Diálogo con Guillermo Priotto, biólogo especializado en ecología y educación ambiental
“El mercado no puede ser el responsable de los bienes comunes y por eso existe una responsabilidad indelegable del Estado”.
Guillermo Priotto nació en Río Cuarto, Córdoba, el 19 de enero de 1972. Es licenciado en Ciencias Biológicas especializado en ecología y educación ambiental. Su trayectoria profesional es consustancial a su testimonio de vida vinculado con la educación pública y la defensa permanente de la formación docente.
Egresado de la Universidad Nacional de Río Cuarto en 1996; también es autor de numerosas publicaciones vinculados con la materia ambiental y educativa, además de coordinar diferentes carreras referidas a la Educación Ambiental y el Desarrollo Sustentable. Ha sido coordinador de posgrados y postítulos en Educación Ambiental y en Gualeguaychú es parte del equipo que impulsó el Plan Alimentario Sano, Seguro y Soberano (PASS), que se presentó el 8 de mayo en el Centro de Convenciones Municipal.
En diálogo con EL ARGENTINO aborda esa experiencia, pero también ahonda sobre el concepto de por qué se llegó a una situación de crisis casi terminal en materia de civilización y en consecuencia alumbra la necesidad de realizar una transición especialmente en las formas de producción de alimentos y con ello, la forma de relacionarse con la naturaleza para que las generaciones presentes y futuras accedan a una mejor calidad de vida y a un futuro más sustentable. Para ello ofrece dos aportes para una misma brújula: el pensamiento ambiental latinoamericano y la Encíclica del papa Francisco Laudato Sí.
-Abrazar la ciencia de la Biología no necesariamente implica abrazar el compromiso ambiental. ¿Cómo fue esa transición en usted?
-Fue una experiencia transformadora en el sentido de que constituyó un verdadero salto epistemológico: y eso fue comprometerme con la cuestión ambiental. Y puedo decir que como biólogo no sabía nada de ambiente. Aprendí como biólogo el funcionamiento de los sistemas naturales, sin ninguna clase de intervención humana. Soy consciente que en la actualidad esa formación de la Biología ha cambiado, hoy se incorporaron las cuestiones ambientales. Pero, mi formación –soy egresado de manera reciente en 1996- estaba enfocada exclusivamente en el funcionamiento de la naturaleza, pero sin intervención humana.
-Sin embargo, ya había ocurrido Río 92; Río +5…
-Es cierto, pero fueron acontecimientos muy contemporáneos a la formación de entonces y esas experiencias no se asimilaron de manera automática en la formación académica de aquellos años. Recuerdo que tenía un profesor de Ecología, al que combatimos en el centro de estudiantes por ser colaboracionista en la dictadura cívico militar, y en una de las clases en una materia de cuarto año en la carrera de Licenciatura de Ciencias Biológicas, le preguntamos sobre la cuestión ambiental y la única respuesta que atinó a brindar como profesor titular de Ecología fue: “Las rosas más bellas nacen en Nueva York”. Fue una auténtica manifestación de una somera ignorancia.
- ¿Por qué?
-Porque lo que nos estaba diciendo o intentando enseñar con ese mensaje era que los problemas ambientales no existían. Estoy hablando de 1993-1994. De alguna manera, con esa experiencia me sentí estafado en mi formación de biólogo, porque no existen sistemas naturales que no estén afectados directa o indirectamente por la acción humana. Tengamos en cuenta que ya se hablaba de cambio climático y de pérdidas de biodiversidad, por ejemplo. Y cuando decido salirme de la universidad y entrar en el campo social a través de la Educación, me encontré que necesitaba de un conjunto de saberes para lo cual no había sido preparado desde la enseñanza superior. Y encima esos saberes estaban vinculados con un campo completamente amplio, difuso y complejo como es lo ambiental. Por eso hablo de un auténtico salto epistemológico.
- ¿Y cómo se dio ese salto epistemológico?
