Opinión
La pobreza es el gran desafío que debe incluir a todos
Recorrer los barrios de Gualeguaychú es dimensionar que la pobreza ha crecido de manera exponencial, pese a los múltiples programas de contención social.
Recorrer esos barrios es observar los rostros de miradas opacas, sin brillo, de personas que aunque ese día se hayan alimentado, arrastran un hambre generacional.
Se trata de ciudadanos que no perciben a la educación como una posibilidad de ascenso social, que no tienen garantizada la salud, y mucho menos la fuente laboral. La mayoría con debilitados lazos familiares, sosteniendo –casi como un milagro- su propia familia.
Frente a este cuadro, a estas urgencias, quedan eclipsados los avances que se han realizado en los últimos años en materia de inclusión. La urgencia también debe tener respuesta.
Ciudadanos que no pueden acceder a los bienes y servicios para satisfacer sus necesidades más mínimas y elementales. Que encima deben afrontar los prejuicios que muchas veces anula el ejercicio de la solidaridad y sostiene “que son vagos”. Que porque el Estado les da unos colchones y frazadas, “ya les da todo”. ¿Eso es todo? ¿Todo es un colchón y una frazada?
Si la pobreza urbana en Gualeguaychú crece como está creciendo, entonces hay que multiplicar los presupuestos de Desarrollo Social. Pero eso sólo no alcanza. Es necesario que Desarrollo Social deje de patrocinar actividades benéficas o meramente asistencialistas y protagonice políticas de previsión social.
Hacia ese horizonte se intenta avanzar con la llamada economía social, ese sistema a escala humana que le pone rostro a los frutos del trabajo. La idea no es nueva: el siglo XIX y especialmente el XX consagró al mutualismo y al cooperativismo como una herramienta clave para el desarrollo de los pueblos.
El espíritu de asociarse, sea por oficios, por nacionalidades o colectividades o por necesidad, debe ser refundado. Hay que ser claros: el Estado Providencia no constituye un modelo de futuro, sino de atraso.
Pobreza y educación
Pese a los múltiples programas de contención social, la pobreza crece. “Tanto la Nación como la Provincia no aciertan en sus políticas para generar una mejor distribución de la riqueza y se ahonda el proceso por el cual cada vez hay más pobres y la riqueza se concentra cada vez en menos manos” (1).
La pobreza puede ser visualizada en varios puntos de la ciudad, no sólo en los asentamientos, aunque allí todo se potencia menos las soluciones. El Estado esgrime una lógica institucional y de sentido común que es difícil rebatir y dice:”No puedo otorga viviendas a quien ha usurpado un terreno, porque entonces el mensaje que recibe la comunidad es: usurpen para tener acceso al techo familiar. Y la ilegalidad no puede ser nunca el camino para ejercer derechos”. ¿Quién puede oponerse a ese concepto? Sin embargo, también la ley le dice y obliga al Estado a tutelar los derechos especialmente de los menores. (2). Y ya no importa si esos menores están o no en un asentamiento, porque no tienen capacidad de decisión. En rigor, nadie decide vivir por sí mismo en un asentamiento. Esto también hay que tenerlo claro.
Para males, el sistema educativo ya no genera la expectativa de movilidad social que supuso hace cuatro o cinco décadas atrás. Por más que el sistema ordene la obligatoriedad de terminar la secundaria, lo cierto es que el cincuenta por ciento de los alumnos que ingresan al nivel medio no termina quinto año. Esa deserción de los jóvenes siempre tiene al mundo del adulto como ausente o en el mejor de los casos sin capacidad de contención, de guía, de acompañamiento. El problema no es solamente el gobierno sino también la sociedad… es decir… el Estado.
Pobreza y educación son dos parámetros que no deben disociarse si se piensa en términos de mejorar la calidad de vida.
“Está claro que con las políticas de los años ’80, ’90 y principios del 2000, la pobreza sería mucho más aguda que en el presente. Pero ello no debe indicar que todo va encaminado, porque el crecimiento de la pobreza es un insulto al más elemental concepto de justicia social” (3).
Vulnerabilidad
Cuando se habla de pobreza hay que entender que se trata de una situación particular de un grupo social que carecen de lo más elemental y necesario para acceder al sustento diario de sus vidas y por consiguiente no pueden satisfacer las necesidades básicas de cualquier familia.
