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Etiquetas: la tiranía de las dos caras
Por Matías Marchetti (*)
Cuando agarres productos de una góndola, acordate que -así como las monedas- tienen cara y cruz. En el frente del envase vas a leer “sin grasas trans, fortificado con hierro”, pero en el revés vas a encontrarte con un largo listado de ingredientes que tal vez ni sepas qué son.
¿Con esto qué quiero decirte? Que tenemos que adquirir el ejercicio de leer los rótulos de lo que consumimos.
Las etiquetas son la comunicación entre la empresa y el comensal. Y, por reglamentación, su información tiene que ser verídica. Claro que, hecha la ley, hecha la trampa, y hay que saber mirar entre líneas. Tanto el frente como el revés del envase.
Estos son algunos datos a tener en cuenta:
* Los ingredientes aparecen siempre de mayor a menor, es decir, de lo que más a lo que menos contiene el producto. Un dato clave para saber de verdad lo que estás consumiendo.
* Si los ingredientes son más de cinco, se considera que el producto es un ultra procesado. Generalmente a la lista se suman aditivos, colorantes y saborizantes. Nada de eso es alimento.
* Siempre hay que estar atento a la famosa porción. Porque los valores nutricionales los dan basados en ella. ¡No en el paquete completo!
* Mirá siempre la denominación de venta del alimento. Tal vez veas la palabra leche bien grande, pero en algún lugar una letra chiquita puede decir “alimento lácteo a base de leche”. Y no es lo mismo.
* ¿Creés que ese snack “saludable” no tiene azúcar? Ojo si ves cualquiera de estas denominaciones: jarabe de malitol, jarabe de glucosa, jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), fructosa o melasa. Todas son azúcares.
* Cuidado con la palabra light. El Código Alimentario Argentino permite etiquetar como light todos aquellos productos que reduzcan en un treinta por ciento alguno de los componentes de su versión original. Así, una galletita baja en sodio puede decir “light”, sin haber bajado su aporte graso.
* ¿Sin colesterol? Y claro. Todos los alimentos que no contienen derivados animales son libres de colesterol. Agregarlo en el frente de productos de origen vegetal es publicidad engañosa.
La lista es mucho más extensa, pero con este puñado de consejos alcanza para que estés mucho más alerta y puedas elegir más a conciencia los productos con los que llenás tus alacenas. Y acordate: la información siempre nos empodera.
(*) Matías Marchetti es licenciado en Nutrición (MN 7210). Esta columna de de Opinión fue publicada originalmente en la agencia Télam.