Victoria Suárez: el folklore, su vida y la convicción de “saber que se puede”
La vida de un artista es pelea, construcción, goce. La vida de un artista es desafío, compromiso, búsqueda… La vida de un artista es un regalo en el que trasciende el talento, en el mismo altar donde los éxitos también se destronan.
En un mundo donde los paradigmas condicionan, afrontar desafíos no es una tarea sencilla, menos aún en la conciencia de alguien que decide disponer en libertad su carrera, lejos del contexto que impone una “lata” o un “sello”. ¿Es utópico pensar una carrera desde allí?. Quizás sí, quizás no. Lo cierto es que no son pocos los que le escapan a las reglas del sistema, refugiándose en líneas que responden a la conciencia. Desde allí construyen. Despreocupados de los efectos se adueñan de un espacio donde el éxito y el fracaso no se miden. Y el alma, ese espectro que poco entiende de marketing, deja el exilio para volver a ocupar el lugar más trascedente.
Victoria Suárez es una reconocida folklorista de Gualeguaychú que se conecta con ese modelo. Dejó la ciudad 24 años atrás, cargada de sueños y propósitos, que el tiempo fue cumpliendo hasta convertirse en una figura importante del folklore nacional. Es parte de una legión que renovó al folklore argentino, aunque ella se reconoce en los próceres del género, a los que elogia y toma como ejemplo y referencia. Así es como se estremece al hablar de Guarany y se emociona cuando recuerda a Tamara Castro, su amiga de canto. Pero Victoria es más que eso. Detrás hay una dura historia de vida, en la que las necesidades y las ausencias aparecen como marca. “No reniego de mi pasado y no escondo nada cuando me preguntan. Lo hago porque pese a las dificultades que me planteó la vida logré un lugar en el folklore. Se puede. Solo es cuestión de creer en los sueños. Esa es la clave, el resto viene solo”, dijo.
Victoria Suárez. ¿Por qué ese nombre?
Mi nombre es Victoria Pérez. Pero si me decís Quelita, Vicki, Queli, India o Negra, a todos respondo, porque de esa forma también me llaman. Lo de Suárez fue casi un accidente cuando en una presentación, quienes me contrataron buscaron un apellido más fuerte. Me anunciaron como Victoria Suárez y a partir de allí lo adopté.
¿Qué cosas le quedan de Gualeguaychú?
Todo. Gualeguaychú es mi tierra. Por eso lo tengo presente permanentemente en mis presentaciones. Pero no solo allí. Allí tengo mi familia, mis amigos, mi gente. El barrio, el río… Todo lo que me marcó está en esa ciudad. Me crié en el barrio del Tiro Federal, donde reconozco me inicié en la música. Y aunque mi infancia fue complicada, allí están mis raíces. Gualeguaychú es mucho más que mi ciudad de origen. Es el lugar donde aprendí a caminar con la música…
¿Qué recuerda de su infancia?
Tuve una infancia y una adolescencia marcada por muchas necesidades. Conocí el hambre y sé que es carecer de afecto. Me crió mi abuela, atrás del Tiro Federal. Recuerdo mis visitas al basural de Valor desde donde rescaté mis primeras muñecas; el trabajo en el monte junto a mi abuela haciendo leña y mis primeros años en la escuela San Francisco. Pedí en la calle y trabajé por la comida. No fue una infancia feliz, aunque en el medio siempre estuvo la música…
¿A qué edad comienza el interés por la música?
Desde muy chica. Cuando tenía 6 años ya me escapaba a una parrilla que se llamaba “La Rueda” cerca de donde vivía, donde llegó a cantar Horacio Guarany, y otros artistas que hacían presentaciones en la zona, o llegaban directamente al “Abrazo Celeste y Blanco”. A los 9 años tuve mi primera guitarra que la tomé de la basura, y a los 11 mi abuela me regaló una guitarra para mi cumpleaños que lamentablemente destruyó mi padre meses más tarde a manera de castigo…
¿Terminó la escuela primaria en San Francisco?
No. Terminé en la Escuela Matheu, de donde tengo también buenos recuerdos…
¿Continuó los estudios?
Si. Inicié la secundaria en el Colegio Nacional. Pero a los 15 años quedé embarazada y decidí abandonarlos. Seguía con la música, porque cantaba donde podía. Es más, canté en varias oportunidades en el mismo Colegio. Pero tenía que sobrevivir con una hija. Limpié casas hasta que empecé a encontrar un lugar en la gastronomía. Fui moza del Espeto Corrido y trabajé en la cocina del Hotel París. Pero nunca dejé de cantar
¿Cuándo empieza la relación más fuerte con la música?
