Elecciones 2023: un domingo con esperanza pero sin optimismo
Javier Cubillas (*)
Con esperanza pero sin optimismo, es el título de un gran libro de Terry Eagleton, en donde realiza una crítica al pensamiento positivo, o excesivamente positivo, que termina por ser simplista, mágico e ingenuo. Un hecho muy común en tiempos de publicidad y comunicación política que no apela a razones sino a emociones.
Algo de esto nos puede interpelar al ir a votar, hoy 22 de octubre, de 2023. Este domingo es un gran día lleno de esperanza pero el optimismo quizás no sea el mejor indicador relacionado directamente con el simple acto de votar y posteriores efectos en políticas públicas.
Todo lo que queda por hacer, para el gobierno y la sociedad, requiere de esperanza y mucho trabajo y por eso el optimismo no es el mejor indicador ni horizonte en tanto el presente inmediato y mediato no está exento de momentos problemáticos y de decisiones políticas que van a ser difíciles de tomar y mucho más de aceptar, por parte de sectores sociales, en más de un caso.
En este sentido, que hablemos de no ser optimistas para no caer en el pensamiento mágico no implica que entonces nos ubiquemos en posiciones escépticas o negativas. Invita más bien a buscar una posición reflexiva que busque informarse, que busque debatir y entender la complejidad en la que estamos inmersos. Aceptar que la realidad es por momentos hasta paradójica, contraintuitiva, sorpresiva, es mucho más sano que pensar en una normalidad sin sobresaltos.
La esperanza entonces, es un gran motor de impulso de la actividad al que debemos sostenerlo con la idea de esfuerzo, tiempo, tolerancia y prudencia en tanto no olvidemos que siempre estamos hablando de darle vigencia a la democracia como régimen de poder en que los ciudadanos elegimos representantes para un gobierno común de los asuntos públicos.
La democracia, como hemos expresado, pasa por un momento de fuerte crítica hacia sus representantes pero no del sistema de representación. La prueba cabal, es que vamos con esperanza a votar respetando las reglas de juego del sistema electoral y elegiremos entre la oferta disponible.
De ser esto así, al menos hasta hoy iniciado el proceso de votación, es claro que la esperanza es nuestra fuerza que moviliza al sistema político a seguir produciendo el evento político masivo más importante y cívico de todos: cambiar funcionarios mediante votos y no peleando.
Si llegado el caso, esta tendencia de rutina democrática se interrumpiera por algún grupo que quisiera no mantener vigente las reglas de juego por no estar de acuerdo con el resultado de las urnas, entonces la esperanza también debe ser el activador para sostener lo que tanto costó a varias generaciones conseguir: democracia y paz.
Más esperanza, y menos extremo optimista o pesimista, es el motor que nos debe movilizar este domingo, y de ser necesario, el motor para votar en el mes de noviembre a los fines de comenzar a mejorar aspectos o dimensiones sociales de nuestra vida en sociedad.
(*) Analista en Asuntos Públicos