El doble estándar ambiental de la Unión europea
Fundavida
La noticia de renovación en la UE de la autorización de uso del glifosato, lanzada poco antes del 3 de diciembre, fecha en la que se conmemora el día mundial de No Uso de Tóxicos en la Agricultura, sorprendió a desprevenidos, pero no a quienes conocen el doble estándar de Europa en general y Alemania en particular sobre las cuestiones ambientales.
Alemania se ha ofrecido reiteradas veces para el sitial de ‘país verde’ por su decisión de abandonar el uso de la energía nuclear para la generación eléctrica, pero simultáneamente se niega a dejar el uso del carbón, lo que la transforma en una nación líder en la generación de gases de efecto invernadero.
El doble estándar ambiental de quienes controlan la UE es revelado periódicamente por los hechos. Basta recordar los juicios que están enfrentando las automotrices germanas: BMW, Mercedes Benz, Porsche, Audi, Volkswagen y empresas subsidiarias, por falsificar deliberadamente un software en sus automóviles para trampear los datos de emisiones nocivas de sus motores diésel y así eludir la legislación internacional cada vez más restrictiva con este tipo de vehículos.
Detrás de la renovación de la autorización por cinco años está la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) , negociado en secreto entre Europa y EEUU, que ratifica una vez más que las corporaciones, como Monsanto, prevalecen sobre la opinión pública mundial, tomando el control como sea de la alimentación del planeta a través de la imposición de la agricultura industrial.
La medida es especialmente brutal dado que recientes sondeos en la opinión pública de ese país determinaron que el 90 por ciento de los alemanes se opone al uso del glifosato, herbicida que fue declarado cancerígeno por la OMS. Además reveló que una gran mayoría de los ciudadanos germanos se oponen al uso de los Organismos Genéticamente Modificados en sus alimentos.
El factor decisivo fue la fusión de Monsanto y Bayer, empresa con la que comparten los beneficios de la venta de venenos y tóxicos imprescindibles para la agricultura industrial que nos está envenenando, habilitando a estas minorías a tomar el control de las tierras fértiles globales.
Los intereses conservadores en la economía alemana son tan fuertes que por estos días le impiden formar nuevo gobierno a Ángela Merkel, que necesita el apoyo del Partido Verde, pero éstos no se lo dan porque la canciller se niega a asumir el compromiso de abandonar el uso de carbón en 2.030.
La coalición actualmente gobernante, integrada por el Partido Socialdemócrata que representa los intereses de la plutocracia germana, no sólo es controladora de las principales automotrices germanas, sino también de la cuestionada y poderosa empresa Bayer AG, la químico-farmacéutica alemana que ha estado asociada entre otros crímenes al uso de seres humanos como esclavos durante la Segunda Guerra mundial y a la provisión de gases letales que fueron usados por el régimen nazi en sus campos de exterminio durante el siglo pasado
El ministro de agricultura de Merkel, el conservador Christian Schmidt, asumió la responsabilidad del cambio de postura de su país respecto del glifosato, pero los conocedores saben que es un intento de maquillar la decisión y dar a Merkel alivio en su intento de formar nuevo gobierno.
La razón del cambio está en el poder del lobby económico que maneja Alemania desde hace más de un siglo, responsable entre otras cosas de las dos guerras mundiales que asolaron el continente el siglo pasado.
Una prohibición total del glifosato en Europa hubiera sido una estocada terminal para el herbicida y hubiera afectado severamente los intereses económicos entrelazados de los países que comparten el diseño y la gestión del plan de control de la humanidad a través de este modelo de apropiación de la fertilidad global.
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