-Se dio como se dan con casi todas las cosas que están vinculadas con las decisiones más profundas que uno adopta: en el campo de lo afectivo. Ese salto epistemológico parte desde un abrazo. Y ese abrazo es de Carlos Galano, un auténtico maestro para mi experiencia profesional y de vida, y un referente internacional en lo que se denomina “pensamiento ambiental latinoamericano”. Carlos Galano en la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera) me recibe con un abrazo cuando me incorporo al equipo de Ambiente que se estaba consolidando. Y ese abrazo, desde lo simbólico, fue una apertura hacia un campo completamente distinto para lo cual había sido formado. Entonces, en esa experiencia influye la necesidad de conocimientos y saberes múltiples. Así, revaloricé, resignifiqué el conocimiento que tenía como biólogo, y cada vez estoy más convencido de que es una ciencia fundamental y particularmente la Ecología como aporte para el saber ambiental. Pero, me encontré en diálogo con geógrafos, economistas, con profesionales del Derecho… Y el salto fue que pasé de la disciplina a la interdisciplinariedad; y valorizando los aportes que poseen otros saberes que están vinculados con la intuición, lo afectivo, la forma en cómo nos relacionamos. Afectivamente ingreso a la cuestión ambiental y ocurre un salto auténticamente transformador como le ocurren a todos aquellos que se comprometen con los temas que lo apasionan. Y lo ambiental es un claro ejemplo.
-En las luchas ambientales Ctera fue muy importante. Sin ir más lejos en Entre Ríos la docencia en esos años –los ´90- movilizaron a la sociedad para lograr la ley de libertad de los ríos.
-La lucha del Paraná Medio fue un extraordinario ejemplo y una fecunda experiencia. Y los docentes en esa lucha tuvieron un rol protagónico. Los encuentros en defensa del río Paraná fue, de alguna manera, una intensa experiencia que me permitió resignificar una formación disciplinaria tan condicionada por un determinado saber científico. Entonces fui desde la crítica más radicalizada hacia esa ciencia que había que desacralizar, la discusión en torno al Positivismo, introducción a la cuestión de la complejidad… y ese tránsito fui aprendiendo y construyendo el concepto de ambiente para movilizar otros saberes. Estamos ante un concepto lo suficientemente amplio y abarcador como para que todo, en definitivo, sea ambiental.
-Parece un obstáculo epistemológico…
-Es cierto porque nos podemos preguntar cómo podemos operar en ese nivel de complejidad. Pero, en realidad, lo que hacemos es movilizar, motorizar conocimientos múltiples para que puedan articularse. Y esa es la tarea de un sistema interdisciplinario.
-Se puede decir que en términos de civilización estamos en lo ambiental en una situación de crisis…
-No sólo en lo ambiental. Para la noción de crisis es muy importante remarcar, en principio, el pensamiento ambiental latinoamericano. Cuando se empieza a discutir la cuestión ambiental a nivel mundial a fines de los años ´60 y principios de los ´70; la degradación ambiental venía directamente ligada al desarrollo industrial. Principalmente en sectores costeros, bosques y lluvia ácida, entre tantos otros, cobijó la idea de que a un problema una solución y que esa solución era tecnológica; fue una concepción muy propia de los países centrales. Nuestros países, periféricos, no alineados, del llamado tercer mundo, les decían a los países centrales que se habían beneficiado del desarrollo industrial y ahora nos piden que hagamos nosotros el sacrificio de repensar los modelos de desarrollo industrial. Lo curioso es que este esquema se mantiene en la actualidad cuando se debate la cuestión del cambio climático, especialmente la intervención de China. La perspectiva del pensamiento latinoamericano está relacionada con la búsqueda de la identificación de las causas profundas de la diáspora de las problemáticas ambientales que hoy existen. Ya no es la mirada lineal de a un problema una solución tecnológica, sino detectar las causas eficientes comunes en términos de degradación ambiental.
- ¿Sería como revelar y rebelar los mitos fundantes de la Modernidad?
-Exacto. Por eso el pensamiento ambiental los identifica como una auténtica crisis de magnitud civilizatoria. Lo que está en crisis es una serie de valores que tiene que ver con el eurocentrismo, el antropocentrismo, el patriarcado, el lugar que los humanos nos arrogamos dentro de la naturaleza. Ese mito que dice que el hombre es capaz de saberlo todo, esa capacidad del hombre de manipular todo, generó un conjunto de problemáticas ambientales que ya nadie puede negar o desconocer. Si alguien pregunta a otro cuáles son los problemas ambientales, nadie dudará en hacer una larga lista, tenga o no esa persona formación académica. Y se da un paso importante: los problemas ambientales existen porque se erigieron en una serie de mitos falaces, que nos llevan hoy a bordes inéditos; en los cuales los niveles de incertidumbres hacia el futuro son muy altos.
