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El bajo nivel político de nuestra dirigencia es atroz
Por Claudio Chaves (*)
Algunos pensaron que la fórmula presidencial podía funcionar. Otros, quizás más pícaros, desearon una mejicaneada. Hasta el momento ni una cosa ni la otra. Tenemos un lío bárbaro, y aparece una tercera, la Asamblea Legislativa. Esto es, un golpe institucional.
¿Cómo entienden la democracia estos personajes que juegan a gobernar, y también la oposición y cierto periodismo desmadrado?
En primer orden, Cristina. Armó la fórmula con Alberto porque él no representaba a nadie. En política los peores son los que no representan a nadie y se encuentran en el vértice del poder. Son barriletes arrastrados por cualquier viento y de pronto se la creen.
En segundo orden, los que alucinaron viable la fórmula, creyendo y deseando que Alberto pudiera con Cristina. ¿Qué significa poder con ella? Correrla, mejicanearla. Pasar por encima de los votos como si fuera alambre caído. ¿Es esto un valor democrático y republicano? También para la oposición que no deja de alimentar esta hoguera.
Están también los que pretenden salvar la marca y braman porque se reúna la Asamblea Legislativa y se elija un Presidente sin votos. O mejor dicho con los trecientipico del Parlamento. Como los notables eligieron en 1904, a Quintana y Figueroa Alcorta. ¿Tanto hemos retrocedido?
El Gobierno debe terminar tal cual se inició y la oposición debe sostenerlo como la soga sostiene al ahorcado. Punto. Y el peronismo en su conjunto pagar las consecuencias del desaguisado.
De tanto en tanto es necesario recordar que Cristina fue, junto a su marido, la creadora del kirchnerismo y desde hace veinte años conduce al peronismo, mal que les pese a los mejicaneadores. También, que en su momento de apogeo sacó 54% de los votos y en democracia son los votos los que ordenan la vida republicana, naturalmente, con sus más y con sus menos.
Fue un juego de fulleros. Ella necesitaba un chichipio. Él, satisfacer su vanidad. Ellos buscaron la mejicaneada para dejarla de araca. A todos les ha ido mal. ¡Ahora quieren la Asamblea!
La política es un arte y una ciencia
El general Perón dirigiéndose al intelectual nacionalista Carlos Steffens Soler le escribía en el encabezamiento de su carta: “La teoría es el Capitán y la práctica el soldado (cita de Leonardo Da Vinci). Aquí han sido todos soldados, carecen de teoría y conocimientos. Han transformado la política en poroteo y dinero, dinero y poroteo. Volver al poder, a como sea, trae consecuencias nefastas. No sólo desconocen la historia del peronismo sino, también, la historia argentina, y además la política, que como ciencia tiene sus reglas y su dinámica”.
El gobierno actual ha usado la historia para explicarse, proyectándola mecánicamente al presente, en vez de entender allá, en el pasado, lo ocurrido, para aprender, para saber, para comprender. Se identificaron con Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan Manuel de Rosas, los caudillos federales, Hipólito Yrigoyen y Juan Perón. ¿Y, de qué sirvió?
Sin embargo hay ejemplos de nuestra historia que no miraron. Tomemos algunos. Al terminar su mandato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, no aceptó la reelección porque la Legislatura de la Provincia le negaba las facultades extraordinarias, esto es, suspender las garantías individuales. Una y otra vez lo rechazó. Finalmente la Legislatura eligió a Ramón Balcarce, muy allegado a Rosas y ex Ministro. Entonces consultó al caudillo, le pidió opinión. ¿Y qué le iba a decir Juan Manuel? Fue claro: ¡Agarrá!
