatos discursivos de CFK, pergeñados para realinear fuerzas ante la amenaza de perder sus base de sustentación política y cuando enfrenta un grave escenario judicial, solo suman hastío en una sociedad partida por la inseguridad, la pobreza y la incertidumbre.
Millones de argentinos sobreviven atrapados en la vulnerabilidad económica y social. Otros tantos cayeron en la indigencia, son los excluidos, los pobres de toda pobreza. Los sectores medios presentan batalla a diario intentando no caer aún más.
Mientras ahora manotea lo poco que va quedando en busca de una vida más en el poder y el resto de la dirigencia recalcula disputando el crédito electoral de la repartija de planes, dominios territoriales y todo tipo de posesiones que el doble standard de la política suele otorgar, el país se desangra.
Nadie lleva la cuenta de los argentinos que a diario dejan el país. De eso no se habla.
No hay cifras. Nadie repara en el capital humano que a diario perdemos. Es una variable que no registran los economistas.
A diferencia de la oleada migratoria del 2001, no se los lleva la desesperación económica sino el espanto. Huyen de la incertidumbre, del cambio constante de las reglas del juego, de la falta de certezas en relación a alguna idea de futuro, buscan escapar de esta realidad agobiante. Para estos últimos Ezeiza es una puerta de emergencia.
Basta caminar por las calles céntricas de Barcelona para comprender que estamos hablando. En los históricos distritos del Raval, el borne o l’exaimple para tomar dimensión del éxodo. Allí suena más el castellano de los argentinos que el catalán. No son turistas. No Son gente que está trabajando. En bares, en cafeterías y tiendas. En los nuevos oficios de la economía digital. Un fenómeno que se da en varias ciudades españoles.
No se trata de estadísticas. Verlo y vivirlo es impactante. En su mayoría son jóvenes de sectores medios y medios altos. Casi todos con uno o dos títulos universitarios o con una profesión que dejaron para salir a recuperar aire y esperanza. Muy triste.
Cuesta entender cómo llegamos hasta aquí. Mucho más cuesta imaginar cómo se sigue hacia adelante.