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Diciembre: cómo cerrar el año de manera amigable a pesar de todo
Por Mariana Losano (*)
Llegamos al último mes del calendario 2020, un año complejo en el que, a pesar de la incertidumbre y las pérdidas, es posible finalizarlo desde un lugar de aprendizaje y resiliencia.
Encarar el balance desde los datos resulta clave. Pero no desde datos que alimenten una dinámica de la escasez, sino datos que permitan trabajar desde una perspectiva de abundancia, que muestre con criterios ecuánimes el espacio que habitamos, los límites que supimos diseñar, los puentes que construimos, las zonas de encuentro con nosotros y con los demás.
El 2020 nos desafió a administrar límites y emociones. Las formas sencillas de resolver problemas dieron paso a preguntas más profundas. ¿Esta es la vida que quiero llevar adelante? ¿Con estas personas? ¿De esta manera? Cuando todo se vuelve inestable e imprevisto, ¿qué historias me cuento?, ¿qué historias cuentan otros sobre mí?.
Un mismo dato de la realidad puede ser muy distinto para una persona que para otra. Por eso, buscar en el afuera las respuestas sobre lo que da sentido a nuestra vida puede no ser el camino indicado. Nosotros debemos ser los creadores de sentido sobre lo que nos pasa.
En esta línea, la crisis convocó a muchos a reinventarse. Pero es importante reparar en que la clave es diseñar una identidad unida a propósitos, que es lo que une y lo que forma equipo, comunidad. Y también unida a valores que son los ejes que soportan mi forma de actuar.
En este redescubrir, las pequeñas cosas de la vida pasaron a ser activos en alza. El año en que vivimos en peligro también nos puso en contacto con nuestra escala de apreciaciones.
La salud pasó a ser un bien principal, y al mismo tiempo vimos que no es un absoluto que estará por siempre. Saber transitar esos espacios de dolor por pérdidas de todo tipo implica tomar contacto con nuestras vulnerabilidades y las de otros para trabajarlas de modo colectivo.
El control y la confianza aparecen aquí como modelos contrapuestos para gestionar los miedos. El diseño de la identidad que logremos será un fino equilibrio entre estas dos modalidades. La narrativa del miedo se construye desde la pregunta acerca de a qué le temo. Y al mismo tiempo, en qué me siento confiado para poder gestionar eso que distingo en mí y en el sistema que habito.
Este año también nos dimos cuenta de la importancia del valor de lo comunitario. Desde una mirada sistémica, advertimos cómo nuestro propio hogar aporta también a la construcción del hogar del mundo y cómo todo está interconectado. Hoy vemos que es imposible trabajar sin red, pero somos nosotros los que la generamos. Tampoco está ahí esperándonos en el afuera.
Salir de la “comodidad incómoda” para ir a lo nuevo, nos transforma muchas veces en un punto de apoyo para otros, y eso retroalimenta la reconstrucción y la gestión de los miedos en un viaje de ida y vuelta que crece y nos nutre.
Hoy es tiempo de diseñar la vida que queremos vivir. El tiempo del trabajo a reacción con surcos generados por otros ya no brindará las respuestas que necesitamos en la vida post pandemia. Un aprendizaje que tal vez dolió, pero - valga el oxímoron - potenció nuestra libertad en aislamiento.
(*) Mariana Losano es licenciada en Ciencias Políticas; especialista en Administración de Empresas en Crisis de la Escuela de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Esta columna de Opinión fue publicada en la agencia de noticias Télam.