Quinientas personas están evacuadas y casi 200 son asistidas en centros de contención
El río es inseparable de la historia, presente y futuro de Gualeguaychú. No sólo le da nombre a la ciudad, sino que la vida transcurre con sus vaivenes.
El río es motivo de impacto social, siempre. Es recurso de estrategias de vidas, es oferta turística y como hoy, es preocupación colectiva a raíz de su desborde.
Es la situación periódica, reiterada con los años, de los pueblos ribereños. Hoy es más evidente en toda la cuenca del rio Uruguay. Hoy esa serpiente líquida interpela también a los modelos de desarrollo: represas, desmontes, cambio climático. Las facturas llegan todas juntas.
El gobernador Sergio Urribarri, en base a datos técnicos, lo enmarcó: “Estamos viviendo una de las diez inundaciones más importante en toda la historia del río Uruguay”.
Más cerca en lo cotidiano, en el aquí y ahora, se encuentran las familias evacuadas, aquellas que conviven con el río y que ante cada crecida deben desprenderse de lo mucho o poco que poseen.
La familia de doña Juana Morales, seis hijos, ya conoce las inundaciones y con ella la situación de vivir evacuados. “Pero cada vez es distinto, aunque la tristeza sea la misma”, dice Juana con la serenidad que le dan los años.
Como todos los que están en el Polideportivo, los Morales provienen del Barrio Munilla, lindero al Puerto.
“Esta vez el agua me ganó. Cuando llegué a mi casa ya estaba todo inundado y apenas alcancé a salvar unas poquitas cosas”, narra Juana Morales. “Ahora quedaron en la casa dos hijos, arriba del techo, cuidando las pocas cosas que quedaron. Dentro de un ratito les vamos a llevar ropa seca y comida caliente, para que aguanten la noche”, sostiene esta vez con una inocultable tristeza.
“En el Polideportivo estamos bien, dentro de lo que nos toca vivir”, resume Villalba, que tuvo que evacuarse con su esposa y sus tres hijos. “Estamos agradecidos por la ayuda, pero la tristeza nos gana, como nos ganó la inundación”, dice con la voz característica del que sabe que debe volver a comenzar.
En el Polideportivo hay 35 niños y 16 adultos evacuados, pero las autoridades de Defensa Civil están preparadas para recibir a muchos más.
En el Puerto la situación no es muy distinta. Allí hay aproximadamente 150 personas.
“Si sumamos a los casi 300 autoevacuados, más los que están en el Puerto y en el Polideportivo, hay aproximadamente quinientas personas viviendo una situación desesperante más allá de la contención y ayuda que están recibiendo”, reconoció el intendente Juan José Bahillo.
La lluvia, un intenso viento y la altura del río presagian que lo peor aún no ha sucedido. “Más que mirar el comportamiento del río, observamos lo que va a hacer el cielo”, explicó Bahillo para dar cuenta “que el río está saturado y por lo menos rogamos que baje medio metro para dar lugar si cae una lluvia copiosa”.
Anoche personal militar del Regimiento de Tanques 12 preparó la cena en los Galpones del Puerto y desde allí se distribuyó al otro centro de evacuados en el Polideportivo. Los tallarines con tuco llegaron para interrumpir los juegos de niños y la ronda de mates de los adultos. Parecía una gran Eucaristía más que una cocina de campaña. Niños y madres haciendo filas con sus platos; compartiendo lo que más atesoran: sus propias vidas. Y al mismo tiempo alimentándose de la misma esperanza: volver cuanto antes a sus casas.
En ambos centros las familias no quedan en actitud pasiva: se ayudan unos a otros, se consuelan, se dan ánimo. “Una extraña el barrio, la casa. Los gurises dejaron hasta los juguetes. Aunque estemos bien atendidos, todo el día pensamos en nuestro hogar”, dice Yanina Ríos, hija de Juana Morales.
“Desde Salud completamos los esquemas de vacunación de los niños y aprovechamos para dar un tratamiento de profilaxis preventivo contra la leptospirosis”, indicó el subsecretario de Salud y Medio Ambiente de la Municipalidad, Martín Piaggio.
Defensa Civil centraliza en el Corsódromo toda la ayuda que pueda brindar la comunidad. Especialmente se necesitan zapatillas y pañales. “Pero todo será bienvenido”, se aseguró.
En materia de seguridad, tanto la Policía como Prefectura han diagramado –en cada jurisdicción territorial- un esquema de prevención que permita a las familias evacuadas tener más tranquilidad sobre sus pertenencias.
En los centros de evacuados, cada rincón es una familia y cada familia espera más que nadie que las aguas bajen. Gracias al aceitado mecanismo de asistencia, esa es su mayor preocupación.
Anoche el río había llegado a la marca de 3,90 metros y con esa medición las miradas se dirigieron hacia el cielo: espantar las tormentas, pero también rezar para que la situación vuelva a su normalidad.
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