.
El personalismo le teme a la tradición ¿Se hace el Tedeum este año?
Por Guillermo Régoli
Cada año que se acerca la Fiesta del 25 de mayo, uno de los temas que resurge es el de la realización del Tedeum: para muchos el lugar donde el gobierno “tiene” que escuchar qué opina la Iglesia de su gestión.
Así se ha ido instalando en la idea social y vuelve a ser un tema recurrente cada año que se vive esta Fiesta, que como tantas otras fechas en nuestra Patria, más que unirnos nos distancia un poco más. Como tantos gestos que han conformado la idea de Patria, esta “Acción de Gracias” está arraigada en la historia y en valores del País.
Cada vez que estos rituales se repiten tienen un doble sentido: mantener valores que la historia nos ha legado y resignificarlos para el tiempo presente. ¿A quién representa el Presidente en el Tedeum y qué representa esta celebración para la sociedad? ¿Algo vale si me representa? En los actos escolares que se llevan adelante en todo el país, luego de los símbolos patrios viene el discurso que invita a repensar sobre esas vidas entregadas, los valores olvidados, y el compromiso que cada uno está invitado a vivir en la construcción de la Patria. No siempre los símbolos dicen a las personas lo que pretendemos: cuántos actos escuchando marchas patrias sin cantarlas, parados frente a los símbolos de manera displicente, pronunciando discursos que no son escuchados con atención, sin faltar la clásica poesía de algún poeta importante leída con poca exclamación que año tras año se vuelven a repetir con el desafío de hacerlo de una manera renovada.
A nadie se le ocurriría sacar estos símbolos porque no lo representa. La realidad es que en una institución, un país, las personas representamos lo que ese lugar significa para la sociedad y no al revés. Cuando uno se pelea con una tradición se peleó con el valor que ella expresaba. Luego cuesta mantener el ritual al sentir que no “expresa“ lo que propone. Un problema grande de la época que debilita esta conciencia de Patria es el personalismo. Cuando aparecen los personalismos por encima de lo Institucional, aparece el mesianismo: esa idea que conmigo viene lo mejor, que los cambios que se hacen eran necesarios, que las futuras generaciones estarán mejor. Nadie por encima de uno: ni la historia, ni la tradición, ni la fe, ni las críticas. Solo, por debajo de quien gestiona, el pueblo, los seguidores, los beneficiarios de su tiempo. La tradición, los valores, marcan un camino. Son una guía, también un límite para que uno no se sienta el mesías esperado. Tanto personalismo nos ha llevado a no valorar las Instituciones: no me cae bien quien pronuncia el discurso, no lo escucho. No importa que sea el intendente, el presidente, el Papa. No puedo respetar lo que representa porque no me representa. El personalismo visto del otro lado. Pesa más quien habla que las palabras que pronuncia.
Sostener las tradiciones es un acto de humildad, de gratitud con el lugar que se ocupa. Garantiza que las nuevas generaciones entiendan que no todo comienza cuando uno llega a un lugar. También representa el desafío de mirar al futuro sin quedar anclado en costumbres viejas y cargar de sentido frente a los cambios de épocas, rituales que hablen de valores trascendentes, no circunstanciales.
Cuando el gobierno pide a la Iglesia la realización del Tedeum, además de revivir lo que hicieron los patriotas de mayo, conservando una tradición de la historia de la Patria, ejercita un acto de conciencia institucional y social de que no somos todopoderosos, que hay valores espirituales que hablan del bienestar de una sociedad y que es necesario conservar porque hablan de lo propiamente humano. Que cuando estos faltan se desdibuja la dignidad del ser humano. Escuchar que algunos valores están débiles, no cuidados, despreciados no debería sonar a crítica sino más bien a una toma de conciencia para redoblar esfuerzos en cuidar esos valores.
El personalismo es un defecto que afianza su idea en el rechazo a las opiniones opuestas disfrazada de respeto por las diferencias, en el desprecio por la tradición porque, si hay pasado, lo nuevo no lo es tanto, o puede ser una continuidad o hasta una equivocación y, en el relato mesiánico. Frases tales como: “nunca antes”, “venimos a hacer justicia”, “la primera vez en la historia”, “con nosotros esto no pasaba”, “escuchar al pueblo es la única verdad” suelen ser comunes porque esta manera de ejercer la autoridad no espera que la historia cuente su gestión, la escribe con la idea que la verdad no existe: es fruto de la percepción y de la interpretación por tanto cuanto más se repita se vuelve una especie de verdad única que lucha contra otras opiniones, contra la tradición y se vuelve mesiánica.
Este 25 de mayo, al presenciar el Tedeum es bueno sentir que mantenemos viva la historia de la que somos herederos y también constructores. Para poder construir más que “escuchar quién dice qué”, es bueno escuchar qué valores vuelven a mostrarse como fundamentales para que cada uno los haga presente en sus vidas. La Patria no la construye el Estado, la construyen las personas haciendo visible en sus vidas las dimensiones que nos hacen humanos: los espiritual, los valores Ellas son la fuente de donde nacen las actitudes que consolidan una Patria. Las estructuras, las instituciones hablan de lo que habita en el corazón del ser humano.