Guillermo Régoli, rector del Colegio Pío XII
“Hay que valorar la importancia del diálogo como una instancia para construir confianza”
Guillermo Régoli es el actual rector del Instituto Pío XII. Profesor de Historia, también dicta la cátedra de Problemática de la Historia en el Sedes Sapientiae.
Régoli nació el 26 de diciembre de 1968 en Gualeguaychú. Casado con Analía Melgarejo, que también es docente; es padre de dos hijos (uno de veinte y otra de 16 años). Hace tres años que es rector del Pío XII, institución que tiene 560 alumnos y aproximadamente sesenta docentes.
En el diálogo que mantuvo con EL ARGENTINO, aborda la cuestión educativa desde una perspectiva integral, dado que también aporta una dimensión comprometida con su fe. Y en ese marco, destaca como lineamiento general la importancia de generar espacios de diálogos tanto para superar instancias difíciles como para consolidar el crecimiento.
Como educador ha pasado por todas las instancias porque fue catequista, preceptor, profesor y ahora a cargo del equipo de conducción ejerciendo el cargo de rector.
-Primero algunas referencias elementales de su formación.
-La primaria la cursé en la Escuela Rawson y la secundaria en el Anexo Comercial del Colegio Luis Clavarino. Me formé en dos escuelas estatales. Y mi experiencia como estudiante del profesorado en el Sedes me hizo inclinar por la educación privada, específicamente la cosmovisión cristiana de la ciencia que estaba estudiando. Y más tarde comencé a trabajar en el nivel secundario en el Instituto Pío XII por opción y eso implicó renunciar a otras posibilidades.
-¿Cómo le nació la vocación docente?
-De muy chico participo en la Parroquia San Juan Bautista y trabajando con jóvenes. Mi mamá es docente. Y esos podrían ser dos antecedentes. Lo concreto es que siempre me gustó no tanto enseñar cosas sino compartir ideas. Luego se elige una materia u otra y por otro lado, hagamos lo que hagamos, todos podemos ser docentes. En mi caso, luego de incursionar un año en Medicina, regresé a la ciudad para estudiar el profesorado de Historia en el Sedes. Cuando hablamos con mis alumnos de la vocación, siempre les recuerdo el sentido de hacer algo por los demás como una forma también de realizarse en el plano personal. Y en mi caso fue la docencia.
-El laico comprometido también ejerce una vocación religiosa.
-En ese aspecto desde chico tuve una formación religiosa, porque comencé en la Acción Católica y ello me hizo identificar el compromiso como laico, pero también intentar el compromiso en todo lo que me involucro.
-Fue catequista a los 25 años. ¿Se considera un buen catequista?
-Con el tiempo uno comprende que hay que aprender mucho para poder transmitir desde el aula una adecuada vivencia de la fe. A veces podemos tornarnos un instructor de ciertos datos de la fe y con el tiempo uno se da cuenta que compartir la fe es mucho más que eso. Lo otro que quiero significar es que si bien he sido catequista nunca perdí ni me olvidé de ser un alumno de catequesis. La catequesis nos permite crecer en la fe para poder responder ante la vida cotidiana. Creer en algo es comprometerse para vivir. Por eso siempre tengo presente el dar testimonio de coherencia de vida, que es una construcción cotidiana y ser honesto con la vida que uno lleva. Y esa coherencia no implica que estemos exentos de cometer errores sino que debemos ser honestos en todo sentido.
-No quisiera ser impertinente con la pregunta, pero cómo evitar el ser más papista que el Papa…
-Todas las personas deben ir haciendo su proceso. Cuando se comparte un ideal en comunidad se puede llegar a pensar o a creer que todos o el mundo es así, cuando en realidad sabemos que es diverso y no único. Y hay que rezar mucho para no caer en la soberbia o en el que lo sabe todo o lo ha vivido todo. La vida es un permanente aprendizaje e incluso hay que aprender a escuchar.
-Conducir una institución con 560 alumnos y sesenta docentes es una tarea enorme.
-Más allá de la dimensión de un número o un plantel, es una tarea enorme la tarea de educar. Como rector no me hago cargo de todo, aunque asumo la responsabilidad por el todo. La conducción es un trabajo en equipo. Y como institución educativa atravesamos los mismos problemas que cualquier otra similar, aunque siempre alentamos a que los padres acompañen con su respuesta y compromiso la educación de sus hijos. Los padres son los primeros educadores.
