Bengalas, se sigue sin aprender la lección
El lunes 9 de mayo falleció Miguel Ramírez, el joven que recibió el impacto de una bengala durante el recital que el grupo “La Renga” brindó el 30 de abril en el autódromo Roberto Mouras de La Plata.
El joven tenía 32 años, padre de dos niños y su esposa está embarazada de siete meses. Se encontraba internado desde el sábado pasado en el hospital Alejandro Korn de la capital bonaerense. El director del nosocomio, Egidio Melía, había anunciado que el diagnóstico de Ramírez era “muerte cerebral”. Además, tenía graves lesiones en el cuello.
Este hecho ocurrió a una semana de conocerse las condenas por la muerte de 194 personas durante el incendio de Cromañón en 2004.
La fiscal Penal de La Plata, Virginia Bravo, quien investiga el incidente y ya realizó una inspección ocular en el autódromo, deberá establecer el incidente y fundamentalmente establecer las responsabilidades de la seguridad del espectáculo.
Es imperioso pensar antes de actuar, justamente para luego no lamentar tragedias que dejan de ser familiares y se inscriben en el sentir colectivo. Se insiste, se necesita aprender de la experiencia y este nuevo y fatal caso reinstala el debate en torno a la pirotecnia en el rock e incluso en la cancha de fútbol (donde también hay muertos y heridos por el uso de bengalas). Es oportuno recordar la mayor tragedia no natural registrada en la Argentina: el incendio del boliche República Cromañón, derivado también del uso de una bengala, y que dejó el saldo de 194 muertos en la fatídica noche del 30 de diciembre de 2004.
Sin embargo, las bengalas siguen utilizándose después de la tragedia de Cromañón, como si existiera un pacto tácito entre público y organizadores de espectáculos sean musicales o deportivos. Hay que saber que no hay pirotecnia segura, que el peligro mayor estará en la propia pirotecnia pero también en la manipulación que se hace de la misma.
El impacto en la sociedad de la tragedia de Cromañón es profundo… aunque en algunos sectores pareciera ser insuficiente y no es necesario erradicar. El caso de Ramírez los vuelve a interpelar en ese pensamiento y es momento de prohibir de manera absoluta el uso de la pirotecnia. Pese a lo de Cromañón y que ya se conocía el caso de Ramírez, en la noche del lunes hubo bengalas y otros elementos de pirotecnia en el partido que disputaron Vélez y Banfield.
En la tribuna de Vélez un simpatizante repartía pirotecnia a los demás, sin tomar noción del verdadero peligro que puede producirse con esos elementos.
El viernes pasado, alumnos de séptimo año de la escuela secundaria de Comercio Libertador General San Martín de San Juan, prendieron bengalas para festejar que tenían camperas nuevas de egresados. Un compañero de ese curso tuvo un grave accidente en un ojo.
El “folklore” de la bengala debería estar absolutamente prohibido. Es más, se coincide con lo afirmado por el músico Carlos “El Indio” Solari, quien publicó un elocuente razonamiento: “Si esos fuegos de artificio se entienden como de extrema peligrosidad aún fuera de los locales cerrados, lo correcto y conveniente sería la prohibición de su venta al público y no el traslado del deber policial a los organizadores de los eventos”.
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