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Solsticio de invierno, la noche más larga
Por Waldemar Oscar von Hof (*)
Especial para EL ARGENTINO
El 21 de junio celebramos la noche más larga del año y por lo tanto el día más corto. El sol se ha alejado de nuestra región austral llegando a su punto máximo de lejanía a las 6:13 horas del día en que ocurre el solsticio de invierno. En este año la oscuridad de las largas noches estuvo acompañada de un acentuado frío. Debido a la traslación irregular de la Tierra alrededor del Sol, cada año está marcado por los dos solsticios: el de invierno, cuando nuestra región está más alejada del Sol; y el de verano, cuando está más cercano.
Estos días cortos marcan un cambio, aunque comienzan los tres meses invernales, la tierra va acomodándose nuevamente para que el Sol vuelva a nuestra región lentamente y los días se alarguen y las noches se acorten. Tiempos que tradicionalmente, en las culturas antiguas, está marcado por fiestas referentes al regreso de la luz, del sol y del calor. Los dioses o las divinidades vencen a la oscuridad reinante mediante la imposición de la luz. Así Horus, el dios solar egipcio que vence al inframundo para guiar a los faraones en sus gestiones e imponer la vida y la luz ante la muerte y la oscuridad. También Mitra, diosa tomada de Oriente por los romanos, a la que se rendía culto en el solsticio de invierno, vence a las oscuridades para que el “sol invicto” ilumine nuevamente la realidad dejando lugar a la justicia, la luz y la verdad en el imperio. Antes de la llegada del cristianismo a Europa, las religiones autóctonas estaban marcadas por la variación estacional. En invierno se realizaban rituales como decorar árboles que permanecían con su follaje verde, prender fuego en la noche del solsticio para animar y alentar a la luz y al sol, por lo tanto, a la vida, a regresar para que las cosechas sean fructíferas.
En su ciclo natural, el cosmos tiene sus estaciones, que varían entre la oscuridad y la luz, entre el frío y el calor, entre el acercarse y el alejarse. Conversando con la gente, en estos tiempos, se viven sensaciones de oscuridad, de frío y de lejanía. “Que en los noticieros tan solo se ven gestos de violencia”. “Los asaltos y los robos están cada vez más cerca”. “Los políticos tan solo se pelean en vez de gobernar”. “El dinero no alcanza para llegar a fin de mes”. “Nuestros chicos han perdido la oportunidad de aprender por los paros, la falta de presupuestos y la pandemia”. También se escuchan las justificaciones, “son los ‘tiempos últimos’ que están anunciados en la biblia”, “Todos viven de unos pocos que trabajan”, “Son características de estos tiempos oscuros”.
A pesar del frío y de nuestras largas noches, quiero volver a poner la mirada en aquello que nos incentiva, en aquello que nos anima y nos fortalece. El último libro del Antiguo Testamento es el del profeta Malaquías que en un tiempo difícil del pueblo de Israel se enfrenta a una élite política y religiosa que tiene a un pueblo sumido en la ignorancia, esquilmándolos económicamente mediante impuestos y derrochando lo obtenido en fiestas de unos pocos a costa de muchos. Al dialogar con sus interlocutores el profeta percibe las injusticias, los escepticismos y la falta de ética y moral. Ante este “tiempo oscuro” el “mensajero”, esta es la traducción de su nombre, anuncia que “el día del Señor llegará a su debido tiempo, y entonces la justicia brillará como la luz del sol”. (Malaquías 3:19 y 20).
Para el evangelista San Lucas el profeta Juan el Bautista anuncia que “Nuestro Dios, en su gran misericordia, nos trae de lo alto el sol de un nuevo día, para dar luz a los que viven en la más profunda oscuridad, y dirigir nuestros pasos por el camino de la paz” (1:78-79).
Así como en la naturaleza los ciclos se cumplen y se superan, los cristianos creemos y estamos convencidos de que después de tiempos oscuros han de venir tiempos propicios para que el sol brille. Creemos en la luz y en la claridad a la que nos guía Jesucristo. No dejemos de transitar estos tiempos oscuros anunciando a este “Sol Invicto”, pero también denunciando a los elementos que producen las oscuridades. No queremos el precio de una canasta básica a la que el 60 por ciento de nosotros no llega. No queremos ser parte del 40 por ciento de desocupados o ser cautivos de planes sociales que prometen soluciones y son parte del problema. No queremos que nuestros hijos terminen la primaria sin saber leer ni realizar las cuentas básicas tan necesarias para la vida cotidiana.
Tras la larga noche del solsticio de invierno, seguro que el sol vuelve a nuestra región alargando los días. Apostemos a que en nuestras oscuras realidades también el astro rey de la claridad, de la justicia, de la educación y de la salud vuelva a brillar.
(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata y escritor.