-Se habla mucho del divorcio de la familia con la escuela…
-En términos generales es una radiografía de la realidad, pero en nuestra experiencia sabemos que están cerca, aunque siempre preferimos que lo estén mucho más, especialmente en el diálogo con los hijos. Nosotros intentamos que los padres no aparezcan solamente cuando surge una situación conflictiva, porque entendemos que educar también es trabajar en prevención. Gracias a Dios somos un colegio que goza de la presencia de los padres, pero igual –insisto- siempre debemos procurar que ese acercamiento se vivencie cada vez más. Y hay que trabajar juntos y de manera mancomunada porque si no quien pierde posibilidades es el hijo.
-No obstante es evidente que más allá de los esfuerzos por la apertura que se pueda tener, la realidad indica que en materia de educación los adultos no siempre asumen su rol responsable…
-Es así. En términos generacionales somos unos adultos demasiado pendientes de nosotros mismos. Muy preocupados por nuestros tiempos, nuestros proyectos… y nos cuesta pensarnos como educadores de los chicos. Del mismo modo que la tarea del docente va mucho más allá que el limitarse a dictar un contenido específico. Los adultos debemos recuperar el concepto de educar como algo integral, más allá de los datos y la información y poder dar testimonio de los valores que nos hacen bien como personas y como comunidad. Hoy el contenido de una materia no puede ser interpretado como un fin en sí mismo sino como un medio que permite transitar el camino hacia la felicidad. Cuando el chico pierde la referencia del adulto, queda indefenso o se torna más vulnerable.
-La cultura exitista lleva al miedo, al fracaso y eso impide vivir esa experiencia como parte de un aprendizaje. Así, en términos generales, muchas veces la escuela se convierte en un espacio de sufrimiento…
-No hay que tenerle miedo al fracaso sino a la imposibilidad de salir adelante. El aprendizaje es una superación y la escuela debe estar preparada para ello, porque implica un compromiso con esa vida que estamos educando.
-La docencia es un servicio que no se valora en términos generales, al menos en la medida que era valorada por generaciones anteriores.
-Puede ser y debe tener múltiples causas esa desvalorización. Pero hay que convenir que detrás de toda persona que ha tenido éxito en la vida, es porque antes hubo un docente formando. Debemos reconocer que todos hemos tenido a alguien que nos ha marcado en valores. Por eso en una escuela todos los días se renuevan las esperanzas. Si bien no he ejercido en otras localidades, sí he accedido a otras experiencias y podría decir que en Gualeguaychú hay una comunidad bastante comprometida con la educación. Claro que se requiere de mayores compromisos, pero es importante el nivel de involucramiento que existe en Gualeguaychú donde muchos docentes son observados como ejemplos. Por otro lado, se trata de una comunidad muy exigente porque también es una comunidad muy comprometida con su tiempo y su realidad.
-Las redes sociales son una realidad –más allá de su carácter virtual- que irrumpe en la vida cotidiana…
-Es cierto que los chicos manejan una especie de submundo vinculado a su lenguaje, a su forma de tratarse, de dirigirse unos a otros, También es verdad que la realidad del adolescente ha cambiado mucho y encima en la secundaria tenemos a nenes de séptimo grado conviviendo con otro que está en sexto año. Tenemos a nenes chicos disfrazados de chicos grandes. Y los padres lo ven con uniforme de secundaria y creen que ya son chicos grandes cuando todavía son unos nenes. Pero volviendo a las redes sociales, los padres intentan controlar todo o no controlan nada de nada, navegan en esos dos extremos que son nocivos por sí mismo. El equilibrio es el gran desafío y eso no es nuevo sino que siempre ha sido así. Hay que valorar la importancia del diálogo como una instancia para construir confianza. Por eso es saludable para un adulto el ejercicio de recordar lo que vivió cuando era chico, justamente para ofrecer una guía en la vida.
-La tecnología nos ofrece una enorme posibilidad de acceder a la información como nunca antes en términos de civilización… Pero no es lo mismo informar que comunicar.