Cuando decidí poner los sueños en una mochila y con mi hija viajar a Buenos Aires….
¿Cómo fueron esos primeros pasos?
Duros. Continué trabajando en algunas cosas de gastronomía hasta el año 96, cuando logré firmar el primer contrato en “El Mojón”, donde actuaban folkloristas importantes como Ariel Acuña, Gonzalo Ortiz o Graciela Carabajal. Allí me vio gente del Gobierno, y al mes estaba cantando en el Teatro San Martín, donde tuve el honor que me presentara Héctor Larrea, en un festival a beneficio de la obra del Padre Farinello.
¿Cuándo se relaciona con Tamara Castro?
A Tamara la conocí en “El Mojón”. En el año 97 decidimos ir juntas a Cosquín. Cantamos en muchísimas peñas y es ahí donde me vinculo con el folklore comercial, o mejor dicho aquí aparecen las primeras oportunidades con sellos como Warner o Magenta…
¿Qué pasó con esas propuestas?
Nunca me cerraron. No me convencían. En algún caso hasta rechacé la propuesta porque para acceder me exigían cambiar la agenda, o el género. De Cosquín rescato la posibilidad de sentirme aceptada, querida y respetada. Pero mi brújula marcó otro rumbo, donde lo comercial se muestra más distante…
¿Se arrepiente hoy no haber accedido a esas propuestas comerciales?
No. Se puede vivir sin estar atado a sellos discográficos. Quien piense que no es así se equivoca. Y si a eso le sumas convicciones, la satisfacción es doble en lo que realizas.
¿Qué pasó en los años que vinieron?
Seguí la huella nativa y de ahí no me sacaron. Seguí estudiando. Lo hice en los viejos “Estudios Paraná”, donde conocí a mi gran maestro, Héctor de Rosas. El sí defendió mi esencia. Y después comencé a desfilar por todos los escenarios del país.
Tiene trabajos grabados… ¿Hay alguno que lo reconozca como especial?
Todos tienen algo distinto. En el año 98 grabé “Simplemente Victoria”. Quizás por haber sido el primero fue especial. Pero cualquier intervención es diferente y deja su marca…
¿Se presentó en Gualeguaychú como artista?
Lo hice en una sola ocasión respondiendo a una invitación cuando se inauguró el Anfiteatro. Está listo mi último trabajo “Nativa y Criolla”, que ojalá pueda presentar en Gualeguaychú. Amo a mi ciudad y sería un honor poder cantar con mi gente.
De la Redacción
Beltrán Heidenreich
Victoria Suárez es una reconocida folklorista de Gualeguaychú que se conecta con ese modelo. Dejó la ciudad 24 años atrás, cargada de sueños y propósitos, que el tiempo fue cumpliendo hasta convertirse en una figura importante del folklore nacional. Es parte de una legión que renovó al folklore argentino, aunque ella se reconoce en los próceres del género, a los que elogia y toma como ejemplo y referencia. Así es como se estremece al hablar de Guarany y se emociona cuando recuerda a Tamara Castro, su amiga de canto. Pero Victoria es más que eso. Detrás hay una dura historia de vida, en la que las necesidades y las ausencias aparecen como marca. “No reniego de mi pasado y no escondo nada cuando me preguntan. Lo hago porque pese a las dificultades que me planteó la vida logré un lugar en el folklore. Se puede. Solo es cuestión de creer en los sueños. Esa es la clave, el resto viene solo”, dijo.
Victoria Suárez. ¿Por qué ese nombre?
Mi nombre es Victoria Pérez. Pero si me decís Quelita, Vicki, Queli, India o Negra, a todos respondo, porque de esa forma también me llaman. Lo de Suárez fue casi un accidente cuando en una presentación, quienes me contrataron buscaron un apellido más fuerte. Me anunciaron como Victoria Suárez y a partir de allí lo adopté.
¿Qué cosas le quedan de Gualeguaychú?
Todo. Gualeguaychú es mi tierra. Por eso lo tengo presente permanentemente en mis presentaciones. Pero no solo allí. Allí tengo mi familia, mis amigos, mi gente. El barrio, el río… Todo lo que me marcó está en esa ciudad. Me crié en el barrio del Tiro Federal, donde reconozco me inicié en la música. Y aunque mi infancia fue complicada, allí están mis raíces. Gualeguaychú es mucho más que mi ciudad de origen. Es el lugar donde aprendí a caminar con la música…
¿Qué recuerda de su infancia?
