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Amor y dolor por mi Patria
Por Waldemar Oscar von Hof (*) Especial para EL ARGENTINO
En estos días, en un canal televisivo, pude disfrutar de una entrevista al humorista Luis Landriscina. Me sorprendió su claridad, su capacidad de recordar y contar cuentos, pero sobre todo su análisis de la realidad con sus 86 años a cuesta. En la entrevista hablaba de la rica cultura de nuestro país, de la riqueza en la producción y en la patriada que hacen los maestros en las escuelas sacando adelante a niños con enseñanza y cocinando para ellos. “Soy un enamorado de Argentina” dijo, agregando después: “Pero al igual que a Favaloro, me duele mi patria”.
En las horas de canto en nuestro querido geriátrico en la aldea San Antonio utilizo muchos de los cuentos y de las anécdotas de este querido cuentista. El ánimo de nuestros mayores automáticamente cambia ya que recuerdan algunas de las historias y se ríen mucho de las ocurrencias de este hijo de inmigrantes que ha podido trascender.
En este tiempo post pascual Jesús da a sus discípulos “Un nuevo mandamiento” que dice: “Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos” (Evangelio de San Juan 13: 31-35).
Cuenta don Luis que su maestra lo incentivó a cultivar el don de contar historias, pero creo que su cualidad se resalta debido al amor que le pone a la cosa. Así también lo expresa cuando dice que ama a nuestro país y por eso optó por contar historias de la gente, de nuestros lugares y de nuestras costumbres.
Cuánta razón tiene en afirmar que este país también duele.
Duele la muerte y toda la realidad vivida por Tahiel. Una familia que ha vivido y se ha criado en un contexto de violencia, de consumo y de frustraciones de la que tenemos que hacernos cargo toda la sociedad y no solamente condenando si no preguntándonos con qué gestos de amor podemos salir al encuentro de estas situaciones.
Duele la negación que vive el intendente Constantino de Gilbert, situación que generalmente se hace realidad ante los casos de abusos que ocurren en nuestra sociedad. Son realidades que a partir del mandato de cuidarnos unos a otros ya no pueden quedar en la oscuridad de las dudas y la justicia tiene que actuar.
Duele este país sumido en una guerra de narcotráfico donde nuestros niños son rehenes por que se los impele a consumir para luego transformarlos en vendedores y traficantes. Realidades que ya no están allá lejos en Colombia, si no que están viéndose en nuestros barrios aquí en el interior de Entre Ríos. Nos encontramos con la realidad de que las personas o las instituciones que se animan a denunciar son amenazadas y el resto calla y otorga por que la dádiva, o el miedo, son grandes.
Duele este país que dejó de apostar a los valores del trabajo y de la producción generando el desaliento en las inversiones y el éxodo de todo un país a las grandes ciudades, donde la supervivencia está marcada por un pequeño subsidio y la posibilidad de hacer unos pesos recolectando basura. Loable tarea que emprenden hombres y mujeres, pero es triste cuando es la única salida.
Ante el dolor de la corrupción, de la violencia y de la muerte, que vivimos en este país que nos duele, Jesús nos invita a reactualizar este mandamiento que parece que cayó en el olvido o se desgastó en estos dos mil años.
Este humilde pescador en sandalias nos invita, a partir de la solidaridad, de la rectitud y de la pacificación, a que comencemos con pequeños gestos.
Nos invita a educar con caricias y no con violencias.
Nos invita a hacer evidentes y denunciar los casos de abusos evitando a que las posibilidades de evadir el castigo por medio de absurdas trampas de poder sigan siendo moneda corriente.
Nos invita a ofrecer a nuestros jóvenes, salidas que tengan como base el conocimiento, el trabajo y los valores y no el dinero fácil ofrecido desde el narcotráfico.
Nos invita a comprometernos a cada uno con un poquitito más de cariño para que los pequeños destellos del Reino se hagan visibles y que las risas de los cuentos de don Luis sean nuestra realidad y no los dolores por nuestro país.
(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata y escritor.