Modificar el IVA
El Impuesto al Valor Agregado (IVA) es uno de los impuestos más injustos, porque afecta por igual a los que más tienen con los que menos tienen.
El Impuesto al Valor Agregado es un impuesto que se aplica de manera directa al consumo porque grava los productos, los servicios, las transacciones comerciales y las importaciones.
Se dice que es un impuesto indirecto porque el fisco no lo recibe directamente del tributario, sino del consumidor.
Los expertos sostienen que el IVA es perjudicial porque se aplica como ahora de manera generalizada e indiscriminada, y ello afecta más a las clases más desposeídas. Para otros es un impuesto bueno porque entienden que es la manera más fácil que tienen los ciudadanos para pagar impuestos; además es muy sencillo y económico para que el Estado cobre los impuestos; y fundamentalmente porque nadie se escapa porque todos compran, estén o no registrados como contribuyentes.
Existen otros que agregan que este impuesto es justo y progresivo, porque el que puede comprar más paga más. Pero otros refutan esta perspectiva y sostienen que el IVA es perjudicial para los más desposeídos porque al aplicarse de manera generalizada, pagan por eso mismo que consumen el mismo porcentaje. Y están aquellos que intentan modificar el actual esquema por un sistema progresivo, donde básicamente el IVA no debería aplicarse a los productos que componen una canasta básica de alimentos.
Lo que nadie discute es que la política impositiva en Argentina es regresiva y ejerce demasiadas presiones en vez de ser generadoras de incentivos para una mayor apertura de su propia economía y crecimiento con desarrollo.
Con el Impuesto al Valor Agregado pasan muchas injusticias. Por ejemplo, se paga el 21 por ciento del IVA al momento de comprar pan, leche y manteca; productos esenciales para cualquier familia. Sin embargo, a la hora de comprar un paquete de cigarrillo apenas se paga por el IVA el siete por ciento.
Nadie discute la importancia de este Impuesto al Valor Agregado, pero de ahí a convalidar que no se tengan en cuenta las condiciones personales del sujeto hay un abismo de injusticia social muy evidente.
Como ya se apuntó, el Impuesto al Valor Agregado es un impuesto al consumo, que se aplica a la venta de cosas, a la prestación de servicios y a las importaciones de ciertos bienes. Se gravan tanto alimentos, bebidas, indumentaria, artículos de tocador y perfumería, combustibles, servicios públicos y seguros, entre otros rubros.
Es indudable que todo el esquema impositivo del país debe ser revisado de principio a fin, incluido –claro está- el actual sistema federal de coparticipación.
Si se entiende que los impuestos son una especie de mecanismo para que el Estado financie el gasto público, procurando redistribuir los ingresos desde los sectores más ricos hacia los más vulnerables (sean personas, sectores económicos o regiones), hay que convenir que Argentina tiene una política tributaria que no es equitativa sino injusta y esto no hace otra cosa que promover la desigualdad.
Se dice que es un impuesto indirecto porque el fisco no lo recibe directamente del tributario, sino del consumidor.
Los expertos sostienen que el IVA es perjudicial porque se aplica como ahora de manera generalizada e indiscriminada, y ello afecta más a las clases más desposeídas. Para otros es un impuesto bueno porque entienden que es la manera más fácil que tienen los ciudadanos para pagar impuestos; además es muy sencillo y económico para que el Estado cobre los impuestos; y fundamentalmente porque nadie se escapa porque todos compran, estén o no registrados como contribuyentes.
Existen otros que agregan que este impuesto es justo y progresivo, porque el que puede comprar más paga más. Pero otros refutan esta perspectiva y sostienen que el IVA es perjudicial para los más desposeídos porque al aplicarse de manera generalizada, pagan por eso mismo que consumen el mismo porcentaje. Y están aquellos que intentan modificar el actual esquema por un sistema progresivo, donde básicamente el IVA no debería aplicarse a los productos que componen una canasta básica de alimentos.
Lo que nadie discute es que la política impositiva en Argentina es regresiva y ejerce demasiadas presiones en vez de ser generadoras de incentivos para una mayor apertura de su propia economía y crecimiento con desarrollo.
Con el Impuesto al Valor Agregado pasan muchas injusticias. Por ejemplo, se paga el 21 por ciento del IVA al momento de comprar pan, leche y manteca; productos esenciales para cualquier familia. Sin embargo, a la hora de comprar un paquete de cigarrillo apenas se paga por el IVA el siete por ciento.
Nadie discute la importancia de este Impuesto al Valor Agregado, pero de ahí a convalidar que no se tengan en cuenta las condiciones personales del sujeto hay un abismo de injusticia social muy evidente.
Como ya se apuntó, el Impuesto al Valor Agregado es un impuesto al consumo, que se aplica a la venta de cosas, a la prestación de servicios y a las importaciones de ciertos bienes. Se gravan tanto alimentos, bebidas, indumentaria, artículos de tocador y perfumería, combustibles, servicios públicos y seguros, entre otros rubros.
Es indudable que todo el esquema impositivo del país debe ser revisado de principio a fin, incluido –claro está- el actual sistema federal de coparticipación.
Si se entiende que los impuestos son una especie de mecanismo para que el Estado financie el gasto público, procurando redistribuir los ingresos desde los sectores más ricos hacia los más vulnerables (sean personas, sectores económicos o regiones), hay que convenir que Argentina tiene una política tributaria que no es equitativa sino injusta y esto no hace otra cosa que promover la desigualdad.
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