Es necesario disminuir la presión fiscal
La presión fiscal en materia laboral es uno de los mayores obstáculos para generar nuevas fuentes de trabajo.
En estas horas, Europa y gran parte de América Latina está amenazada por el flagelo de la desocupación. En el país, los análisis económicos indican que se seguirá creciendo, aunque no en la misma proporción que en otros años. Por eso hay que tomar conciencia de que el drama de la desocupación golpea duro en el interior de una familia y luego repercute en toda la comunidad. No son problemas individuales sino colectivos.
Si bien el drama de la desocupación genera mucha incertidumbre en todas las personas, son especialmente los jóvenes quienes más la padecen.
No es casual que el obispo de Gualeguaychú y presidente de la Pastoral Social a nivel nacional, monseñor Jorge Lozano, lo venga señalando desde hace tiempo, cuando expresa su preocupación especial por la franja que está contenida entre los veinte y los cuarenta años.
¿Si los análisis económicos indican que se seguirá creciendo (aunque no con la misma intensidad), por qué el horizonte de encontrar trabajo sigue estando lejos? La respuesta tiene muchas perspectivas, pero hay una que es inevitable abordar: la presión fiscal del Estado muchas veces impide que alguien tome la decisión de ampliar sus fuentes laborales.
¿Cuánto tiempo demanda a una persona encontrar un trabajo estable? Los estudios más serios y que pertenecen a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hablan para Argentina de un período no inferior a un año.
Se trata de un tiempo muy extenso por lo que implica la desmoralización que genera la falta de trabajo. Pero que a su vez tiene otras derivaciones difíciles de sobrellevar como es la pérdida de la autoestima personal, los proyectos familiares que no se pueden sostener e incluso el padecimiento de enfermedades mentales como la depresión y la angustia crónica, entre otras.
Quien ejerce un cargo público Ejecutivo sabe más que nadie que es la cohesión social la que permite fortalecer las acciones que se planifican y que es ese punto de partida la que consolida los desarrollos y la mejora en la calidad de vida. Pues bien, el desempleo es claramente un indicador de pérdida de calidad de vida, además de aumentar la percepción de injusticia. Un ejemplo de esto es la expresión que deriva de la falta de trabajo y que muchas veces genera tensiones sociales. Ya no se trata de variables financieras o económicas, sino culturales y familiares. El trabajo es un mandato bíblico y forma parte de la dignidad que toda persona necesita para ser en sociedad.
En este contexto es oportuno hacer notar que se necesita de un sistema de estímulo fiscal que sea universal a todos los rubros de la producción y la demanda de servicios. Justamente, es la propia presión fiscal la que muchas veces impide la generación de nuevas fuentes laborales. Y al ser así, se genera una gran contradicción: porque el Estado es el primer interesado que haya trabajo, aunque termina –como en este caso- siendo un severo obstáculo.
Extraña construcción la de estos tiempos: quien piensa en generar fuentes laborales se siente ahogado fiscalmente y quien ha sido un gran evasor ha tenido grandes recompensas.
Por último, se debe insistir que si bien la desocupación golpea a todos las personas en condiciones de trabajar, son los jóvenes el sector más vulnerado. El desafío de estos tiempos no son solamente de carácter económico, sino político, social y cultural. No favorecer la creación de fuentes laborales debería considerarse como una grave falta a la ética, a la justicia social y a la solidaridad.
Si bien el drama de la desocupación genera mucha incertidumbre en todas las personas, son especialmente los jóvenes quienes más la padecen.
No es casual que el obispo de Gualeguaychú y presidente de la Pastoral Social a nivel nacional, monseñor Jorge Lozano, lo venga señalando desde hace tiempo, cuando expresa su preocupación especial por la franja que está contenida entre los veinte y los cuarenta años.
¿Si los análisis económicos indican que se seguirá creciendo (aunque no con la misma intensidad), por qué el horizonte de encontrar trabajo sigue estando lejos? La respuesta tiene muchas perspectivas, pero hay una que es inevitable abordar: la presión fiscal del Estado muchas veces impide que alguien tome la decisión de ampliar sus fuentes laborales.
¿Cuánto tiempo demanda a una persona encontrar un trabajo estable? Los estudios más serios y que pertenecen a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hablan para Argentina de un período no inferior a un año.
Se trata de un tiempo muy extenso por lo que implica la desmoralización que genera la falta de trabajo. Pero que a su vez tiene otras derivaciones difíciles de sobrellevar como es la pérdida de la autoestima personal, los proyectos familiares que no se pueden sostener e incluso el padecimiento de enfermedades mentales como la depresión y la angustia crónica, entre otras.
Quien ejerce un cargo público Ejecutivo sabe más que nadie que es la cohesión social la que permite fortalecer las acciones que se planifican y que es ese punto de partida la que consolida los desarrollos y la mejora en la calidad de vida. Pues bien, el desempleo es claramente un indicador de pérdida de calidad de vida, además de aumentar la percepción de injusticia. Un ejemplo de esto es la expresión que deriva de la falta de trabajo y que muchas veces genera tensiones sociales. Ya no se trata de variables financieras o económicas, sino culturales y familiares. El trabajo es un mandato bíblico y forma parte de la dignidad que toda persona necesita para ser en sociedad.
En este contexto es oportuno hacer notar que se necesita de un sistema de estímulo fiscal que sea universal a todos los rubros de la producción y la demanda de servicios. Justamente, es la propia presión fiscal la que muchas veces impide la generación de nuevas fuentes laborales. Y al ser así, se genera una gran contradicción: porque el Estado es el primer interesado que haya trabajo, aunque termina –como en este caso- siendo un severo obstáculo.
Extraña construcción la de estos tiempos: quien piensa en generar fuentes laborales se siente ahogado fiscalmente y quien ha sido un gran evasor ha tenido grandes recompensas.
Por último, se debe insistir que si bien la desocupación golpea a todos las personas en condiciones de trabajar, son los jóvenes el sector más vulnerado. El desafío de estos tiempos no son solamente de carácter económico, sino político, social y cultural. No favorecer la creación de fuentes laborales debería considerarse como una grave falta a la ética, a la justicia social y a la solidaridad.
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