.
Un pensamiento y una fe sin “peros”
Por Waldemar Oscar von Hof (*) Especial para EL ARGENTINO
Cuando mamá nos mandaba a la chacra a cortar algunas plantas de maíz para los chanchos o para las vacas del establo y le interponíamos las escusas para poder seguir jugando, la frase contundente y lapidaria era:
-En mis órdenes no hay “peros”, las cosas se hacen y listo…
Era evidente que en nuestra mente infantil los “peros” a los pedidos, a los mandatos y a las órdenes ya se habían impuesto.
Me encuentro continuamente en el diálogo con personas que me vienen a consultar con esta interferencia. Una disrupción del pensamiento, que a veces es solamente lingüística, pero por lo general está hondamente arraigada en la conciencia. Se habla de proyectos, de sueños o de emprendimientos que se quieren realizar y en el diálogo, o en la expresión de ellos, automáticamente aparecen “peros”.
Desde niños nos han inculcado a pensar de esta manera. Los tenemos incorporados para justificar nuestros fracasos, nuestras frustraciones o aquello que no pudimos lograr en nuestros emprendimientos personales o comunitarios. También están instalados cómodamente y con entera naturalidad en el discurso de nuestros políticos. A veces ya se los escucha en las disertaciones de campaña y de promesas en lo que han de hacer en sus proyectos políticos. A todos se nos hizo conocida la justificación de nuestros gobernantes cuando hacen un racconto de aquello que no se logró interponiendo el “Ah… pero…”. “Los gobiernos anteriores”, “la pandemia”, “la guerra en Ucrania”, “el dólar”, etcétera.
En el Libro del Génesis, de la Biblia, Dios le promete bendiciones y protección a Abraham; éste le pone “peros” a la cuestión, a partir de la cual Dios le muestra el cielo lleno de estrellas asegurándole una descendencia igual en números. Lo mismo sucede con Sara, la esposa de Abraham, cuando escucha la promesa de un hijo, ella, considerada estéril e incluso de avanzada edad, se larga a reír, debiendo recibir un reproche para poder creer sin cuestionamientos (véase Génesis capítulos 15 y 18).
Es conocida la historia de Isaac, Jacob y toda la descendencia que se ha multiplicado al infinito hoy diseminada por todo el mundo.
“Hasta que uno no se compromete hay vacilación, la posibilidad de volverse atrás y siempre ineficacia. Respecto a todo acto de iniciativa y creación solo hay una verdad elemental; el ignorarla mata innumerables ideas y espléndidos planes. En el momento en que uno se compromete definitivamente, también la providencia se moviliza. Acuden en nuestra ayuda toda suerte de cosas que de otra manera nunca hubiesen ocurrido. Una corriente de sucesos fluye de la decisión, haciendo surgir a nuestro favor todo tipo de incidentes y de imprevistos, de encuentros y de asistencia material que nadie hubiera soñado pudieran venir de este modo. Todo aquello que puedas hacer o sueñes que puedes hacer, comiénzalo. El coraje encierra en sí el genio, el poder y la magia. ¡Empieza ya!”, afirma el escritor y poeta Johann Wolfgang von Goethe en el “Fausto” texto multiplicado y utilizado en los talleres de formación de emprendedores.
En su libro, “La fuerza de creer” de Wayne W. Dyer afirma que cuando comenzamos a pensar, a soñar y a creer en un proyecto éste se realiza indefectiblemente. Pero, lo primero que debemos hacer es dejar de lado los cuestionamientos que se nos interponen porque son las piedras de tropiezo para que estos proyectos no se realicen.
En nuestras comunidades -tanto católica como protestante- estamos viviendo el tiempo de Pentecostés. Son tiempos en que, en las liturgias dominicales estamos repasando la espiritualidad que vivimos. Una espiritualidad que enfatiza en una fe y en una creencia de las posibilidades sin interferencias, sin cuestionamientos y sin “Ah, peros…”.
Una fe que seguramente nos ayudará a llevar adelante nuestra vida personal como también nuestros proyectos y emprendimientos.
(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata y escritor.