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Diario El Argentinolunes 20 de mayo de 2024
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A nueve meses del fallecimiento de Liliana Leonhardt, aún se espera la autopsia para saber si hubo o no mala praxis

A nueve meses del fallecimiento de Liliana Leonhardt, aún se espera la autopsia para saber si hubo o no mala praxis

Lorena Leonhardt es hermana de Liliana, quien falleció el 3 de octubre del año pasado, luego de 31 días de calvario internada en el Centro Médico San Lucas. “A nueve meses de tu partida y sin respuestas” es el crudo, pero conmovedor relato de Lorena, que espera que el doctor Luis Moyano, del Cuerpo Médico Forense de Entre Ríos, envíe el informe final de la autopsia realizada el 13 de octubre de 2017. Un tiempo demasiado prolongado y que despierta muchas sospechas. A continuación, el relato de Lorena Leonhardt describiendo lo padecido por su hermana Liliana, como uno de los últimos intentos para conmover a las autoridades del Poder Judicial para que el servicio se cumpla en tiempo y forma.

Por Lorena Leonhardt

Liliana tenía 51 años, y padecía hipotiroidismo (controlado con medicación) y dolor lumbar habitual, para lo que su traumatólogo le recetaba Diclofenac. No consumía corticoides de manera habitual, como los médicos indicaron en la Historia Clínica.
El 29 de agosto de 2017, a las 15:30 mi hermana asistió a la guardia del Centro Médico San Lucas por un dolor lumbar que se extendía hacia su pierna izquierda. 
El neurocirujano que la atendió, doctor Víctor Muñoz diagnosticó -sin estudios previos- Bursitis de Trocánter, inflamación de las estructuras que cubren el trocánter mayor, que es la parte más externa de la cadera. Ese fue el primer diagnóstico que tuvo mi hermana.
El médico la infiltró con Lidocaína y Betametasona, drogas compradas por el marido de Liliana a pedido del médico en una farmacia. Cobró sus honorarios (500 pesos por la consulta, 500 pesos por la infiltración) ya que según él la obra social no cubría dicho procedimiento.
Esa infiltración se realizó en un box de guardia, sin asistencia radiológica, en ambos glúteos… mientras el doctor Muñoz aseguraba que en media hora pasaría el dolor completamente… y luego de indicarle a Liliana que vuelva a su casa, se retiró.
Ese mismo día, a las 21:30 debimos llamar a la ambulancia de la clínica, y Liliana fue trasladada. El médico encargado del traslado fue el doctor Brun. Los dolores lumbares de mi hermana eran peores a los previos a la infiltración. 
Fue ingresada a terapia intermedia con la presión arterial muy elevada (la cual fue atribuida al dolor que ella sentía) y bradicardia (es decir entre 40 y 50 pulsaciones cardíacas).
Además, presentaba hiperglucemia (que ellos atribuyeron a su consumo habitual de corticoides, siendo que los únicos corticoides que recibió fueron los de la infiltración). 
Se le administraron medicamentos para el dolor (Diclofenac) y para regular la presión elevada. En ese momento, la médica clínica, doctora Natalia Wessolowski, tiene una discusión con el médico que la había infiltrado, sugiriendo que se le hiciera una resonancia para buscar la causa del dolor. Sin embargo, el doctor Muñoz reafirmó su diagnóstico: Bursitis de Trocánter.

