POLÍTICA
Denuncian que Michel proyecta su sombra sobre la AFIP
Un conjunto de legisladores descubrió la oportunidad que ofrece la vulnerabilidad parlamentaria del Presidente; enfrente de este mosaico opositor al que está atado el destino de Milei, aparece un kirchnerismo enigmático
La gravitación de Massa en el nuevo gabinete sigue siendo misteriosa. Guillermo Michel proyecta su sombra sobre la AFIP a través de Juan Conte, el subdirector financiero, que está a cargo de las contrataciones.
Pero Michel no pudo aún garantizarse una colina decisiva: la subdirección de Auditoría Interna, para la que impulsó a Cecilia Jorge, quien fue la auditora de la Aduana durante su gestión. La nueva interventora, Florencia Misrahi, le habría puesto un límite.
Y ahora quiere controlar la embajada en el Vaticano, a través de su amigo Jorge O’Reilly. Este piadoso desarrollador inmobiliario tiene una confianza ilimitada en la clemencia del papa Francisco. Sencillo: O’Reilly formó parte de la conjura maquinada por Massa, en combinación con Esteban Caselli, el obispo Oscar Sarlinga, y el exejecutivo de Aeropuertos Argentina 2000 Emilio Noseda, para defenestrar a Jorge Bergoglio cuando se desempeñaba como arzobispo de Buenos Aires. Néstor Kirchner quería ver rodar esa mitra. Pero rodó la de Sarlinga. O’Reilly se jacta de que el Santo Padre lo perdonó, cargando todas las responsabilidades sobre Massa, que le hizo morder la manzana de la rebelión. ¿Será verdad?
Sobre la influencia del exministro de Economía en el gobierno de quien lo derrotó circulan muchas fantasías. Algunas escabrosas. Carlos Maslatón ya se encargó de atestiguar, en el programa “La Mirada, de Roberto García, que Massa financió a Milei para dañar a Juntos por el Cambio. Ahora aparece este interrogante: ¿alguien filmó a los que recibían el dinero?
Responde un íntimo de Massa: “Sergio sería incapaz de ordenar eso”. Es una aclaración importantísima. Porque nunca una campaña presidencial estuvo tan contaminada por el espionaje clandestino como la que tuvo al caudillo de Tigre como competidor. Basta releer las notas que Hugo Alconada Mon publicó en LA NACION sobre esos vicios.