Pero este concepto no debe ser limitado solamente a los aspectos económicos, sino que incluye también los aspectos espirituales y ambientales de contexto. Dicho así, se comprenderá mejor que la pobreza no ofrece la oportunidad para vivir una vida larga, sana, creativa, digna, con respeto hacia uno mismo y hacia los demás.
“Que muchas familias en nuestro país no tienen vivienda, lo sabemos. También sabemos que hay niños mal nutridos, ancianos abandonados, gente que pasa hambre; trabajadores en negro, explotados y oprimidos…. La pobreza tiene varias expresiones y siempre rostros bien concretos, reales. No son de película o inventados” (4).
Es evidente que no se puede abordar la pobreza solamente con metodología pecuniarias como la de medir la relación de los ingresos con el Producto Bruto Interno, o las varias canastas familiares que se arman para que encajen en la realidad. Es indispensable mensurar las llamadas cuestiones vitales como la esperanza y expectativas de vida, el consumo diario de calorías y los aspectos educativos y culturales.
Lamentablemente más allá del color partidario de pertenencia de cada gestión, esto no constituye por el momento un objetivo común. Tanto el oficialismo como la oposición hacen de la pobreza un campo para dirimir sus diferencias y no asumen una problemática en común para comenzar a transitar sus coincidencias.
Frente a la pobreza hay programas de gobierno que pueden ser robustos, inclusivos, universales. Pero no alcanzan. Es necesario establecer políticas de Estado y eso implica –como se acaba de escribir- que el oficialismo y la oposición –y con ellos el conjunto de la sociedad- asuman una problemática en común para comenzar a transitar las coincidencias. Esto es lo que está faltando. Y mientras falte, la pobreza seguirá creciendo, más allá –se insiste- de la robustez de los programas sociales.
Lo dijo Bernardo Kliksberg el 28 de agosto en el Teatro Gualeguaychú: “Si hay un dilema ético es cómo se genera la pobreza, que además constituye uno de los más graves delitos contra los derechos humanos, especialmente en el siglo XXI”.
“Se sabe que la economía globalizada lejos de eliminar la pobreza la acrecienta y que en cada ciclo económico, se agudiza. Es cierto: para erradicar la pobreza es indispensable crecer económicamente. Pero también es verdad que esa sola variable es insuficiente. Los grados de desigualdad están alcanzando niveles groseros en la historia de la humanidad y tomando los datos del informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la propia Iglesia, se generan disparidades hirientes”. (5).
Es la dimensión enorme de la desigualdad el mayor obstáculo para el desarrollo económico e integral de las personas. El desafío sigue siendo el mismo: cómo generar condiciones reales de crecimiento, pero en el que todos puedan gozar de su beneficio. “Otro concepto ligado con esta perspectiva es la concepción de que la movilidad social nunca debe ser entendida como el resultado (o la consecuencia) del crecimiento sino su motor indispensable. Para ello no hay rubro más importante en materia de inversión que la educación, la salud, la vivienda y generar fuentes de trabajo. Paz, pan y trabajo. La pobreza no debe ni puede circunscribirse o limitarse solamente a la responsabilidad individual, sino que es un flagelo colectivo”. (6).
“La Argentina es un país con importantes recursos. Cualquier manual exhibe que cuenta con todas las posibilidades para superarse y crecer, justamente porque tiene todos los climas y un extenso territorio pródigo y bondadoso para las más diversas producciones. Pero también es indudable que se necesitan –hoy más que nunca- de una serie de profundas reformas estructurales tanto en la organización económica como en el funcionamiento de sus instituciones básicas”. (7).
“Clásica e históricamente la salud fue definida como ausencia de enfermedad. La historia enseña que en materia de salud actuar solamente cuando se pronuncia la enfermedad puede salvar –a veces- muchas vidas, pero se trata de un esfuerzo que siempre será insuficiente, inequitativo y por lo tanto insatisfactorio (…) La perspectiva que mejor honra a la salud como ausencia de enfermedad la dan los sanitaristas, que proponen considerar a la salud desde la salud. Ellos sostienen que se debe procurar evitar las enfermedades, justamente para no tener que tratarlas. A su vez, esto implica actuar cambiando muchas estrategias y tácticas”. (8).