Otro diagnóstico

Dos días después, el 31 de agosto, se le realizó una resonancia, donde se pudo apreciar una doble hernia de disco (en el segmento L4L5). Y es cuando dieron un segundo diagnóstico, esta vez: Radiculopatía.
Le indicaron más Diclofenac y un rescate de Morfina cada dos horas. Programaron un bloqueo, para el cual era necesaria la asistencia de un tomógrafo, pero el aparato se rompió justo en ese momento. 
El director médico de la clínica, y especialista en ortopedia y traumatología, doctor Emilio De Zan, informó en la Historia Clínica que se continuaría con el plan analgésico y control por consultorio externo.
Al otro día, la doctora Wessolowski dejó asentado en la Historia Clínica de Liliana, que mi hermana seguía con hipertensión asociada al dolor; pero de todos modos indicó el alta médica con medicamentos para tratar la hipertensión y varios analgésicos, entre ellos Codeína Fosfato, la cual se transforma en Morfina de lenta liberación en sangre.
Liliana seguía mal, y el 2 de septiembre debió reingresar a Terapia Intermedia, sin poder caminar ni flexionar el abdomen.
El dolor lumbar que sentía era tan fuerte que la médica que la asistió, doctora Toledo, anotó en la Historia Clínica que, del 1 al 10, el dolor que padecía Liliana era extremo y estaba valorado en 9.
El terapista y cardiólogo, doctor Marcelo Ríos, indicó en el informe médico que la bradicardia asociada a Liliana era de 40 por minuto, que además presentaba hipertensión arterial.
A raíz de ello decidió dejarla en terapia para realizar un monitoreo cardíaco y manejo del dolor, indicando varios medicamentos.
El 4 de septiembre, Liliana fue evaluada por el terapista Gustavo Roldán, y la pasaron a piso sin avisarnos. Sin embargo, en la Historia Clínica los médicos anotaron que sí nos habían informado a los familiares de dicha situación.
Los dolores que padecía mi hermana no cesaban, y no tenía movilidad de la pierna izquierda. Sentía cambios bruscos de temperatura que se alternaban entre frio y calor, mientras que sus piernas estaban heladas… comenzó entonces a tener un fuerte deterioro sensorio, es decir, una degeneración neuronal; cólicos, vómitos y diarrea con sangre desde esa tarde. 
Los vómitos, la diarrea con sangre continuaron al día siguiente, Liliana estaba realmente muy mal y todavía no podían dar con el diagnóstico. Ese día, la doctora Wessolowski indicó Ciprofloxacina (antibiótico) porque los glóbulos blancos habían aumentado bastante y no se sabía aún la causa.

Deterioro sensorial

El deterioro sensorio de mi hermana era cada vez mayor. Una enfermera nos advirtió que hacía ya varias horas que la vía del suero estaba infiltrada y que la medicación no estaba pasando.
Liliana permaneció 48 horas sin que se realizara una corrección de la vía. Estuvo sin hidratación ni medicación. Recién ese día, la doctora Wessolowsky puso en la Historia Clínica que se haría una “posible interconsulta con gastroenterología”. Es decir, Liliana todavía no había sido evaluada por un gastroenterólogo a pesar de todos los síntomas.
Al día siguiente, el 6 de septiembre, el recuento de glóbulos blancos había aumentado mucho más. Se pidió la interconsulta con el doctor Dardo Caraballo (gastroenterólogo), y él dio el tercer diagnóstico: presunta Colitis pseudomembranosa –infección del intestino grueso (colon) debido a una proliferación excesiva de la bacteria Clostridium difficile (C difficile)– y se envía el cultivo al Hospital Malbrán para identificar la bacteria.
El doctor Caraballo indicó Metronidazol para tratar la supuesta infección, pero no había realizado una colonoscopía para determinar dicho diagnóstico, y como tenía un congreso en Rosario, dejó indicado que si Liliana seguía así en 48 horas debería ser derivada a un centro de mayor complejidad. 
Esa misma tarde, el neurocirujano, doctor Guillermo Escalada, nos informó que hasta tanto no se revirtiera la infección que tenía Liliana no podían programar una cirugía de columna. Y la doctora Wessolowsky nos manifestó que había iniciado los trámites de derivación con la obra social Ostrac.
Al otro día el cuadro gastrointestinal de Liliana empeoró muchísimo… con un intenso sangrado rectal y vaginal, fuerte dolor y distensión abdominal… estaba sufriendo un dolor indescriptible. Y a pesar de estar haciendo todo lo que estaba a nuestro alcance por ella, la impotencia nos vencía.
Los médicos decidieron probar con otro antibiótico: Vancomicina. 

