No tolerar ninguna clase de esclavitud
Hace pocos días se conoció una actuación del Ministerio de Trabajo de la provincia que había detectado en Gualeguaychú a un niño trabajando en una panadería, lo que constituye un grave delito.
La esclavitud es un flagelo que ha recorrido y recorre la historia de la humanidad. Siempre fue nefasto y es una de las prácticas que más ofenden a la condición humana.
En el siglo XXI –como en el pasado- ninguna localidad en ningún punto del planeta están ajenas a estas situaciones. En la época actual la esclavitud ha tomado nuevas formas y nuevas características… pero no ha dejado de ser esclavitud.
El trabajo forzoso, el trabajo infantil, la trata de persona, entre otros flagelos, siguen golpeando duro en el corazón de la comunidad.
A diario se publican noticias de que niñas y jóvenes que son víctimas de la trata en nuestro territorio. Situación que implica venta y encierro en prostíbulos con fines de explotación sexual, otras veces implica a empresas vinculadas con explotaciones agropecuarias que contratan niños para la cosecha de determinados frutos, otras siguen con prácticas indecorosas y a sus trabajadores adultos los hacen vivir en condiciones inhumanas y así los casos se suceden uno tras otro. Esto está sucediendo en la actualidad, mientras se leen estas líneas.
La sociedad actual –a diferencia de otras en tiempos pasados- tiene herramientas jurídicas y culturales para promover la construcción de una comunidad sin esclavitud. Por eso no hay que ser de ninguna manera tolerantes a estas prácticas ni mucho menos naturalizar algo que no puede ser natural.
Se requiere de un accionar conjunto y permanente para erradicar todas las formas contemporáneas de esclavitud.
A pesar de los esfuerzos que se han desplegado, hay que convenir que todavía se vive en un mundo donde la esclavitud sigue siendo una problemática difícil de erradicar por falta de compromiso colectivo.
La servidumbre y los trabajos forzosos, la trata de personas, la explotación sexual, el trabajo infantil–entre otras prácticas- constituyen violaciones a elementales derechos humanos.
Está claro que el Estado tiene una responsabilidad que no puede delegar, especialmente para el combate contra la esclavitud en todas sus formas, pero también es verdad que el sector privado también debe asumir un rol fundamental en esta lucha.
En materia de trata, Entre Ríos como Gualeguaychú no son buenos ejemplos, más allá de las últimas medidas que se han adoptado para erradicar los prostíbulos. Además, se ha comprobado de manera casi contemporánea que todavía subsisten prácticas de explotación contra menores de edad. Y ya se sabe, trabajo forzoso y trata de personas son apenas dos ejemplos de la esclavitud en el siglo XXI.
La problemática es global e integral y por eso necesita de acciones colectivas. Hay herramientas jurídicas, está claro el avance cultural en términos de civilización que rechaza de plano estas nefastas prácticas. Lo que está faltando –entre otras cosas- es una decisión más contundente por parte de la Justicia.
En el siglo XXI –como en el pasado- ninguna localidad en ningún punto del planeta están ajenas a estas situaciones. En la época actual la esclavitud ha tomado nuevas formas y nuevas características… pero no ha dejado de ser esclavitud.
El trabajo forzoso, el trabajo infantil, la trata de persona, entre otros flagelos, siguen golpeando duro en el corazón de la comunidad.
A diario se publican noticias de que niñas y jóvenes que son víctimas de la trata en nuestro territorio. Situación que implica venta y encierro en prostíbulos con fines de explotación sexual, otras veces implica a empresas vinculadas con explotaciones agropecuarias que contratan niños para la cosecha de determinados frutos, otras siguen con prácticas indecorosas y a sus trabajadores adultos los hacen vivir en condiciones inhumanas y así los casos se suceden uno tras otro. Esto está sucediendo en la actualidad, mientras se leen estas líneas.
La sociedad actual –a diferencia de otras en tiempos pasados- tiene herramientas jurídicas y culturales para promover la construcción de una comunidad sin esclavitud. Por eso no hay que ser de ninguna manera tolerantes a estas prácticas ni mucho menos naturalizar algo que no puede ser natural.
Se requiere de un accionar conjunto y permanente para erradicar todas las formas contemporáneas de esclavitud.
A pesar de los esfuerzos que se han desplegado, hay que convenir que todavía se vive en un mundo donde la esclavitud sigue siendo una problemática difícil de erradicar por falta de compromiso colectivo.
La servidumbre y los trabajos forzosos, la trata de personas, la explotación sexual, el trabajo infantil–entre otras prácticas- constituyen violaciones a elementales derechos humanos.
Está claro que el Estado tiene una responsabilidad que no puede delegar, especialmente para el combate contra la esclavitud en todas sus formas, pero también es verdad que el sector privado también debe asumir un rol fundamental en esta lucha.
En materia de trata, Entre Ríos como Gualeguaychú no son buenos ejemplos, más allá de las últimas medidas que se han adoptado para erradicar los prostíbulos. Además, se ha comprobado de manera casi contemporánea que todavía subsisten prácticas de explotación contra menores de edad. Y ya se sabe, trabajo forzoso y trata de personas son apenas dos ejemplos de la esclavitud en el siglo XXI.
La problemática es global e integral y por eso necesita de acciones colectivas. Hay herramientas jurídicas, está claro el avance cultural en términos de civilización que rechaza de plano estas nefastas prácticas. Lo que está faltando –entre otras cosas- es una decisión más contundente por parte de la Justicia.
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