-Exacto, del mismo modo que tampoco es lo mismo “estar conectado” que estar comunicados. En una red social alguien puede tener cientos e incluso miles de “amigos”, pero eso es un imposible en la vida real, de todos los días. Y ante esta situación otra vez aparece el diálogo como un ejercicio de formación y de educación. En absoluto reniego de la tecnología, porque todo depende –al igual que una herramienta- del uso que se haga de ellas. Intuyo que tal como están las redes sociales en la actualidad, nunca serán un medio de comunicación eficaz en términos de integralidad. Sí estaremos “conectados”, “informados”, pero no necesariamente comunicados; al menos no en la misma dimensión de la comunicación cara a cara, mirándose a los ojos, compartiendo un mate e incluso hasta un silencio. Por eso la escuela debe crear de manera permanente espacios de diálogos.
-Muchas veces incluso puede suscitarse el miedo a dialogar…
-Sí, más que nada por falta de costumbre o de ejercicio. A veces cuando se invita al diálogo, el otro puede tener temores por lo que pueda llegar a decir o a compartir. Las personas suelen tener un miedo infundado para contar lo que les pasa. En el colegio les digo a los padres que no me molesta el que viene, sino aquel que ni siquiera se acerca; justamente porque la presencia hace al diálogo.
-Sería interesante alguna vez probar con un “apagón” de internet por un par de días…
-Mire, a veces los adultos ni siquiera pueden desprenderse del celular en una reunión de padres que dura cuarenta minutos o una hora. Del mismo modo quiero decir que no sé si se trata de usar las cosas de otra manera, de dejarlas de usar. Lo cierto es que esto del estar conectado no es un camino necesariamente de comunicación. La escuela debe ir adecuándose a los tiempos, pero nunca abandonar lo fundamental, lo esencial que son los valores que fundamentan el concepto de educación integral de una persona. A veces estamos muy pendientes de lo que el mundo nos demanda, sin saber si eso que nos demanda es lo que necesariamente necesitamos para vivir de manera más plena o es lo mejor para uno. Un padre o un adulto puede no manejar ciertos aspectos de la tecnología, lo que no puede olvidarse es de su responsabilidad de transmitir valores… y esos valores es el mejor legado que se le deja a los hijos.
-¿Podría dar un ejemplo sencillo?
-Pensemos en el apellido que llevamos. Honrar ese apellido es una forma de agradecimiento. Llevar el apellido es una gran responsabilidad. Los tiempos pueden cambiar, pero el apellido permanece. Y junto a esto, la fidelidad, el diálogo, el respeto, el honrar a los mayores, el ser agradecido, son cuestiones clásicas pero esenciales para aspirar al futuro o a un mañana mejor.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
En el diálogo que mantuvo con EL ARGENTINO, aborda la cuestión educativa desde una perspectiva integral, dado que también aporta una dimensión comprometida con su fe. Y en ese marco, destaca como lineamiento general la importancia de generar espacios de diálogos tanto para superar instancias difíciles como para consolidar el crecimiento.
Como educador ha pasado por todas las instancias porque fue catequista, preceptor, profesor y ahora a cargo del equipo de conducción ejerciendo el cargo de rector.
-Primero algunas referencias elementales de su formación.
-La primaria la cursé en la Escuela Rawson y la secundaria en el Anexo Comercial del Colegio Luis Clavarino. Me formé en dos escuelas estatales. Y mi experiencia como estudiante del profesorado en el Sedes me hizo inclinar por la educación privada, específicamente la cosmovisión cristiana de la ciencia que estaba estudiando. Y más tarde comencé a trabajar en el nivel secundario en el Instituto Pío XII por opción y eso implicó renunciar a otras posibilidades.
-¿Cómo le nació la vocación docente?
-De muy chico participo en la Parroquia San Juan Bautista y trabajando con jóvenes. Mi mamá es docente. Y esos podrían ser dos antecedentes. Lo concreto es que siempre me gustó no tanto enseñar cosas sino compartir ideas. Luego se elige una materia u otra y por otro lado, hagamos lo que hagamos, todos podemos ser docentes. En mi caso, luego de incursionar un año en Medicina, regresé a la ciudad para estudiar el profesorado de Historia en el Sedes. Cuando hablamos con mis alumnos de la vocación, siempre les recuerdo el sentido de hacer algo por los demás como una forma también de realizarse en el plano personal. Y en mi caso fue la docencia.
-El laico comprometido también ejerce una vocación religiosa.