Traslado

Fue tal la insistencia en derivarla por no haber gastroenterólogo en la ciudad y dado que el tomógrafo estaba roto, que trasladaron a Liliana a Cedime, un centro de diagnóstico por imágenes. 
La indicación era clara, debían realizarle una tomografía sin contraste. A esa altura dudaban si había perforación intestinal, y era muy peligroso el suministro de contraste oral… pero por error la hicieron con contraste. 
En la TAC se detectó que Liliana presentaba un derrame pleural bilateral, distensión de intestino delgado, abundante líquido en su interior y Ascitis (acumulación de líquido en el área que rodea a los órganos en el abdomen). 
También le realizaron una radiografía, y se evidenció un aumento del área cardíaca consistente con una dificultad respiratoria y silueta cardíaca globulosa.
A todo esto, Liliana seguía sin vía, sin suero. Recién esa tarde (luego de 48 horas) el cirujano Ignacio Zas, logró colocar la vía central.
Ya habían transcurrido nueve días desde la primer consulta de Liliana. Y en nueve días el deterioro fue tremendo. 
Recién en ese momento se decidió llamar –por primera vez– al infectólogo del sanatorio, doctor Ignacio Bourlot, quien no pudo acercarse al sanatorio porque había sido intervenido de la rodilla recientemente. Sin embargo, indicó que a Liliana se le agregara más Metronidazol endovenoso… los glóbulos blancos seguían aumentando, y la causa seguía siendo desconocida.
Ese mismo día, 8 de septiembre, trasladaron a mi hermana al Centro Jeannot Sueyro con la intención de realizarle la colonoscopía cuatro días después del comienzo de la hemorragia digestiva baja). El cirujano, doctor Juan Boari, realizó dicho procedimiento.
Lo que se buscaba era determinar si Liliana tenía Pseudomembranas, que confirmaran el diagnóstico de Colitis pseudomembranosa. En el informe, Boari indicó verlas con claridad y me manifestó que el estado de mi hermana era muy grave.
Llamó a la doctora Wessolowski para decirle que siguiera con el tratamiento, ya que sin dudas lo que tenía Liliana era Colitis pseudomembranosa. Entonces comenzaron a suministrarle más antibiótico vía rectal, para combatir la supuesta -y confirmada por el doctor Boari- Colitis pseudomembranosa.
El cuadro de Liliana empeoraba minuto a minuto y fue trasladada a terapia intensiva.
Los estudios que le realizaron al día siguiente, 9 de septiembre, indicaron que su nivel de sodio en sangre era muy bajo, que presentaba compromiso neurológico, insuficiencia renal aguda y abdomen agudo.
Todavía no había habido respuesta por parte de la obra social de hacer la derivación.
Las horas pasaban y el cuadro de mi hermana era cada vez más desalentador. Al día siguiente, Liliana presentaba un mal manejo de secreciones, rigidez de nuca, signos de meningitis. Entonces, decidieron realizar una intubación para asistir su respiración mecánicamente.
También le realizaron una punción lumbar para saber a ciencia cierta si tenía meningitis, el resultado fue negativo. Pero, los glóbulos blancos seguían subiendo. Ese día le realizaron otros estudios en Cedime.
El 11 de septiembre, el gastroenterólogo volvió de su congreso en Rosario y realizó la colonoscopía. No encontró pseudomembranas.
Descartó el diagnóstico de Colitis pseudomembranosa que él mismo había supuesto y que el doctor Boari había confirmado, y diagnosticó (cuarto diagnóstico): Megacolon Tóxico. 

