Erradicar la pobreza: meta impostergable
Erradicar la pobreza y reducir la incidencia de la propia pobreza requiere como condición necesaria la recuperación de la senda del crecimiento económico. Pero además es imperioso que las instituciones de la República y el propio Estado sepan estar a la altura de las circunstancias y miren a la sociedad en términos generacionales y no solamente electorales.
La Argentina es un país con importantes recursos. Cualquier manual exhibe que cuenta con todas las posibilidades para superarse y crece, justamente porque tiene todos los climas y un extenso territorio pródigo y bondadoso para las más diversas producciones.
Pero también es indudable que se necesitan –hoy más que nunca- de una serie de profundas reformas estructurales tanto en la organización económica como en el funcionamiento de sus instituciones básicas.
Por otra parte, ya se sabe que no es suficiente ni garantía de nada el crecimiento económico por sí mismo. Se ha tomado conciencia a nivel social que es crucial la política que se adopte para asegurar un modelo de crecimiento que incluya a todos los sectores y regiones a través de una distribución del ingreso más equitativa. Se debe favorecer –todavía no se ha hecho en toda su magnitud- que se pueda utilizar de manera plena los recursos locales y crear mejores condiciones para la inversión que tiene como una primera consecuencia la creación de mayores niveles de empleo, y colabora con la estabilidad monetaria y el desarrollo.
Pero nada de eso se logrará si antes no se aplica una promoción y sostenimiento de las micro, pequeñas y medianas empresas que son las principales generadoras de trabajo y empleo. Será a través de las Pymes como se retomará el camino más adecuado y sostenible para afianzar la inclusión social, recuperar los niveles de ingresos, y de esa forma reducir la pobreza y erradicación la indigencia que todavía avergüenza a la familia argentina.
Junto con ello es imperioso que se avance en una reforma integral de la política fiscal, que sea progresiva y fundamentalmente que evite la gran evasión, entre otros temas urgentes, estructurales y prioritarios.
Es indudable que todos estos objetivos no deben ser sólo metas de un gobierno o de un partido, sino que debe convocar a todos: gobiernos nacional, provinciales y municipales; pero también a empresarios y trabajadores; las organizaciones sociales e intermedias. Los gobiernos –oficialistas y opositores- promoviendo siempre las mejores políticas a de Estado; la sociedad participando y ejerciendo controles; los empresarios invirtiendo, generando trabajo y asumiendo responsabilidades fiscales; los trabajadores sumando sus talentos y esfuerzos. Si cada uno asumiera el compromiso, el proceso sería mucho más llevadero. El horizonte no es otro que establecer el bienestar y la calidad de vida a todos los ciudadanos. ¿Se tiene esa conciencia en los partidos políticos? La respuesta cae por madura: No. Y esa falta de conciencia es el mayor obstáculo para erradicar la pobreza y terminar con la indigencia.
Pero también es indudable que se necesitan –hoy más que nunca- de una serie de profundas reformas estructurales tanto en la organización económica como en el funcionamiento de sus instituciones básicas.
Por otra parte, ya se sabe que no es suficiente ni garantía de nada el crecimiento económico por sí mismo. Se ha tomado conciencia a nivel social que es crucial la política que se adopte para asegurar un modelo de crecimiento que incluya a todos los sectores y regiones a través de una distribución del ingreso más equitativa. Se debe favorecer –todavía no se ha hecho en toda su magnitud- que se pueda utilizar de manera plena los recursos locales y crear mejores condiciones para la inversión que tiene como una primera consecuencia la creación de mayores niveles de empleo, y colabora con la estabilidad monetaria y el desarrollo.
Pero nada de eso se logrará si antes no se aplica una promoción y sostenimiento de las micro, pequeñas y medianas empresas que son las principales generadoras de trabajo y empleo. Será a través de las Pymes como se retomará el camino más adecuado y sostenible para afianzar la inclusión social, recuperar los niveles de ingresos, y de esa forma reducir la pobreza y erradicación la indigencia que todavía avergüenza a la familia argentina.
Junto con ello es imperioso que se avance en una reforma integral de la política fiscal, que sea progresiva y fundamentalmente que evite la gran evasión, entre otros temas urgentes, estructurales y prioritarios.
Es indudable que todos estos objetivos no deben ser sólo metas de un gobierno o de un partido, sino que debe convocar a todos: gobiernos nacional, provinciales y municipales; pero también a empresarios y trabajadores; las organizaciones sociales e intermedias. Los gobiernos –oficialistas y opositores- promoviendo siempre las mejores políticas a de Estado; la sociedad participando y ejerciendo controles; los empresarios invirtiendo, generando trabajo y asumiendo responsabilidades fiscales; los trabajadores sumando sus talentos y esfuerzos. Si cada uno asumiera el compromiso, el proceso sería mucho más llevadero. El horizonte no es otro que establecer el bienestar y la calidad de vida a todos los ciudadanos. ¿Se tiene esa conciencia en los partidos políticos? La respuesta cae por madura: No. Y esa falta de conciencia es el mayor obstáculo para erradicar la pobreza y terminar con la indigencia.
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