-Lo iba a interrumpir… pero usted quería completar el concepto de crisis...
-Es importante el abordaje y el valor de la crisis. Pero hay otro que es la percepción de la crisis. Todos sabemos de manera intuitiva, sensible o cognitiva, que efectivamente las cosas no están bien. Hemos perdido lo que se llamaría el optimismo propio de la Modernidad, que es pensar que el futuro es necesariamente mejor, y tenemos cada vez más certezas que tal vez nuestros hijos y nietos tengan que estar sometidos a restricciones de las cuales hoy nosotros no las tenemos.
- ¿Cómo es la transición para superar la crisis?
-La percepción, el valor y el concepto de la noción de crisis radica en la noción de cambios. Crisis significa lugar en que no cabe duda. Es el momento en el cual la duda se disipan para tomar una decisión hacia algún lado. Etimológicamente es momento en que se disipa toda duda. Generalmente asociamos la crisis con los problemas y con las angustias, pero no como una experiencia de liberación hacia otra cosa. Podemos decir que hoy estamos ante una etapa de libertades inéditas. Paradojales, pero libertades.
- ¿Por qué libertades?
-Porque hoy podemos plantearnos todas las dudas; podemos hacernos todas las preguntas; hemos logrado desacralizar las ciencias como el lugar de la verdad y las certezas; las ideologías se han ido hibridando y hoy son más bien una expresión de pragmatismo que deja en la orfandad a las doctrinas. Estamos ante una auténtica invitación al pensamiento para repensarlo todo, especialmente nuestra forma de ser y estar en el mundo. Tenemos que vivir y relacionarnos de otra manera, porque se trata de la conservación de la vida en su potencialidad y en su diversidad. Debería ser algo básico, no máximo. Por eso debemos repensar los modelos de producción en todas sus escalas, porque todo ocurre junto y no hay compartimientos estancos.
-Se podría decir que los esfuerzos para dominar a la naturaleza habría dirigirlos hacia el concepto de convivir con la naturaleza.
-Eso sería bajarnos del pedestal del antropocentrismo, que nos hace relacionarnos con la vida como una mera cosa para ser usada y ser explotada. Impresionante el término “explotar” los recursos naturales. Una paradoja: hoy nadie se vanagloria por explotar a otro ser humano, pero lo admitimos ante la naturaleza, que la sometemos a nuestra voluntad insaciable y producimos más de lo que necesitamos, pero sin una distribución justa o equitativa. Y esa concepción implica una empresa de altísimo riesgo para la propia supervivencia como especie. La naturaleza es mucho más compleja de lo que los humanos podemos hacer, y nuestra intervención siempre es lineal, no es sistémica. Por eso no se está previendo que esas intervenciones en la naturaleza producen efectos en cascada porque se interviene un sistema.
- ¿Qué rol cree que tiene la Encíclica del papa Francisco Laudato Sí?
-Un rol enorme, porque nos recuerda el concepto de bienes comunes. No es un hallazgo de esa Encíclica, pero sí es una advertencia clave para nuestros tiempos adherir al concepto de casa común para que el mundo deje de ser ajeno a nuestras vidas. El aporte del papa Francisco es sustancial e importante. La idea de casa común es muy pedagógica. A nuestra casa, a nuestro hogar lo valoramos, lo cuidamos, lo embellecemos… Ahora “nuestra casa”, que es la casa común, es decir, el planeta, debería ser la casa de todos que nos requiere asumir una mayor responsabilidad para su cuidado. ¿Y qué es lo común? Lo común es lo necesario e insustituible para la subsistencia de todos. Entonces cuando decimos común es agua, es aire, es energía, es suelo, es biodiversidad. Y cuando se dice para todos, no es solamente para los humanos sino para todas las especies. Por eso el mercado no puede ser el responsable de los bienes comunes y por eso existe una responsabilidad indelegable del Estado.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
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