Más calvario

Decidieron no operarla (esperando el resultado del cultivo del Malbrán) a sabiendas de que el resultado de la colonoscopía era diferente, e incluso con un diagnóstico distinto al que presentaba anteriormente, es decir, que el resultado del cultivo no era relevante a estas alturas.
Insistían en derivarla, y comenzaron a transfundirla. Ese día le administraron siete unidades de sangre.
Estaban completamente perdidos, tal es así, que el médico de Terapia de ese momento, doctor Gustavo Roldán ve la TAC y escribe en la Historia Clínica “edema cerebral”.
El 12 de septiembre llegó el resultado del cultivo: negativo. Recién en ese momento decidieron operarla. 
Le practicaron una Colectomía total (es decir le sacaron el colon por completo). Encontraron sectores de isquemia parciales en colon (quinto diagnóstico de Liliana).
Entre las varias contradicciones que ocurrieron ese día, en la Historia Clínica escribieron que los familiares no estábamos presentes a la hora de dar el informe post operatorio, sin embargo, estábamos todos ahí y recibimos dicho informe.
Incluso, nos informaron que debieron comenzar con hemodiálisis debido a que los riñones de Liliana no funcionaban.
A la 1:30 de la madrugada del 13 de septiembre, horas después de la operación, Liliana entró en shock hipovolémico. Nos llamaron para que fuéramos al sanatorio porque el cuadro era muy grave.
Le habían transfundido tres unidades más de sangre. Liliana sangraba mucho por los drenajes.
En medio de toda esa situación, desesperante para nosotros, y momentos críticos para mi hermana, debimos presenciar una importante pelea entre el anestesista Mario Martínez Goñi, el doctor Ignacio Zas (cirujano), y el doctor Javier Geuna (jefe de Terapia). ¡No se ponían de acuerdo en la decisión de operarla!
Ese mismo 13 de septiembre, a las 10 de la mañana la ingresaron al quirófano, nos advirtieron que era muy poco probable que la salvaran. 
El cirujano, doctor Zas, nos comentó incluso sobre la posibilidad de utilizar un packing para control de hemostasia (apósito de gasas para evitar la hemorragia interna, que se deja luego de realizada la cirugía y que se retira dentro de las 48 a 72 horas posteriores). 
Liliana fue operada. En el informe post operatorio (con varios familiares como testigos), nos confirmó que no había sido necesario extirpar el bazo, que con solo cauterizar algunos vasos sanguíneos había sido suficiente, y que tampoco se dejó packing.
En el protocolo quirúrgico que consta en la Historia Clínica dice que extirparon el bazo en su totalidad, y en el preliminar de autopsia se describe: apósito en lecho esplácnico (compresa de gasas encontrada en el abdomen).
El 14 de septiembre continuaron transfundiéndola y solicitaron una interconsulta con un hematólogo, doctor Gota.
Los siguientes días, Liliana permaneció dormida…seguían transfundiéndola. Nos dijeron que, si bien tenía una estabilidad clínica, su estado era crítico.
Para el 18 de septiembre, mi hermana presentaba lesión en las corneas, candidiasis en vagina, pliegues inguinales y glúteos. Nos pidieron que compráramos una crema para tratar esos hongos en los pliegues. Había estado los dos últimos días con fiebre, comienzan a tratarla con un antimicótico y rotan los catéteres… Sin embargo, y a pesar del bajo débito de diuresis, decidieron no dializarla.
Ya habían pasado 21 días de este calvario que estaba atravesando mi hermana. Se había solicitado su traslado varias veces y debido a la gravedad del estado en el que se encontraba y a la falta de respuestas, enviamos una Carta Documento a la obra social.
El 19 de septiembre Liliana evolucionó… a pesar de la fiebre, y se reinició la hemodiálisis.
Al día siguiente, ante la falta de respuesta por parte de la obra social solicitamos una medida cautelar de urgencia invocando el derecho a la salud con peligro de vida. Todo esto consta en el expediente de la causa.
La fiebre de Liliana no cedía; además, luego de la sesión de diálisis decidieron retirar ese catéter. Solicitaron diversos estudios: serología para Chagas (el resultado dio negativo) y control de TSH (tiroides) Liliana había pasado varios días sin recibir la medicación para su hipotiroidismo y el resultado dio mal. Le empezaron a suministrar dosis altas para controlar su tiroides.