Un ejemplo será más pedagógico: en el asentamiento de Primero de Mayo y Bulevar Montana existe el Centro de Salud Provincial “J. J. Franco”. Pero esa institución no actúa de manera coordinada con el Municipio –como los demás Centros de Atención Primaria de la Salud (Caps)- y así, los que menos tienen y más necesitan no gozan de los beneficios que otros sí acceden. Esto se soluciona de manera fácil: el Ministerio de Salud de la provincia debe cumplir con la Constitución de Entre Ríos y traspasar esos centros de salud a la órbita Municipal. No se entiende cómo hablar de beneficios universales y en el mismo territorio generar esta dicotomía, esta bifurcación a la hora de ejercer derechos elementales. (9).
En este contexto es necesario recuperar la capacidad del ser humano para rebelarse contra las injusticias. Porque la pobreza no es otra cosa que una injusticia éticamente inadmisible.
¿Cómo es posible que existan tantos pobres y nadie diga nada? ¿Cómo es posible que existan tantos pobres en un país al que le sobran alimentos, que le sobran médicos, maestros, instituciones? ¿Cómo es posible? ¿Quién lo hace posible?
Fuente:
1) Editorial de EL ARGENTINO del 22 de julio de 2012.
2) Artículo18° de la Constitución de Entre Ríos: “El Estado reconoce a la familia como el núcleo fundamental de la sociedad a la que protege promoviendo su desarrollo y afianzamiento. Brinda asistencia especial a la maternidad e infancia e impulsa políticas activas contra las adicciones (…) Promueve asimismo el desarrollo y la integración de los jóvenes y su participación social y estatal”.
3) Editorial de EL ARGENTINO del 22 de julio de 2012.
4) “Pobreza cero: ¿una ilusión?”, artículo de opinión publicado en EL ARGENTINO el 11 de junio del año pasado por el obispo de Gualeguaychú y actual presidente de la Pastoral Social, monseñor Jorge Eduardo Lozano.
5) Editorial de EL ARGENTINO del 18 de julio de 2011.
6) Ib.
7) Editorial de EL ARGENTINO del 30 de enero del año pasado.
8) Editorial de EL ARGENTINO del 17 de enero de 2011.
9) El Artículo 240° de la Constitución provincial habla de las competencias de los Municipios. Allí, en el inciso 14) expresa: “La atención primaria de la salud, a su expreso requerimiento, y con la consiguiente transferencia de recursos”. Gualeguaychú viene pidiendo esta competencia, pero Salud provincial se la niega.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
Se trata de ciudadanos que no perciben a la educación como una posibilidad de ascenso social, que no tienen garantizada la salud, y mucho menos la fuente laboral. La mayoría con debilitados lazos familiares, sosteniendo –casi como un milagro- su propia familia.
Frente a este cuadro, a estas urgencias, quedan eclipsados los avances que se han realizado en los últimos años en materia de inclusión. La urgencia también debe tener respuesta.
Ciudadanos que no pueden acceder a los bienes y servicios para satisfacer sus necesidades más mínimas y elementales. Que encima deben afrontar los prejuicios que muchas veces anula el ejercicio de la solidaridad y sostiene “que son vagos”. Que porque el Estado les da unos colchones y frazadas, “ya les da todo”. ¿Eso es todo? ¿Todo es un colchón y una frazada?
Si la pobreza urbana en Gualeguaychú crece como está creciendo, entonces hay que multiplicar los presupuestos de Desarrollo Social. Pero eso sólo no alcanza. Es necesario que Desarrollo Social deje de patrocinar actividades benéficas o meramente asistencialistas y protagonice políticas de previsión social.
Hacia ese horizonte se intenta avanzar con la llamada economía social, ese sistema a escala humana que le pone rostro a los frutos del trabajo. La idea no es nueva: el siglo XIX y especialmente el XX consagró al mutualismo y al cooperativismo como una herramienta clave para el desarrollo de los pueblos.
El espíritu de asociarse, sea por oficios, por nacionalidades o colectividades o por necesidad, debe ser refundado. Hay que ser claros: el Estado Providencia no constituye un modelo de futuro, sino de atraso.
Pobreza y educación
Pese a los múltiples programas de contención social, la pobreza crece. “Tanto la Nación como la Provincia no aciertan en sus políticas para generar una mejor distribución de la riqueza y se ahonda el proceso por el cual cada vez hay más pobres y la riqueza se concentra cada vez en menos manos” (1).
