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Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
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Cuervos

Cuervos

Mi animal favorito es el cuervo. Aquí en Alemania me hago panzadas de “cuervología” porque hay miles que viven en el Odenwald (Bosque de Odín) que está frente a mi puerta, en lo alto de la montaña. Hay mucho pájaro negro que parece pero no es. Amo al cuervo, grande como un pollo, negro como la noche, protagonista de leyendas interminables a lo largo de la historia.

Los “cuervos deliciosos” del poema de Rimbaud, los cuervos “memoriosos” que guardan recuerdos de mundos pasados, el “majestuoso” cuervo de Poe que “con suave batir de alas entró…” cuando él le abrió la puerta. El cuervo que se lleva volando las almas a la Tierra de los Muertos y con ella se lleva la tristeza que no las deja descansar. El cuervo enemigo de los buhos, que se hace desplumar para confundirse con ellos y los sigue hasta su guarida secreta y cuando localiza el lugar llama a sus hermanos para que los devoren. La hija de Atenea que es transformada por su madre en cuervo para que Poseidón no la rapte. Los dos cuervos triunfantes del escudo de Lisboa, posados sobre una nave, que simbolizan la Reconquista de Portugal. Los cuervos de Esopo algunos tontos y otros despabilados que volaron en mi niñez en la Biblioteca Popular Sarmiento y los cuervos de los cuentos de hadas, hermanos de las estrellas.

El dios Odín tenía dos cuervos. Uno era la memoria y el otro la inteligencia. A la mañana los enviaba a recorrer el mundo y a la noche volvían a contarle todo lo que habían visto. La memoria recordaba y la inteligencia analizaba. El dios temía que no regresara la inteligencia, pero mucho más que no regresara la memoria.

Las Walkirias, hijas de Odín, encargadas de recoger a los héroes muertos en la guerra para llevarlos al paraíso adonde serían revividos, agasajados y preparados para defender al dios en la Batalla del Fin del Mundo, están asociadas a los cuervos. Montadas sobre lobos con alas, revoloteaban sobre los cadáveres buscando a los paladines y parecían cuervos carroñeros eligiendo comida.

¿Por qué son negros? Los escritos bíblicos dicen que Noel mandó a un cuervo blanco (que así eran originariamente) a reconocer el terreno antes de abrir las compuertas del Arca, pero el cuervo demoraba en regresar y decidió enviar a una paloma que volvió como todos sabemos con una rama fresca en el pico. Viéndolo volar feliz, ocupado en el disfrute de su libertad y olvidado de cumplir su encargo, irritó al bueno de Noel que lo volvió negro para siempre.

Apolo tenía sus sagrados cuervos blancos: uno de ellos le contó que su mujer Coronis tenía amores ilícitos, estando embarazada de Esculapio. Apolo enfurecido lo ennegreció por haber divulgado a todos la vergonzante noticia.

La verdad es que el cuervo es un animal magnífico, capaz de hacer asociaciones tan sofisticadas y tener comportamientos tan inteligentes que supera a los primates, con su desarrollo mental igualado a un niño de ocho años. Hablamos de la madurez asociativa de un niño de esa edad, no del lenguaje ni el albedrío, que lo elevan por sobre todos los seres vivientes.

Los cuervos pueden realizar una actividad compleja ordenada en pasos intermedios que no puedan alterarse como levantar una soga que tiene atada una varita pequeña, usar la varita pequeña para alcanzar otra mayor que está dentro de un recinto enrejado y con la vara mayor alcanzar un bocado que espera dentro de un largo tubo al cual su pico no puede acceder.

Los cuervos no logran abrir una nuez. No sólo aprendieron a dejarla caer desde las alturas sobre una roca para que se rompa, sino que ponen las nueces en la calle, esperan que el semáforo cambie a verde para que los coches las aplasten y cuando está otra vez rojo, bajan tranquilamente y se llevan el nutritivo relleno a sus nidos. Viven en pareja, elegida para toda la vida y cuando muere un cuervo, los otros hacen un extraño funeral que consiste en girar en círculo graznando sobre el muerto y luego quedarse un largo tiempo en completo silencio en lo alto de los árboles vecinos, para irse volando sin emitir un solo sonido. Tienen una memoria prodigiosa y son capaces de una comunicación fina usando una gama infinita de graznidos que parecen iguales pero son sutilmente diferentes.

Buscan la compañía humana y pueden ser domesticados. Hablan muy bien, mejor que el mirlo y el loro y pueden imitar a otros animales. Durante el invierno, cuando la comida escasea, emulan los aullidos de los lobos para atraerlos al lugar adonde hay una presa. Los lobos la atrapan y ellos comen los despojos. En un parque de Francia, vi una bandada de cuervos que levantan colillas de cigarrillo y las depositan en un basurero. Fueron amaestrados pacientemente y fascinan a los niños cuando hacen su asombrosa limpieza.

La literatura les dio mala fama; ellos no tienen la culpa de que los románticos los asociaran a tétricas historias de amor y de muerte. El cine agregó su grano de arena, hasta lograr que ver un cuervo sea comparable casi a ver al mismo Satanás. Los lúcidos cuervos se posan sobre las tumbas, presagian tragedias, te sacan los ojos a picotazos, roban dinero y son culpables de casi todos los horrores de la vida. En realidad, los cuervos son rechazados por el hombre por la más simple de las razones: se parecen mucho a él. Omnívoros, comen todo lo que encuentran igual que nosotros. Son oportunistas buscando sobrevivir, se reúnen en comunidades cerradas pero preservan su nido y lo vigilan. Esconden sus riquezas y recuerdan el lugar secreto. Si otro animal lo descubre, cambian rápidamente de sitio…y a veces simulan que su tesoro está en el lugar adonde no está. Los hijos viven largamente con los padres, en muchos casos nunca se separan y…¡la máxima, estimado lector!....cuando la pareja sale a buscar comida, dejan un cuervo joven como niñero para que cuide a los polluelos hasta el regreso. Suelen nacer cuervos blancos, pero casi nunca llegan a adultos porque la madre se los come. No quieren hijos de otro color que no sea negro. Una vecina encontró un pichón caído del nido. Lo llevó a su casa, vigilado por los padres que revoloteaban. Como era primavera, pudo instalarlo en el balcón, adonde lo alimentó y cuidó, dejando que los padres vinieran a verlo. Con el tiempo el pequeño creció y levantó vuelo, pero siempre regresa al balcón a buscar comida, junto con otros cuervos. Un día, mientras limpiaba el comedero, mi vecina encontró un tornillo; no le dio importancia hasta que empezó a encontrar todo tipo de objetos: tapas de hojalata de botellas, pedazos de vidrio, botones y trozos de metal brillante, entre otros. Pronto comprendió que los objetos eran regalos de los cuervos como agradecimiento por la comida. Tantos rasgos compartidos con nosotros, hacen a estos pájaros casi “personas”. ¡Jajaja!... En Tokio y otras grandes ciudades comparten los espacios con confianza de palomas, pero aquí en este bosque salvaje de jabalíes y ciervos, no soportan que te acerques mas de treinta metros y huyen al cielo.

Muchos buscan un perro para que los acompañe; yo busco un cuervo. Dejo comida todo el tiempo en mi alto balcón para que alguno se digne a bajar, pero son muy huidizos, como lo es la belleza. Me encantaría tener un cuervo que fuera libre pero acudiera a mi llamado, entrara en casa y se quedara un rato conmigo. En verano entran a menudo unos negros “pajarracos” pestilentes que saco a escobazos. No querido lector, no son cuervos, son murciélagos. Pipo Fischer

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