Tuve una infancia y una adolescencia marcada por muchas necesidades. Conocí el hambre y sé que es carecer de afecto. Me crió mi abuela, atrás del Tiro Federal. Recuerdo mis visitas al basural de Valor desde donde rescaté mis primeras muñecas; el trabajo en el monte junto a mi abuela haciendo leña y mis primeros años en la escuela San Francisco. Pedí en la calle y trabajé por la comida. No fue una infancia feliz, aunque en el medio siempre estuvo la música…
¿A qué edad comienza el interés por la música?
Desde muy chica. Cuando tenía 6 años ya me escapaba a una parrilla que se llamaba “La Rueda” cerca de donde vivía, donde llegó a cantar Horacio Guarany, y otros artistas que hacían presentaciones en la zona, o llegaban directamente al “Abrazo Celeste y Blanco”. A los 9 años tuve mi primera guitarra que la tomé de la basura, y a los 11 mi abuela me regaló una guitarra para mi cumpleaños que lamentablemente destruyó mi padre meses más tarde a manera de castigo…
¿Terminó la escuela primaria en San Francisco?
No. Terminé en la Escuela Matheu, de donde tengo también buenos recuerdos…
¿Continuó los estudios?
Si. Inicié la secundaria en el Colegio Nacional. Pero a los 15 años quedé embarazada y decidí abandonarlos. Seguía con la música, porque cantaba donde podía. Es más, canté en varias oportunidades en el mismo Colegio. Pero tenía que sobrevivir con una hija. Limpié casas hasta que empecé a encontrar un lugar en la gastronomía. Fui moza del Espeto Corrido y trabajé en la cocina del Hotel París. Pero nunca dejé de cantar
¿Cuándo empieza la relación más fuerte con la música?
Cuando decidí poner los sueños en una mochila y con mi hija viajar a Buenos Aires….
¿Cómo fueron esos primeros pasos?
Duros. Continué trabajando en algunas cosas de gastronomía hasta el año 96, cuando logré firmar el primer contrato en “El Mojón”, donde actuaban folkloristas importantes como Ariel Acuña, Gonzalo Ortiz o Graciela Carabajal. Allí me vio gente del Gobierno, y al mes estaba cantando en el Teatro San Martín, donde tuve el honor que me presentara Héctor Larrea, en un festival a beneficio de la obra del Padre Farinello.
¿Cuándo se relaciona con Tamara Castro?
A Tamara la conocí en “El Mojón”. En el año 97 decidimos ir juntas a Cosquín. Cantamos en muchísimas peñas y es ahí donde me vinculo con el folklore comercial, o mejor dicho aquí aparecen las primeras oportunidades con sellos como Warner o Magenta…
¿Qué pasó con esas propuestas?
Nunca me cerraron. No me convencían. En algún caso hasta rechacé la propuesta porque para acceder me exigían cambiar la agenda, o el género. De Cosquín rescato la posibilidad de sentirme aceptada, querida y respetada. Pero mi brújula marcó otro rumbo, donde lo comercial se muestra más distante…
¿Se arrepiente hoy no haber accedido a esas propuestas comerciales?
No. Se puede vivir sin estar atado a sellos discográficos. Quien piense que no es así se equivoca. Y si a eso le sumas convicciones, la satisfacción es doble en lo que realizas.
¿Qué pasó en los años que vinieron?
Seguí la huella nativa y de ahí no me sacaron. Seguí estudiando. Lo hice en los viejos “Estudios Paraná”, donde conocí a mi gran maestro, Héctor de Rosas. El sí defendió mi esencia. Y después comencé a desfilar por todos los escenarios del país.
Tiene trabajos grabados… ¿Hay alguno que lo reconozca como especial?
Todos tienen algo distinto. En el año 98 grabé “Simplemente Victoria”. Quizás por haber sido el primero fue especial. Pero cualquier intervención es diferente y deja su marca…
¿Se presentó en Gualeguaychú como artista?
Lo hice en una sola ocasión respondiendo a una invitación cuando se inauguró el Anfiteatro. Está listo mi último trabajo “Nativa y Criolla”, que ojalá pueda presentar en Gualeguaychú. Amo a mi ciudad y sería un honor poder cantar con mi gente.
De la Redacción
Beltrán Heidenreich
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