Los rostros diversos de la pobreza
(*) Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
Cuando se dan a conocer los datos numéricos de la pobreza tenemos que cuidarnos de no quedarnos en cifras y porcentajes, sino de conocer las historias concretas de las familias, personas, comunidades. Algunas situaciones tienen un largo arrastre de décadas y generaciones de pobreza y exclusión.
Visitando familias en ranchos de adobe, techos de paja, pisos de tierra, sin acceso al agua, a la salud, la educación… conversando, me cuentan quienes allí habitan que son descendientes de varias generaciones en las mismas condiciones: papás y mamás que repiten situaciones de miseria desde sus abuelos y bisabuelos, o más. Por eso se habla de “pobreza estructural”, que está como arraigada e instalada.
No alcanza con llegar allí con un refuerzo económico. Es necesario un acompañamiento integral que ayude a cada miembro a avanzar un poco más en condiciones de vida digna.
Para poner sólo un ejemplo, 3 de cada 10 menores de 18 años comparten colchón para dormir, y no siempre del mismo sexo ni del mismo núcleo familiar. En muchas provincias, algunos duermen a la intemperie porque no hay lugar en el rancho, y no faltan los niños que, como abrigo, tienen un perro flaco.
Algo semejante podemos ver en los bolsones de pobreza de los cordones urbanos de las ciudades más pobladas. Casillas de cartón, lona, plástico, chapa, madera…
Estas situaciones no se resuelven en una gestión de gobierno. Se necesitan políticas públicas sostenidas en el tiempo: vivienda, alimentación adecuada y equilibrada, educación, salud, familia, comunidad, trabajo…
¡Cuánto que hay por hacer! Si bien es responsabilidad del Estado en sus diversos niveles, no podemos dejar de asumir como comunidad el papel que nos corresponde. Por un lado el rol profético de señalar estas situaciones de injusticia y falta contra la dignidad humana. También nos urge asumir una actitud proactiva en la caridad y la promoción humana desde cada comunidad cristiana. La práctica de las obras de misericordia “posee un dinamismo inclusivo mediante el cual se extiende en todas las direcciones, sin límites. En este sentido, estamos llamados a darle un rostro nuevo a las obras de misericordia que conocemos de siempre. En efecto, la misericordia se excede; siempre va más allá, es fecunda. Es como la levadura que hace fermentar la masa (cf. Mt 13,33) y como un granito de mostaza que se convierte en un árbol ” (cf. Lc 13,19), nos decía Francisco en la Carta Misericordia et misera (Mm19).
A su vez, tenemos que estar atentos a nuevos rostros de la pobreza. “El mundo sigue generando nuevas formas de pobreza espiritual y material que atentan contra la dignidad de las personas. Por este motivo, la Iglesia debe estar siempre atenta y dispuesta a descubrir nuevas obras de misericordia y realizarlas con generosidad y entusiasmo” (Mm 19). Pensemos por ejemplo en los desplazados y forzados a migrar por razones del hambre, la guerra, los desastres ambientales. Los perseguidos a causa de su fe o raza. Y bien cerca de nosotros, en tantos lugares del país, los adictos a los diversos tipos de drogas, las víctimas de la trata para la explotación laboral y sexual, la violencia en el hogar y la escuela, la discriminación a los migrantes.
El Papa no pide que estemos atentos y seamos solidarios. “Pensemos solamente en los niños y niñas que sufren violencias de todo tipo, violencias que les roban la alegría de la vida. Sus rostros tristes y desorientados están impresos en mi mente; piden que les ayudemos a liberarse de las esclavitudes del mundo contemporáneo” (Mm 19).
El tiempo de Cuaresma nos llama a dedicarnos más a la oración. Pidamos “que el Espíritu Santo nos ayude a estar siempre dispuestos a contribuir de manera concreta y desinteresada, para que la justicia y una vida digna no sean sólo palabras bonitas, sino que constituyan el compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios” (Mm 19)
Ante los nuevos datos que se conocieron del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), algunos me preguntaban si está en riesgo la paz social. Me acordaba de lo escrito por el Papa… “mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16,19-21), no podrá haber justicia ni paz social”. (Mm 21). La paz ya está vulnerada.
En el mensaje para la Cuaresma Francisco nos enseña: “La palabra es un don. El otro es un don”. Abramos el corazón a la Palabra y a nuestros hermanos.
Hoy, 19 de marzo, celebramos a San José. Él fue trabajador, obligado a migrar, empujado a llevar a la Virgen María a dar a luz a Jesús en un establo. Pidamos por su intercesión por todas las familias de la Patria.
(*) Monseñor Lozano es arzobispo coadjutor de San Juan de Cuyo y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
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