El ciclo kirchnerista: de la épica en Mar del Plata al ruego en Pennsylvania Ave.
Por Fabián Calle
Hace 21 años, el gobierno de transición de Eduardo Duhalde comenzaba a hacer pie en materia económica. La dura tarea de sinceramiento económico llevado a cabo en los meses previos y la masiva guadaña sobre los ahorristas, comenzaba a permitir ver una tenue luz al final del túnel.
Estados Unidos le comenzaba a ordenar al FMI que moderara la dureza extrema que se le aplicó al país a partir de septiembre 2001, cuando los atentados terroristas contra Nueva York y Washington hicieron que la Casa Blanca abandonara todo interés por la región en general y por la Argentina en particular.
Las turbulencias económicas que se comenzaban a dar en Brasil por el temor a la llegada de Lula da Silva por primera vez a la presidencia, terminaron de convencer a Washington que había que volver a darle cierto contenido político y estratégico a las acciones del FMI en el Cono Sur y no dejarlo en manos de la frialdad y visión corta de los técnicos.
Muchos especialistas en temas políticos comenzaban a ver la posibilidad de una fórmula Duhalde-Lavagna para las elecciones del 2003. El entonces presidente prefirió aferrarse a la promesa que había hecho a comienzos del 2002 de adelantar las elecciones y de excluirse de la disputa. Lo otro es historia conocida, la búsqueda por parte de la Casa Rosada de un candidato con fuerza y recursos para evitar el regreso de Menem. Hubo tanteos con De La Sota, Macri, Reutemann y finalmente el poco conocido Néstor Kirchner.
De él se sabía que había apoyado activamente la gestión de Menem y Cavallo, la privatización de YPF y que la provincia contaba con importantes ahorros derivados de la privatización de la petrolera estatal. Este patagónico perdería la primera vuelta con el caudillo riojano pero la decisión de éste último de no presentarse a la segunda vuelta, lo catapultó a la primera magistratura.
Al asumir mantuvo a Lavagna en su cargo como signo de continuidad y prudencia en el manejo de lo económico. Colocó a una figura inteligente y formada como Rafael Bielsa en la Cancillería. La Embajada en Washington se la encomendó a un político formado y respetado como José Octavio Bordón. Todas éstas señales derivarían en una muy buena y constructiva cumbre con G.W. Bush en la Casa Blanca. Con la memorable caricia en la rodilla del mandatario argentino a su par americano.
En el campo de la Defensa, siendo el sector militar un área que el ex gobernador de Santa Cruz siempre cultivó dado el peso del voto castrense, se mantenía un fluido diálogo con los EEUU. Incluyendo una muy productiva reunión bilateral entre Pampuro y Rumsfeld, el entonces todopoderoso Secretario de Defensa de la superpotencia.
Para el 2005 y pese a las advertencias que venía recibiendo Washington, se avanzó en la concreción de la Cumbre de Presidente de las Américas en Mar del Plata. El entonces embajador estadounidense buscó varias veces cerciorarse que el gobierno argentino no estaba preparando un show contestatario para seducir a la izquierda argentina y regional.
El boom masivo de los precios de la soja y otras materias primas, le daban un inmenso flujo de recursos a la Argentina y al nuevo mejor amigo del kirchnerismo, Hugo Chávez, y sus muy cotizados barriles de petróleo. Cómo era previsible, los temores se tornaron realidad y Kirchner lideró un choque frontal con Bush y sus proyectos de libre comercio.
Brasil apoyó desde un inteligente y pícaro segundo plano, coronado por la invitación que Lula le hizo a Bush para pasar dos días juntos en Brasil. Vaya uno a saber qué se dijo sobre la postura argentina en esa amena velada entre ambos líderes.
Así comenzaría una escalada de tensiones en la relación con los EEUU. Para 2007 llegaría el capítulo de las valijas de Antonini Wilson y la postura K de que todo era una operación de la inteligencia americana. Después se agregaría el discurso de la entonces presidente Cristina Fernández en donde decía que si le pasaba algo había que mirar al Norte en pleno gobierno de Obama.
Por si fuera poco, prosiguió con el decomiso de valijas militares que traían al país efectivos del Pentágono invitados por la Argentina y funcionarios de primer nivel cortando con un gran alicate los precintos. Sin olvidarnos del memorando de acuerdo con Irán y más recientemente en 2020 y 2021 la militancia a favor de vacunas rusas y chinas pero no de los EEUU.
Todo ese encadenamiento de relato y mística anti americana, parece haber sido hace siglos cuando se mira desde la perspectiva de hoy. Si las cosas empezaron en Mar del Plata, 18 años después parecen terminar en 1600 Pennsylvania Ave NW o mejor conocido como la Casa Blanca. El actor clave para que un mix de cálculo geopolítico y algo de piedad le permita al Gobierno recibir de manera excepcional entre 5 y 10 mil millones de dólares que eviten una salida anticipada del poder.
Intentar que el caos no vaya más allá del 140 por ciento de inflación anual, un dólar paralelo que no supere hasta las PASO los 500 pesos y una caída del PBI no mayor al 4 por ciento. El Ministro de Economía lleva ya seis viajes a Washington en lo que va de sus meses en el cargo. Asimismo, el kirchnerismo parece encolumnado en apostar a un candidato de centro derecha, pro capitalista y pro EEUU como es Massa y buscar refugio político e ideológico en la Provincia de Buenos Aires. En especial en ese conurbano que tanta atracción y resquemor le producía a Kirchner. Lugar clave para entender el juego político y la encerrona socioeconómica del país y al cuál se abocó desde el mismo 25 de mayo 2003 para entender y controlar. Siendo él mismo candidato perdidoso a diputado por ese distrito en el 2009.
Seguramente nadie o muy pocos en esos días de euforia anti imperialistas en Mar del Plata 2005 se imaginaban cómo cambiarían las cosas casi dos décadas después. La construcción de un relato respaldado por capacidades políticas, económicas y de alianzas estratégicas a nivel internacional ha fracasado y no queda otra que tocar mañana, tarde y noche el timbre en Pennsylvania Ave.