Atención: abstención política y tensión social
En cada columna dominical narramos sobre los escenarios políticos que se van configurando y como nos encuentra ubicados en un tiempo y lugar muy próximos a la crítica y apatía, a la ira o enojo, e incluso a una sociedad que se tribaliza. Lo que llama la atención ahora es la abstención y la tensión social sobre viniente.
Este escenario, que se visibiliza en números en este año en cada elección provincial, nos muestra la polarización entre los dos frentes o conglomerados mayoritarios y una tercer posición, por así denominarla, que no demuestra interés y no ha ido a votar a pesar de la obligación que pesa y multa que pueda corresponder.
Este sector, que se abstiene, no puede definirse ni conceptualizarse sin riesgo de errar en la pretendida precisión e incluso quedar desactualizada ante hechos sociales que puedan modificarla por el contexto de incertidumbre económica en los próximos meses.
La abstención es un fenómeno mucho más complejo que el que se está pensado en los noticieros de los medios nacionales e incluso locales. La abstención excede en sus efectos a la lectura sobre el efecto potenciador de los aparatos partidarios y su fuerza de movilización. Esta es una visión de corto plazo, pero debemos intentar proponer una lectura y visión sobre el mediano y largo plazo también.
Por esto, la abstención hoy ya genera un triple impacto electoral y político que debe atenderse. En esta idea de que la abstención en aumento genera un triple impacto, lo que debemos observar con detalles y detenimiento es que, los efectos son negativos y sustanciales, y se puede proponer una reflexión del fenómeno a partir de las siguientes dimensiones:
1- Perdida de identidad: la perdida de pertenencia partidaria, de pertenencia a una ideología, e incluso la perdida de la valoración positiva sobre la constitución y sus leyes operativas, como un sistema de reglas de juego que el ciudadano puede ejercer por derecho propio para poner en marcha la dimensión participativa, representativa y las funciones ejecutivas, legislativas o de control.
2- Menos dialogo: la abstención genera una merma en el capital social relacionado con el debate en privado y en el ámbito público respecto de qué se espera que suceda en cada elección, la oferta electoral y los perfiles y las propuestas sobre el futuro, para renovar o cambiar un gobierno. Se evidencia mucho esto en la frase cotidiana: me da igual, sea socialista, peronista, del pro, radical o anarquista, son todos lo mismo, yo quiero soluciones.
3- Menos responsabilidad: otra opinión que se expande cada vez más es la que valida el argumento de que el mejor ciudadano, pretendidamente ilustrado, es el que no participa en política, en debates políticos, no se informa de política ni la tiene como una dimensión significativa en su vida. Esto no supone pensar en que todo es política en nuestra vida, pero sí que la abstención habilitaría a la inexistencia de responsabilidad personal sobre los resultados colectivos, lo cual nos muestra a un grado de comodidad y egoísmo ininteligible.
Los anteriores efectos nos muestran una creciente muestra de intolerancia activa ante compromisos comunes y públicos en donde el ciudadano enarbola una resistencia y protesta ante el sistema político, pero por los medios y argumentos equivocados.
No hay política que cumpla una función que preserve nuestros intereses, reasegure derechos y cuide nuestro patrimonio y vida sin que seamos parte activa de la toma decisiones cada dos años. Por esto, los efectos negativos de la abstención electoral exceden al indicador estadístico que cada domingo conocemos, y es en verdad, una muestra cabal del retiro del ciudadano de su actividad moderna, mediante la cual haría valer sus derechos políticos para preservar sus libertades individuales (B. Constant, 1819).
Sin la política que cumpla su función mediante dirigentes respaldados por el voto, lo único que puede aumentar es la falta de legitimidad para que puedan tomar decisiones difíciles o complejas, baja posibilidad de obtener respaldo para la gobernabilidad y nula posibilidad de fortalecer las instituciones de la república y democracia.
Como también, los ciudadanos perdemos la posibilidad de tener mayor poder moral y argumentos oportunamente esgrimidos para poder exigir explicaciones sobre la marcha de gobierno y los resultados posteriormente obtenidos. Perdemos el poder oportuno de accountability horizontal y vertical. (G. O’Donnell, 1998).
Esto supone, a futuro, más tensión política para los próximos años, dado que una posición A no tiene el respaldo suficiente que le permita llevar a cabo un programa de gobierno, ni tampoco una posición B tiene el respaldo consecuente para llevar a cabo un control pertinente sobre una gestión.
Para la vida cívica y política, conforme a los valores del régimen constitucional vigente, nunca menos es más. Menos hoy, será consecuentemente, menos también para las próximas décadas y generaciones.
Javier A. Cubillas
Analista de Asuntos Públicos.