VA DE LIBROS
La tiranía del mérito
La elección de Donald Trump en 2016 llevó a la cima una forma de comunicación pública que hace alarde de lo “políticamente incorrecto”.
Por Yanina Welp
El auge de la incorrección política se ha explicado como reacción ante el lenguaje que busca eliminar la discriminación y, en parte, se ha traducido en formas de censura o cancelación. La Va de Libros de hoy se ocupa de un argumento alternativo: La tiranía del Mérito (Ed. Debate 2023), obra del filósofo político Michael S. Sandel. Parece que una cosa no tiene mucho que ver con la otra, siga leyendo y verá que sí.
Sandel explica que su inquietud por el tema surgió al estallar un escándalo que afectaba a las universidades más prestigiosas de Estados Unidos.
Se trataba de un fraude que facilitaba a hijos de multimillonarios entrar sin tener las credenciales de excelencia requeridas, con sobornos para cambiar las puntuaciones de los estudiantes o para la admisión de los mismos en equipos deportivos.
Entre uno de los muchos casos, una familia pagó a Singer 1,2 millones de dólares para que su hija fuera admitida en Yale como nueva incorporación al equipo de fútbol de la universidad pese a que ella no jugaba fútbol. ¿Por qué la ansiedad por conseguir estas credenciales a cualquier precio?
Sandel señala que la cuestión del mérito divide a conservadores y progresistas menos de lo que parece. Los conservadores piensan que cualquier discriminación positiva, por ejemplo, en forma de cuota o cupo, socava la idea del acceso por méritos.
Los progresistas piensan que la corrección de desigualdades de acceso no es otra cosa que un mecanismo para evitar los límites al talento que puedan provenir de condiciones estructurales. Sin embargo, ambos adhieren al ideal de una sociedad meritocrática. Atención, Sandel no está en contra de que sean profesionales preparados quienes se encarguen de las tareas en los ámbitos en que dicha formación se requiere.
Lo que encuentra cuestionable es la concepción del éxito y del fracaso social que se desprende de la forma de concebir la meritocracia porque genera humillación en los ‘perdedores’ (que no se habrían esforzado lo suficiente) y un sentimiento de superioridad moral en los ‘ganadores’ (que tendrían lo que se merecen por mérito individual). Esto socava el bien común, como veremos.
Los capítulos del libro van dando cuenta de argumentos, datos y análisis de discurso centrados especialmente en Estados Unidos.
Por ejemplo, señala que una de las fracturas políticas más profundas en el país se explica por tener o no estudios universitarios. En 2016, Trump consiguió dos terceras partes de los votos de los blancos sin titulación universitaria mientras Hillary Clinton se impuso entre los votantes titulados.
Quisiera detenerme en tres argumentos. Primero, el malestar cultural que la tiranía de la meritocracia ha generado.
La revuelta populista en Estados Unidos y Europa es una reacción negativa dirigida contra las élites, pero en particular contra los partidos liberal-progresistas y de centro izquierda. Una clave de esta reacción la encuentra Sandel en la retórica del ascenso social, en la idea de “llegar tan lejos como el talento lo permita” (una frase usada en centenares de ocasiones por Barak Obama) que identifica el “llegar lejos” con credenciales universitarias y éxito económico.
Esta concepción del mundo genera una visión extremadamente limitada del éxito, la realización personal y la felicidad. También genera humillación y resentimiento porque conduce a despreciar otras elecciones y minusvalorar un mundo de actividades indispensables para el funcionamiento de la sociedad.
Segundo, el gran malentendido en la concepción del talento como mérito individual. Ser un excelente jugador de fútbol hoy puede convertir a alguien en millonario, pero difícilmente lo haga con alguien que practique un deporte marginal. Lo mismo ocurre con otros talentos.
A esto se suma la idea del “trabajar duro” que se supone que es el camino al ascenso social, pero lo cierto es que con eso no basta, también hace falta suerte. O sea, no hay mayor mérito en poseer un don (ser un buen deportista) y vivir en un momento histórico en que dicha habilidad es especialmente apreciada.
El tercer aspecto y el más relevante para la discusión política refiere a cómo la tiranía del mérito socava las bases del bien común. Si el ascenso social y el éxito se basan en el talento y el esfuerzo, no hay razones para que quienes consiguen bienestar económico y prestigio tengan incentivos para, por ejemplo, acordar con las ayudas dirigidas a personas en situación de pobreza. La tiranía meritocrática alimentaría el injustificado sentimiento de superioridad moral de unos y la humillación de otros.
Dice el autor, “la élite liberal que “se cree moralmente justificada para sentirse asquedada por el racismo blanco de clase baja” hace bien en condenar las actitudes racistas, pero no se da cuenta de hasta qué punto es hiriente atribuir una situación de “privilegio blanco” a unos hombres y mujeres blancos de clase obrera desposeídos de poder; ignora la dificultad de estos para ganarse el honor y el reconocimiento de un orden meritocrático que muestra muy escasa consideración por las destrezas que esas personas ofrecen” (p. 261).
Un libro de fácil lectura que deja mucho para reflexionar. Cierro con aviso: para amantes de la lectura que anden cerca del sur entrerriano recuerden que del 11 al 14 de julio se realiza la Feria Binacional (en alianza con Uruguay) del libro de Gualeguaychú, con montones de actividades para chicos y grandes.