La pobreza puede ser visualizada en varios puntos de la ciudad, no sólo en los asentamientos, aunque allí todo se potencia menos las soluciones. El Estado esgrime una lógica institucional y de sentido común que es difícil rebatir y dice:”No puedo otorga viviendas a quien ha usurpado un terreno, porque entonces el mensaje que recibe la comunidad es: usurpen para tener acceso al techo familiar. Y la ilegalidad no puede ser nunca el camino para ejercer derechos”. ¿Quién puede oponerse a ese concepto? Sin embargo, también la ley le dice y obliga al Estado a tutelar los derechos especialmente de los menores. (2). Y ya no importa si esos menores están o no en un asentamiento, porque no tienen capacidad de decisión. En rigor, nadie decide vivir por sí mismo en un asentamiento. Esto también hay que tenerlo claro.
Para males, el sistema educativo ya no genera la expectativa de movilidad social que supuso hace cuatro o cinco décadas atrás. Por más que el sistema ordene la obligatoriedad de terminar la secundaria, lo cierto es que el cincuenta por ciento de los alumnos que ingresan al nivel medio no termina quinto año. Esa deserción de los jóvenes siempre tiene al mundo del adulto como ausente o en el mejor de los casos sin capacidad de contención, de guía, de acompañamiento. El problema no es solamente el gobierno sino también la sociedad… es decir… el Estado.
Pobreza y educación son dos parámetros que no deben disociarse si se piensa en términos de mejorar la calidad de vida.
“Está claro que con las políticas de los años ’80, ’90 y principios del 2000, la pobreza sería mucho más aguda que en el presente. Pero ello no debe indicar que todo va encaminado, porque el crecimiento de la pobreza es un insulto al más elemental concepto de justicia social” (3).
Vulnerabilidad
Cuando se habla de pobreza hay que entender que se trata de una situación particular de un grupo social que carecen de lo más elemental y necesario para acceder al sustento diario de sus vidas y por consiguiente no pueden satisfacer las necesidades básicas de cualquier familia.
Pero este concepto no debe ser limitado solamente a los aspectos económicos, sino que incluye también los aspectos espirituales y ambientales de contexto. Dicho así, se comprenderá mejor que la pobreza no ofrece la oportunidad para vivir una vida larga, sana, creativa, digna, con respeto hacia uno mismo y hacia los demás.
“Que muchas familias en nuestro país no tienen vivienda, lo sabemos. También sabemos que hay niños mal nutridos, ancianos abandonados, gente que pasa hambre; trabajadores en negro, explotados y oprimidos…. La pobreza tiene varias expresiones y siempre rostros bien concretos, reales. No son de película o inventados” (4).
Es evidente que no se puede abordar la pobreza solamente con metodología pecuniarias como la de medir la relación de los ingresos con el Producto Bruto Interno, o las varias canastas familiares que se arman para que encajen en la realidad. Es indispensable mensurar las llamadas cuestiones vitales como la esperanza y expectativas de vida, el consumo diario de calorías y los aspectos educativos y culturales.
Lamentablemente más allá del color partidario de pertenencia de cada gestión, esto no constituye por el momento un objetivo común. Tanto el oficialismo como la oposición hacen de la pobreza un campo para dirimir sus diferencias y no asumen una problemática en común para comenzar a transitar sus coincidencias.
Frente a la pobreza hay programas de gobierno que pueden ser robustos, inclusivos, universales. Pero no alcanzan. Es necesario establecer políticas de Estado y eso implica –como se acaba de escribir- que el oficialismo y la oposición –y con ellos el conjunto de la sociedad- asuman una problemática en común para comenzar a transitar las coincidencias. Esto es lo que está faltando. Y mientras falte, la pobreza seguirá creciendo, más allá –se insiste- de la robustez de los programas sociales.
Lo dijo Bernardo Kliksberg el 28 de agosto en el Teatro Gualeguaychú: “Si hay un dilema ético es cómo se genera la pobreza, que además constituye uno de los más graves delitos contra los derechos humanos, especialmente en el siglo XXI”.
“Se sabe que la economía globalizada lejos de eliminar la pobreza la acrecienta y que en cada ciclo económico, se agudiza. Es cierto: para erradicar la pobreza es indispensable crecer económicamente. Pero también es verdad que esa sola variable es insuficiente. Los grados de desigualdad están alcanzando niveles groseros en la historia de la humanidad y tomando los datos del informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la propia Iglesia, se generan disparidades hirientes”. (5).
