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¿Profetas en su tierra?
“Nadie es profeta en su tierra”: frase muy empleada, que no siempre es realidad, pero se cumple en la mayoría de los casos. ¿Por qué será? Me lo pregunté mucho en estos días pensando en tantos políticos que han alcanzado lugares más allá de la ciudad y que no siempre reconocemos.
Debería sorprendernos como ciudadanía que algunas personas ocupen cargos importantes a nivel provincial o nacional? Vice gobernadores, ministros, secretarios, miembros del Consejo de Educación. ¿O por el contrario tendríamos que vivirlo con orgullo? Más allá del color político, es un hecho que debería ayudarnos a comprender la importancia de la ciudad en la política del país y a tomar conciencia de cómo nos consideran y nos miran. Sin embargo me da la impresión que no nos sucede.
Los datos ayudan y dan certeza, pero hoy la percepción es un elemento necesario para la comprensión de la realidad. En este sentido, siempre me ha parecido que hubo un cambio en esta consideración de la política por parte de la ciudadanía, cuando los representantes olvidaron, en los gestos y decisiones que tomaron, a quien representaban. Esto no tiene que ver con las obras que se consigan, sino más bien con los valores que identifican a la comunidad y que de alguna manera formaron al dirigente.
Cuando uno estudia la historia de la Intendencias si bien aparecen claramente las disputas políticas, se puede apreciar la diferencia cuando ellas ponen como centro las necesidades de la comunidad y cuando responden a necesidades de la política nacional.
Tal vez radica allí el cambio de mirada del representante y de los representados: uno mira a la tierra natal y cree ser un profeta incomprendido y los otros, escuchan palabras y ven gestos en los que no reconoce al vecino, que conoce de toda la vida, que ya no es el que era.
Cuánta experiencia, cuánta riqueza y cuántos errores que se evitarían si se los quisiera escuchar en conferencias o instituciones que ofrecieran un espacio de reflexión, moderada por el paso del tiempo, a las jóvenes generaciones o a la ciudadanía que vivió aquellos momentos. Pero eso no es común. Siguen siendo mirados como expresiones de partidos que ganan o pierden, como expresión de modelos de país. ¿Cuándo dejaron de ser vistos como vecinos que un día quisieron servir a la comunidad desde la política? ¿O tal vez, cuándo dejaron de serlo?
Creo que toda persona que ocupa un cargo como dirigente vive las mismas etapas. Una primera donde es elegido, tiene iniciativa, es creíble y quiere escuchar. Una etapa de crisis, cuando algunas decisiones ya no gustan, el diálogo se complica, en la que es necesario esforzarse por explicar y escuchar aún lo que no gusta. Una tercera en que el desgaste cansa , el esfuerzo parece en vano y se toma conciencia que es el tiempo de otro. La etapa más crítica y que asegura la vuelta a la tierra natal es la de la crisis: momento de recordar para qué se está adónde llegó y si el motivo son los demás o los sueños personales. Representar es hacer presente en un lugar, en un ámbito aquello que piensan, dicen o necesitan quienes me encomendaron esa tarea. Para alguien que trasciende la ciudad es el momento clave en que tiene que decidir ser el Profeta de la tierra que lo eligió o de tierras lejanas.
¿Cuál será el problema? El profeta o la gente que vive en la tierra natal?
Cuando se vuelve al lugar donde se nació y se experimenta ser un desconocido y no reconocen tu trabajo, tal vez sea porque ya no sos ese que un día partió dejando la tierra que te vió nacer.
Algunos han podido ser profetas en su tierra: aquellos que no olvidaron el origen.
Guillermo Régoli.