Por la noche, la obra social, previa coordinación con el doctor Santiago Alcántara y el doctor Geuna trianguló el traslado de Liliana a la clínica La Merced, de Marín Coronado.
El mismo doctor Geuna me había dicho que había trabajado para un servicio de ambulancias hacía unos años en Buenos Aires y llevaban pacientes a esa clínica, y el lugar era de temer. 
La ambulancia llegó esa noche, mientras nosotros redactábamos la cautelar en el estudio de abogados. El jefe de terapia y el chofer de la ambulancia me llamaron preguntando qué hacer. Le manifesté al jefe de terapia –doctor Geuna-, que no entendía el motivo de su llamado. Ya habíamos hablado que La Merced no era una alternativa sanitaria para Liliana según su recomendación. No se la trasladó.
El 21 de septiembre de 2017, el doctor Ghiglione asistió, por orden judicial, a ver en qué estado se encontraba Liliana.
El terapista en ese momento era el doctor Juan García, y él dijo que el estado de mi hermana había mejorado, que estaba estable, y que no era bueno en ese estado de mejoría, trasladarla con el respirador. 
El doctor Ghiglione le manifestó al juez que no había peligro de vida, y la medida cautelar solicitada, fue rechazada. De hecho, el doctor García dejó eso asentado en la Historia Clínica.
Al día siguiente, le dijeron a mi sobrina que su mamá estaba en franca mejoría. Que se volviera a La Plata, donde estudiaba en la universidad.
Intentaron sacarle el respirador, pero Liliana no pudo manejar las secreciones bronquiales y debieron conectarla nuevamente. Nosotros no habíamos advertido ninguna de las mejoras que ellos manifestaron.
Los signos de agotamiento de Liliana eran cada vez más evidentes, seguía hipertensa, con taquicardia, sudorosa… ellos indicaban más analgésicos.
El 24 de septiembre, el médico de terapia, doctor Vladimir La Rosa González, manifestó que Liliana tenia pérdida de fuerza, menos reflejos, su presión era inestable y presentaba una atrofia muscular muy evidente. Y decidió administrarle lo mismo que le dieron durante toda su internación: antiinflamatorios no esteroideos (AINES). 
Ese día, en mensajes por WhatsApp que tuve con el jefe de la terapia, él me dijo ¡que los aines podían provocar o agravar la isquemia!
En la visita de la tarde, encontramos al doctor La Rosa durmiendo…y a Liliana con materia fecal en heridas, orificios de drenajes, vagina y escara sacra.
Si bien la escara no figuraba a la fecha en la Historia Clínica (se relata como posterior), era oscura y profunda. Junto a Ezequiel, el enfermero, la limpiamos. Pedí que por favor despertaran al médico y éste me diera una explicación.
Lo que me dijo fue que Liliana debía tener colocadas bolsas de ileostomía, no de colostomía, que era la que tenía.
Me explicó que esas que utilizaban eran muy chicas, y que la materia fecal de la ileostomía es muy líquida, por lo tanto, se rebalsaban todo el tiempo. 
Era domingo. Llamé por teléfono al doctor Geuna. Me dijo: “Seguramente bolsas hay en la Farmacia del sanatorio, pero la llave la tenía la encargada, y los fines de semana no estaba, porque viajaba a Buenos Aires”.
Iván, el hijo mayor de Liliana, recorrió todas las farmacias de la ciudad. Ese tipo de bolsas no se venden al público. Decidimos fabricar nosotros unas bolsas provisorias junto a Ezequiel.
Al día siguiente, lunes 25 de septiembre, recibí un mensaje del doctor Geuna con una foto de la bolsa de ileostomía: Liliana tenía colocada una y según Geuna la había conseguido el cirujano que la había operado.
Ese mismo día, el cirujano, doctor Román Seva, se comunicó vía telefónica con el marido de Liliana para informarle que se la ingresaría a quirófano para hacerle una traqueostomía, ya que la asistencia respiratoria mecánica había sido muy prolongada.
Una vez realizada la traqueostomía, notaron que el tubo no estaba bien colocado y realizaron una maniobra para arreglarlo, pero a Liliana no se la notaba cómoda respirando, no se expandía bien el pulmón. 
Un rato más tarde, nos encontramos en la habitación de terapia con el doctor Zas, que nos dice que no debíamos preocuparnos por el episodio del día anterior, por la materia fecal encontrada en todo el cuerpo, porque “la materia fecal no infectaba las heridas”.