Ramón, como todo pusilánime, se la creyó. Siendo joven, dejó a su novia. Renunció al amor de una jovencita careciente de pureza de sangre pues su madre lo obligó a ello, en la misma época que Mariquita Sánchez decidía sobre su vida amorosa enfrentando a sus padres. Decía el general Iriarte:
“Balcarce por su irresolución y su incapacidad era un apoyo bien débil y menguado; un pobre hombre que no tenía habilidad ni para mandar en su casa. Una palabra de su mujer bastaba a trastornarlo. Engañaba a los que no lo conocían, porque tenía todas las apariencias de un carácter inflexible, de un hombre de las medidas más extremas y desesperadas, era un fuego fatuo, un meteoro que producía una brillante luz que se disipaba sin dejar el más ligero rastro. Un personaje de farsa”. De modo que se las arregló para traicionar al poder popular de Rosas. Ocurrió entonces la Revolución de los Restauradores. Las mejicaneadas, en general, no terminan bien. Algo parecido le ocurrió al general Urquiza con su elegido a sucederlo en la Presidencia, el doctor Derquí. Quien, de igual modo, se la creyó y planeó sustituir al Jefe del Federalismo del Interior, aliándose con el enemigo: la Provincia de Buenos Aires y su jefe, Bartolomé Mitre. No narraremos estos hechos pero las cosas salieron muy mal para el interior. Podríamos abordar otros casos como Juárez Celman y Roca, Yrigoyen y Alvear, pero la nota sería muy extensa. Vamos, entonces, al peronismo ya que este gobierno se reconoce en él.
El peronismo nació en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Allí había dos Coroneles: Perón y Mercante. Este último, el corazón de Perón, según Evita, fue expulsado del partido en 1951 por traidor al peronismo. Su expulsión estuvo relacionada por razones ideológicas (artículo 40 de la Constitución de 1949), y también políticas, que tendían a desafiar la figura central de Perón.
Muchos años después y ya en el exilio el General maniobró, cada vez que pudo, para ocupar el centro de la escena. No se pueden desarrollar aquí todos esos años. Haré mención solo a un hecho acaecido en 1962 y con la figura de Framini, prominente dirigente sindical, que no era precisamente un cuatro de copas. Frondizi convoca a elecciones para gobernadores en la idea de vencer al peronismo en su ley. Perón desespera, no puede participar y no puede evitar las ansias de cargos de su gente. Nomina, entonces, a Framini, intolerable para el antiperonismo, como candidato a gobernador de Buenos Aires en la idea que lo proscribieran.
El autor de esta nota guarda declaraciones inéditas de Unamuno cedidas gentilmente por el historiador Guillermo Gasió. Decía Unamuno:
“Entonces, Perón le dijo a Framini que él iba a ser el candidato. Eso ya comportaba una provocación para el sistema político argentino. Hay que calcular lo que significaba a fines del 61, principios del 62, un candidato obrero en la provincia de Buenos Aires, que es el epicentro del poder de la oligarquía. Framini le contestó: “General, me van a matar”. A lo que Perón respondió: “No lo va a matar nadie. ¿Y sabe quién va a ser su vicegobernador? Yo”. Esto le servía a Perón para dos cosas. En primer lugar, para convencer a Framini, y, en segundo lugar, estaba mandando un meta mensaje de proscripción, porque Perón no podía ser candidato a nada. Entonces Perón estaba dando todos los elementos de la provocación política y los elementos legales para la proscripción. Cuando llegó la noticia de que la Justicia proscribía por defectos fundamentados – Perón no estaba empadronado –, el exiliado supuso que el Movimiento iba a adoptar una actitud de solidaridad con él, hecho que no ocurrió. La corriente electoral era tan grande que se produjo una avalancha imposible de parar. Perón se molestó y le mandó una carta, parcialmente publicada, a Camus – que creo era el presidente del Congreso Partidario – donde se manifestaba muy enojado. Por supuesto, Framini, ni renunció, ni se fue”. Perón se salvó porque Frondizi anuló las elecciones por presión del Ejército. Si lo embromaban a Perón como no van a embromar a Cristina, a Alberto, y entre ellos.
Lo mismo le ocurrió años más tarde con Cámpora. Perón lo propuso para que lo proscribieran, pues no podía ser candidato. Lanusse, dándose cuenta de la maniobra, no lo hizo. Y entonces, Camporita se la creyó. Lo obligaron a renunciar. Los votos no eran de él. El infatuado llegó a afirmar en un librito publicado en México: “Yo conservaba siempre la intención de culminar el mandato recibido; así me lo requerían las aspiraciones del pueblo argentino”. Eso se llama robar votos.
Los perejiles en política se creen dioses. Finalmente Perón se cansó y cuando asumió por tercera vez lo hizo con su mujer. ¡Basta de traidores!
Síntesis, en política manda quien tiene votos. En la coalición que nos gobierna los tiene Cristina. Ella se ubicó como Vice, que pague las consecuencias del desatino, como también lo paguen todos aquellos que creyeron en este disparate.
(*) Escritor, profesor de Historia y licenciado en Gestión Educativa.