Es hora de decidir
Un estudio de la Universidad de Belgrano (UB) demostró que en los últimos 15 años la matrícula de la escuela primaria de gestión pública, en todo el país, fue disminuyendo mientras la planta docente crecía de modo significativo.
Los números son llamativos. En Catamarca se registró un 27 por ciento menos de alumnos y los cargos docentes crecieron un 44 por ciento. Las escuelas de Salta casi no perdieron alumnos, pero aumentaron sus maestros en un 59 por ciento.
Córdoba muestra una relación más equilibrada: la reducción de la cantidad de alumnos apenas fue del nueve por ciento y los cargos docentes subieron un 19 por ciento.
En nuestro caso, existe una justificación que no todos los distritos pueden exhibir para explicar la incorporación de profesores: casi el 40 por ciento de nuestras escuelas ya ofrecen doble jornada.
Comparativamente, entre las escuelas de gestión privada se advierte una mayor racionalidad: para todo el país, los alumnos aumentaron un 35 por ciento; y los docentes, un 28 por ciento.
El sector privado argentino registra una relación en el aula de 17 alumnos por maestro. Para el Estado, los números rondan los 12 alumnos por docente. Son valores acordes al rango internacional: Australia, Japón y Holanda se mueven en torno de los 17 alumnos; Brasil y Chile están en 21; Francia, en 20, pero la administración Emmanuel Macron se propuso el objetivo de que en las escuelas que receptan a los niños más pobres sólo haya 12 por aula.
La ecuación resultante –menos chicos, más docentes– tiende a ser positiva. Una educación más personalizada es un factor importante para mejorar el aprendizaje.
El problema es que en la Argentina de los últimos 15 años esto no sucede: hace ya demasiado tiempo que en las evaluaciones se observa un bajo nivel.
La pregunta, entonces, es qué está fallando. Aun para los magros salarios que cobran los docentes argentinos, el presupuesto educativo tuvo que aumentar bastante para soportar más de un 25 por ciento de nuevos cargos.
La investigación de la UB vuelve a poner bajo el foco la capacitación académica y profesional de los docentes.
El tema no es nuevo. Hace años que los gremios se resisten a todo tipo de evaluación periódica.
Pero las investigaciones sugieren que sólo mejorando su preparación –y dándole jerarquía universitaria– e incentivando a los mejores alumnos del secundario a que sigan una carrera docente, se podría aspirar a mejores resultados en el aula.