-En ese aspecto desde chico tuve una formación religiosa, porque comencé en la Acción Católica y ello me hizo identificar el compromiso como laico, pero también intentar el compromiso en todo lo que me involucro.
-Fue catequista a los 25 años. ¿Se considera un buen catequista?
-Con el tiempo uno comprende que hay que aprender mucho para poder transmitir desde el aula una adecuada vivencia de la fe. A veces podemos tornarnos un instructor de ciertos datos de la fe y con el tiempo uno se da cuenta que compartir la fe es mucho más que eso. Lo otro que quiero significar es que si bien he sido catequista nunca perdí ni me olvidé de ser un alumno de catequesis. La catequesis nos permite crecer en la fe para poder responder ante la vida cotidiana. Creer en algo es comprometerse para vivir. Por eso siempre tengo presente el dar testimonio de coherencia de vida, que es una construcción cotidiana y ser honesto con la vida que uno lleva. Y esa coherencia no implica que estemos exentos de cometer errores sino que debemos ser honestos en todo sentido.
-No quisiera ser impertinente con la pregunta, pero cómo evitar el ser más papista que el Papa…
-Todas las personas deben ir haciendo su proceso. Cuando se comparte un ideal en comunidad se puede llegar a pensar o a creer que todos o el mundo es así, cuando en realidad sabemos que es diverso y no único. Y hay que rezar mucho para no caer en la soberbia o en el que lo sabe todo o lo ha vivido todo. La vida es un permanente aprendizaje e incluso hay que aprender a escuchar.
-Conducir una institución con 560 alumnos y sesenta docentes es una tarea enorme.
-Más allá de la dimensión de un número o un plantel, es una tarea enorme la tarea de educar. Como rector no me hago cargo de todo, aunque asumo la responsabilidad por el todo. La conducción es un trabajo en equipo. Y como institución educativa atravesamos los mismos problemas que cualquier otra similar, aunque siempre alentamos a que los padres acompañen con su respuesta y compromiso la educación de sus hijos. Los padres son los primeros educadores.
-Se habla mucho del divorcio de la familia con la escuela…
-En términos generales es una radiografía de la realidad, pero en nuestra experiencia sabemos que están cerca, aunque siempre preferimos que lo estén mucho más, especialmente en el diálogo con los hijos. Nosotros intentamos que los padres no aparezcan solamente cuando surge una situación conflictiva, porque entendemos que educar también es trabajar en prevención. Gracias a Dios somos un colegio que goza de la presencia de los padres, pero igual –insisto- siempre debemos procurar que ese acercamiento se vivencie cada vez más. Y hay que trabajar juntos y de manera mancomunada porque si no quien pierde posibilidades es el hijo.
-No obstante es evidente que más allá de los esfuerzos por la apertura que se pueda tener, la realidad indica que en materia de educación los adultos no siempre asumen su rol responsable…
-Es así. En términos generacionales somos unos adultos demasiado pendientes de nosotros mismos. Muy preocupados por nuestros tiempos, nuestros proyectos… y nos cuesta pensarnos como educadores de los chicos. Del mismo modo que la tarea del docente va mucho más allá que el limitarse a dictar un contenido específico. Los adultos debemos recuperar el concepto de educar como algo integral, más allá de los datos y la información y poder dar testimonio de los valores que nos hacen bien como personas y como comunidad. Hoy el contenido de una materia no puede ser interpretado como un fin en sí mismo sino como un medio que permite transitar el camino hacia la felicidad. Cuando el chico pierde la referencia del adulto, queda indefenso o se torna más vulnerable.
-La cultura exitista lleva al miedo, al fracaso y eso impide vivir esa experiencia como parte de un aprendizaje. Así, en términos generales, muchas veces la escuela se convierte en un espacio de sufrimiento…
-No hay que tenerle miedo al fracaso sino a la imposibilidad de salir adelante. El aprendizaje es una superación y la escuela debe estar preparada para ello, porque implica un compromiso con esa vida que estamos educando.
-La docencia es un servicio que no se valora en términos generales, al menos en la medida que era valorada por generaciones anteriores.
