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El papel de $1.000 no alcanza
Cada vez se necesitan más billetes para comprar un mismo bien o servicio, por el incremento constante de los precios, hecho que abre un debate sobre el valor que implica imprimir papel moneda, y la necesidad de tener una mayor denominación nacional a la de $1.000.
Por Natalia Motyl (*)
Esto se debe a que, a medida que pasa el tiempo, se agranda y se hace más notorio un problema logístico y de incremento de costos en el sistema: se requiere emitir más cantidad de pesos, y empiezan a quedar “obsoletas” las cifras más chicas.
Por lo tanto, también se plantea la incógnita sobre cuáles son las denominaciones de billetes que deberían circular en la calle y cuáles no tienen sentido de seguir ampliándose.
Lo concreto es que para el sistema bancario y para los propios argentinos se genera un cuello de botella en el volumen necesario de efectivo para realizar transacciones cotidianas.
Hecho que tiene como causa central un problema que aqueja a la Argentina desde hace varios años: la inflación, que se mantiene en niveles elevados, en torno al 40% anual.
Por lo tanto, ocasiona una constante suba de precios de la economía, la consecuente pérdida de poder de compra (valor real) de los pesos y la necesidad de emitir más y más billetes.
Esto se observa en el enorme volumen de “papeles” domésticos que circulan en la actualidad, y se puede ver en las cifras: 3.067 millones de billetes de $100; 492 millones de billetes de $200; 988 millones de billetes de $500 y 894 millones de billetes de $1000.
Al sumarles a ellas las denominaciones inferiores ($10, $20 y $50), en total circulan en la calle, entre el público y los bancos, unos 6.763 millones de unidades, según los últimos datos del Banco Central.
Es decir, desde inicios del año 2020 (previo a la pandemia) hasta la fecha, se sumaron a la economía un total de unos 1.320 millones de billetes, ya que en esa época el circulante era de 5.443 millones de ejemplares.
Esto representa un alza del volumen emitido de papeles de 24% en un año y tres meses. Cada vez se necesita más cantidad de pesos para comprar los mismos bienes y servicios, eso lleva a necesitar denominaciones más altas. Cada vez se necesita más cantidad de pesos para comprar los mismos bienes y servicios.
Costo de impresión
El incremento notorio de la cantidad de billetes que existen en bancos y en el público, lleva a pensar cuál es el costo de impresión que implica este volumen de papeles que se utiliza en la economía.
“El costo aproximado de imprimir es de un promedio de unos 9 centavos de dólar por billete, aunque los de mayor denominación son un poco más caros que los de menor valor”, dice a iProfesional el economista Francisco Gismondi, ex director del Banco Central y actual director de Empiria Consultores.
Es decir, el costo de cada peso físico ronda un promedio de 9 pesos al tipo de cambio oficial, donde los de denominación de $20 valen por debajo de ese valor y los de $1.000 por encima del mismo.
“El costo preciso de cada impresión depende de la complejidad de la misma, del hilo de seguridad y la tinta, que tiene derechos de propiedad intelectual en el caso de los billetes de alta denominación, que son los más caros por ese tema, entre otros aspectos que influyen en la confección”, completa Gismondi a este medio.
En resumen, los aspectos que influyen en el costo de emitir billetes, según este experto, son:
-El papel especial que se utiliza, que ya viene con la marca de agua y es único para cada denominación.
-El hilo de seguridad, que es más caro y más seguro para los papeles de mayor denominación. “Se compra aparte, pero ya viene al país incorporado al papel”, dice Gismondi.
-La tinta. La misma tiene derechos de propiedad intelectual para evitar falsificaciones y capacidad de impresión calcográfica, donde puede brindar efectos tornasolados, para citar un ejemplo.
-La impresión, que depende la Casa de la Moneda u otros ámbitos internacionales, cuando no da abasto con la emisión “la Casa de la Moneda con Ciccone incorporada”. Por eso, en este tema influye el tipo de cambio real y, cuando se requiere tercerizar el servicio en el exterior, es determinante el costo de la impresión fuera del país.
Billetes y monedas
Según datos del ex directivo del Banco Central, los billetes tienen una vida útil determinada, donde los de menor denominación circulan más rápido y, por lo tanto, se los debe reemplazar, como mínimo, cada 2 años.
“Los de mayor denominación se deterioran un poco menos porque pasan de mano en mano menos veces. Por eso, el costo de emisión es mayor porque tiene que tener en cuenta los reemplazos necesarios por desgaste, para tener disponible en circulación la misma cantidad de dinero”, afirma Gismondi.
En el caso de las monedas, el costo varía demasiado por la aleación que se utilice, el tamaño y la complejidad de su diseño, “pero se emite, se paga su costo, se entrega para su circulación y las monedas no vuelven. Se emiten una sola vez”, acota el experto.
Por este tema se elige el formato metálico para las denominaciones más chicas, porque su duración es mayor y no se las reemplaza.
Denominaciones
“perfectas”
Respecto al debate por la necesidad de que se emitan mayores cifras de pesos para bajar la cantidad de unidades que se requiere para adquirir un mismo bien, se debe tener en cuenta que, por lo general, las familias de billetes tienen en las diversas economías entre 6 y 7 denominaciones.
“El de menor denominación tiene el límite del costo, donde por ejemplo el de $20 ya empieza a ser poco conveniente, al ser su costo de unos $8 y que hay que reponerlo cada 2 años, por lo que ya está en el límite de ser una pérdida”, detalla Gismondi.
En tanto, sostiene que el de mayor denominación tiene que ser comparable con su similar de otros países.
Claro, en este sentido, el billete de 500 euros es considerado una “anomalía“, ya que al paralelo representa a más de $80.000.
En tanto, el de u$s100 serían unos $14.000, y en los países limítrofes el de máxima denominación vale más que el nuestro de $1.000, pero menos que el de u$s100.
Para el economista Andrés Méndez, de AMF Economía, debería ser mayor y más similar a la máxima denominación que hubo en la década del ´90, cuando $100 equivalían a 100 dólares.
“Suponiendo que nuestro derrotero sigue por el camino emprendido, un billete de $10.000 constituye una herramienta lógica para las necesidades locales, aunque debe considerarse que no tardará en necesitar un ´hermano mayor´ en la medida que la pérdida de valor del peso vaya deteriorándolo”, sentencia.
(*) La autora de este artículo es analista económica e integrante de la Fundación Libertad y Progreso.