El Papa destacó la alegría de la esperanza
Alegría y esperanza son las características del cristiano. Y es triste encontrar a un creyente que no sabe gozar, asustado en su apego a la fría doctrina. Ha sido por eso un auténtico himno a la alegría el que lanzó el Papa Francisco en la misa celebrada ayer, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Al inicio, el Papa recordó la “hora de oración por la paz” promovida en todas las comunidades carmelitas. “Queridos hermanos y hermanas”, dijo tras el saludo litúrgico, “El 28 de marzo se conmemorará el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia”. Y “por petición del padre general de los Carmelitas Descalzos, hoy aquí presente con el padre vicario, ese día tendrá lugar en todas las comunidades carmelitas del mundo una hora de oración por la paz. Me uno de corazón -afirmó el Papa Francisco- a esta iniciativa, a fin de que el fuego del amor de Dios venza los incendios de guerra y de violencia que afligen a la humanidad, y el diálogo predomine por doquier sobre el enfrentamiento armado”. Y concluyó así: “Que Santa Teresa de Jesús interceda por esta petición nuestra”.
“En las dos lecturas” propuestas ayer por la liturgia, el Papa destacó que “se habla de tiempo, de eternidad, de años, de futuro, de pasado” (Génesis 17, 3-9 y Juan 8, 51-59). En tal medida que precisamente el tiempo parece que es la realidad “más importante en el mensaje litúrgico de este jueves”. Pero el Papa Francisco prefirió “tomar otra palabra” que, sugirió, “creo que es precisamente el mensaje de la Iglesia hoy”. Y son las palabras de Jesús que presenta el evangelista Juan: “Abraham, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio y se llenó de alegría”.
Así, pues, el mensaje central es “la alegría de la esperanza, la alegría de la confianza en la promesa de Dios, la alegría de la fecundidad”. Precisamente “Abraham, en el tiempo del que habla la primera lectura, tenía 99 años y el Señor se le apareció y le aseguró la alianza” con estas palabras: “Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos”.
En efecto, “es triste ser creyente sin alegría –explicó el Papa Francisco– y no hay alegría cuando no hay fe, cuando no hay esperanza, cuando no hay ley, sino solamente las prescripciones, la doctrina fría. Esto es lo que vale”. En contraposición, el Papa volvió a proponer “la alegría de Abraham, ese hermoso gesto de la sonrisa de Abraham” cuando escucha la promesa de tener “un hijo a los cien años”. Y “también la sonrisa de Sara, una sonrisa de esperanza”. Porque “la alegría de la fe, la alegría del Evangelio es el criterio para ver la fe de una persona: sin alegría esa persona no es un verdadero creyente”.
“En las dos lecturas” propuestas ayer por la liturgia, el Papa destacó que “se habla de tiempo, de eternidad, de años, de futuro, de pasado” (Génesis 17, 3-9 y Juan 8, 51-59). En tal medida que precisamente el tiempo parece que es la realidad “más importante en el mensaje litúrgico de este jueves”. Pero el Papa Francisco prefirió “tomar otra palabra” que, sugirió, “creo que es precisamente el mensaje de la Iglesia hoy”. Y son las palabras de Jesús que presenta el evangelista Juan: “Abraham, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio y se llenó de alegría”.
Así, pues, el mensaje central es “la alegría de la esperanza, la alegría de la confianza en la promesa de Dios, la alegría de la fecundidad”. Precisamente “Abraham, en el tiempo del que habla la primera lectura, tenía 99 años y el Señor se le apareció y le aseguró la alianza” con estas palabras: “Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos”.
En efecto, “es triste ser creyente sin alegría –explicó el Papa Francisco– y no hay alegría cuando no hay fe, cuando no hay esperanza, cuando no hay ley, sino solamente las prescripciones, la doctrina fría. Esto es lo que vale”. En contraposición, el Papa volvió a proponer “la alegría de Abraham, ese hermoso gesto de la sonrisa de Abraham” cuando escucha la promesa de tener “un hijo a los cien años”. Y “también la sonrisa de Sara, una sonrisa de esperanza”. Porque “la alegría de la fe, la alegría del Evangelio es el criterio para ver la fe de una persona: sin alegría esa persona no es un verdadero creyente”.
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