En memoria de Rosa
A pesar del tiempo transcurrido desde tu ausencia física, seguís viviendo en mi corazón y en él de todos aquellos que han tenido la dicha de conocerte.
Siento como siempre tu presencia bondadosa y alegre al ver sonreir a tus amados hijos, y te encuentro eternamente viva en la mirada serena de nuestra madre, en cada encuentro familiar, en la felicidad de compartir con el prójimo.
Quienes supimos de tu calidad humana te recordamos por muchas razones, como se recuerda a las personas de corazón bueno. Enseñaste como enseñan los seres grandes de espíritu, con el ejemplo, con tus acciones diarias que no sabían de especulaciones ni conveniencias. Todo lo contrario, diste siempre sin esperar nada a cambio.
Ahora, que estas junto a tu Dios, al que agradaste siempre desde tu fe inquebrantable en nuestro Señor Jesucristo, sé que estás feliz. Y convencido de ello, transformo mis lágrimas en sonrisa, esperanzado en el día del reencuentro eterno que llenará nuestras almas de alegría.
Tu hermano que te recuerda siempre.
Enrique, 11 de mayo de 2012 Este contenido no está abierto a comentarios