-Puede ser y debe tener múltiples causas esa desvalorización. Pero hay que convenir que detrás de toda persona que ha tenido éxito en la vida, es porque antes hubo un docente formando. Debemos reconocer que todos hemos tenido a alguien que nos ha marcado en valores. Por eso en una escuela todos los días se renuevan las esperanzas. Si bien no he ejercido en otras localidades, sí he accedido a otras experiencias y podría decir que en Gualeguaychú hay una comunidad bastante comprometida con la educación. Claro que se requiere de mayores compromisos, pero es importante el nivel de involucramiento que existe en Gualeguaychú donde muchos docentes son observados como ejemplos. Por otro lado, se trata de una comunidad muy exigente porque también es una comunidad muy comprometida con su tiempo y su realidad.
-Las redes sociales son una realidad –más allá de su carácter virtual- que irrumpe en la vida cotidiana…
-Es cierto que los chicos manejan una especie de submundo vinculado a su lenguaje, a su forma de tratarse, de dirigirse unos a otros, También es verdad que la realidad del adolescente ha cambiado mucho y encima en la secundaria tenemos a nenes de séptimo grado conviviendo con otro que está en sexto año. Tenemos a nenes chicos disfrazados de chicos grandes. Y los padres lo ven con uniforme de secundaria y creen que ya son chicos grandes cuando todavía son unos nenes. Pero volviendo a las redes sociales, los padres intentan controlar todo o no controlan nada de nada, navegan en esos dos extremos que son nocivos por sí mismo. El equilibrio es el gran desafío y eso no es nuevo sino que siempre ha sido así. Hay que valorar la importancia del diálogo como una instancia para construir confianza. Por eso es saludable para un adulto el ejercicio de recordar lo que vivió cuando era chico, justamente para ofrecer una guía en la vida.
-La tecnología nos ofrece una enorme posibilidad de acceder a la información como nunca antes en términos de civilización… Pero no es lo mismo informar que comunicar.
-Exacto, del mismo modo que tampoco es lo mismo “estar conectado” que estar comunicados. En una red social alguien puede tener cientos e incluso miles de “amigos”, pero eso es un imposible en la vida real, de todos los días. Y ante esta situación otra vez aparece el diálogo como un ejercicio de formación y de educación. En absoluto reniego de la tecnología, porque todo depende –al igual que una herramienta- del uso que se haga de ellas. Intuyo que tal como están las redes sociales en la actualidad, nunca serán un medio de comunicación eficaz en términos de integralidad. Sí estaremos “conectados”, “informados”, pero no necesariamente comunicados; al menos no en la misma dimensión de la comunicación cara a cara, mirándose a los ojos, compartiendo un mate e incluso hasta un silencio. Por eso la escuela debe crear de manera permanente espacios de diálogos.
-Muchas veces incluso puede suscitarse el miedo a dialogar…
-Sí, más que nada por falta de costumbre o de ejercicio. A veces cuando se invita al diálogo, el otro puede tener temores por lo que pueda llegar a decir o a compartir. Las personas suelen tener un miedo infundado para contar lo que les pasa. En el colegio les digo a los padres que no me molesta el que viene, sino aquel que ni siquiera se acerca; justamente porque la presencia hace al diálogo.
-Sería interesante alguna vez probar con un “apagón” de internet por un par de días…
-Mire, a veces los adultos ni siquiera pueden desprenderse del celular en una reunión de padres que dura cuarenta minutos o una hora. Del mismo modo quiero decir que no sé si se trata de usar las cosas de otra manera, de dejarlas de usar. Lo cierto es que esto del estar conectado no es un camino necesariamente de comunicación. La escuela debe ir adecuándose a los tiempos, pero nunca abandonar lo fundamental, lo esencial que son los valores que fundamentan el concepto de educación integral de una persona. A veces estamos muy pendientes de lo que el mundo nos demanda, sin saber si eso que nos demanda es lo que necesariamente necesitamos para vivir de manera más plena o es lo mejor para uno. Un padre o un adulto puede no manejar ciertos aspectos de la tecnología, lo que no puede olvidarse es de su responsabilidad de transmitir valores… y esos valores es el mejor legado que se le deja a los hijos.
-¿Podría dar un ejemplo sencillo?
-Pensemos en el apellido que llevamos. Honrar ese apellido es una forma de agradecimiento. Llevar el apellido es una gran responsabilidad. Los tiempos pueden cambiar, pero el apellido permanece. Y junto a esto, la fidelidad, el diálogo, el respeto, el honrar a los mayores, el ser agradecido, son cuestiones clásicas pero esenciales para aspirar al futuro o a un mañana mejor.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
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