Es la dimensión enorme de la desigualdad el mayor obstáculo para el desarrollo económico e integral de las personas. El desafío sigue siendo el mismo: cómo generar condiciones reales de crecimiento, pero en el que todos puedan gozar de su beneficio. “Otro concepto ligado con esta perspectiva es la concepción de que la movilidad social nunca debe ser entendida como el resultado (o la consecuencia) del crecimiento sino su motor indispensable. Para ello no hay rubro más importante en materia de inversión que la educación, la salud, la vivienda y generar fuentes de trabajo. Paz, pan y trabajo. La pobreza no debe ni puede circunscribirse o limitarse solamente a la responsabilidad individual, sino que es un flagelo colectivo”. (6).
“La Argentina es un país con importantes recursos. Cualquier manual exhibe que cuenta con todas las posibilidades para superarse y crecer, justamente porque tiene todos los climas y un extenso territorio pródigo y bondadoso para las más diversas producciones. Pero también es indudable que se necesitan –hoy más que nunca- de una serie de profundas reformas estructurales tanto en la organización económica como en el funcionamiento de sus instituciones básicas”. (7).
“Clásica e históricamente la salud fue definida como ausencia de enfermedad. La historia enseña que en materia de salud actuar solamente cuando se pronuncia la enfermedad puede salvar –a veces- muchas vidas, pero se trata de un esfuerzo que siempre será insuficiente, inequitativo y por lo tanto insatisfactorio (…) La perspectiva que mejor honra a la salud como ausencia de enfermedad la dan los sanitaristas, que proponen considerar a la salud desde la salud. Ellos sostienen que se debe procurar evitar las enfermedades, justamente para no tener que tratarlas. A su vez, esto implica actuar cambiando muchas estrategias y tácticas”. (8).
Un ejemplo será más pedagógico: en el asentamiento de Primero de Mayo y Bulevar Montana existe el Centro de Salud Provincial “J. J. Franco”. Pero esa institución no actúa de manera coordinada con el Municipio –como los demás Centros de Atención Primaria de la Salud (Caps)- y así, los que menos tienen y más necesitan no gozan de los beneficios que otros sí acceden. Esto se soluciona de manera fácil: el Ministerio de Salud de la provincia debe cumplir con la Constitución de Entre Ríos y traspasar esos centros de salud a la órbita Municipal. No se entiende cómo hablar de beneficios universales y en el mismo territorio generar esta dicotomía, esta bifurcación a la hora de ejercer derechos elementales. (9).
En este contexto es necesario recuperar la capacidad del ser humano para rebelarse contra las injusticias. Porque la pobreza no es otra cosa que una injusticia éticamente inadmisible.
¿Cómo es posible que existan tantos pobres y nadie diga nada? ¿Cómo es posible que existan tantos pobres en un país al que le sobran alimentos, que le sobran médicos, maestros, instituciones? ¿Cómo es posible? ¿Quién lo hace posible?
Fuente:
1) Editorial de EL ARGENTINO del 22 de julio de 2012.
2) Artículo18° de la Constitución de Entre Ríos: “El Estado reconoce a la familia como el núcleo fundamental de la sociedad a la que protege promoviendo su desarrollo y afianzamiento. Brinda asistencia especial a la maternidad e infancia e impulsa políticas activas contra las adicciones (…) Promueve asimismo el desarrollo y la integración de los jóvenes y su participación social y estatal”.
3) Editorial de EL ARGENTINO del 22 de julio de 2012.
4) “Pobreza cero: ¿una ilusión?”, artículo de opinión publicado en EL ARGENTINO el 11 de junio del año pasado por el obispo de Gualeguaychú y actual presidente de la Pastoral Social, monseñor Jorge Eduardo Lozano.
5) Editorial de EL ARGENTINO del 18 de julio de 2011.
6) Ib.
7) Editorial de EL ARGENTINO del 30 de enero del año pasado.
8) Editorial de EL ARGENTINO del 17 de enero de 2011.
9) El Artículo 240° de la Constitución provincial habla de las competencias de los Municipios. Allí, en el inciso 14) expresa: “La atención primaria de la salud, a su expreso requerimiento, y con la consiguiente transferencia de recursos”. Gualeguaychú viene pidiendo esta competencia, pero Salud provincial se la niega.
Por Nahuel Maciel
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