Final abierto

Al día siguiente nos informan que mi hermana presentaba desnutrición severa. El brazo izquierdo se encontraba hinchado desde hace días; tenía el doble de su grosor habitual. En la clavícula, sobre ese brazo, tenía colocada la vía parenteral por donde la alimentaban. Sus piernas y brazos estaban inmóviles. La escara sacra tenía muy mal estado, me ofrecí a tratarla y me permitieron ingresar a terapia y hacerlo con ayuda de la enfermera.
La fiebre seguía, tenía dificultades para respirar, creímos que posiblemente se debía a que la traqueostomía estaba mal realizada, continuaron administrándole analgésicos.
Pidieron una interconsulta con ginecología por flujo vaginal patológico, había tenido materia fecal dentro de la vagina por el episodio de la bolsa.
Los días pasan y su estado seguía empeorando. El 28 de septiembre al hecho de no poder mover brazos ni piernas, se suma que ni siquiera podía mover los dedos. Estaba muy hinchada, le costaba muchísimo respirar con la traqueostomía. 
El kinesiólogo la movió y ella se mordió hasta sangrar del dolor que eso le provocaba, y por la traqueostomía no podía hablar, con los labios me dijo “no más”. Lloraba… sentía mucho dolor, tenía sus piernas heladas y sin color.
En los días siguientes el cuadro no mejoraba: la fiebre, el deterioro sensorio y la taquicardia continuaban… se le transfundió una unidad de sangre, le practicaron una tomografía que mostraba mucho derrame pleural izquierdo.
Tenía la piel fría, sudorosa y de color marrón amarillento. Mucho edema generalizado. Continuaron administrándole analgésicos.
Para el 1° de octubre, un mes de esta pesadilla, mi hermana estaba irreconocible. El edema hizo que la cara quedara hundida en una masa inflamada. Tenía un bulto en el costado del cuello. El doctor Ríos nos dijo que el edema es normal, que no se debía a sepsis. Preguntamos si era necesaria diálisis para eliminar el líquido, dado que no era infección, y nos respondió que la diuresis era normal.
El 2 de octubre Liliana tenía severo fallo multiorgánico, sangraba mucho por las heridas, hacia días que se la veía muy hinchada, y tiene un shock hipotensivo.
Liliana falleció el 3 de octubre de 2017. El lateral de su cabeza, cuello y heridas del abdomen supuraban. La velamos a cajón cerrado.
El reclamo que inicié desde que falleció mi hermana no solo se debe a que nunca pudieron determinar qué era lo que tenía, hubo un sinfín de irregularidades, y ella estuvo expuesta a muchos riesgos.
Por ejemplo, el sanatorio trae los alimentos para los pacientes con servicio de viandas en moto.
En la terapia se permite entrar con bolsos, carteras, sin colocarse ropa especial. Tampoco usan jamás barbijo, ni el personal de enfermería, ni los médicos, ni las visitas.
A Liliana no se le preguntó nuca por sus antecedentes médicos, tampoco consta eso en la Historia Clínica, solo su hipotiroidismo. Pasó muchos días sin que le suministraran T4.
Jamás se nos preguntó sobre síntomas preexistentes, hábitos, o qué medicación tomaba. Sin embargo, en su Historia Clínica dice que ella “hacía uso habitual de corticoides”, lo cual es falaz.
En todo momento el jefe de la terapia, doctor Geuna, me manifestó no saber la causa del deterioro de Liliana. Ambos investigábamos en internet qué podía estar ocasionando todo. Y él me hablaba siempre de esperar un milagro.
El 13 de octubre de 2017 se ordenó su autopsia.
La pericia final a cargo del jefe del Cuerpo Médico Forense de Entre Ríos, doctor Luis Moyano, aún no llega.
¡Por eso reclamamos Verdad y Justicia!

 


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