CIERRE DE UNA ETAPA
Se jubiló Estela Lemes, referente en educación rural y de la lucha ambiental: “La satisfacción del deber cumplido”
Pasadas las 9 horas de este viernes, y rodada de un generoso grupo, conformado por familiares, amigos, compañeras y compañeros de ruta, firmó su jubilación en la Dirección Departamental de Escuelas de Gualeguaychú. Emoción, lágrimas y mucho agradecimiento. “El rol del docente traspasa el aula”, expresó.
Por Luciano Peralta
“Parece un casamiento”, dijo un docente jubilado que cerraba el grupo de más o menos 30 personas, que ingresaba a la Dirección Departamental de Escuelas de Gualeguaychú, tras los pasos de Estela Lemes. Adentro, los esperaba Natalia Báez, directora departamental que acompañó la firma de la docente rural que en ese acto administrativo cerraba una etapa de más de 23 años al frente de la Escuela N°66 “Bartolito Mitre”.
Después de las palabras emotivas, las lágrimas y los abrazos, vinieron las fotos de ocasión, tras las cuales la flamante jubilada dialogó con EL ARGENTINO.
- Estela, te jubilaste, ¿sensaciones?
- Uy, muchas y muy encontradas. Feliz por lo que se viene, feliz por el tiempo que voy a poder dedicarle a mis hijos, a los que les quité tiempo durante tantos años. Pero mi corazón queda en la 66. Algunos de mis nietos están siendo alumnos la escuela, mis hijos pasaron por esas aulas, la 66 forma una parte importante de mi vida. Yo allí crecí en lo profesional y también como persona, porque me tocó vivir momentos difíciles. Llegué en el 2001 cuando estaba el país en un momento difícil y mi rol dejó de ser sólo el de maestra rural, acompañé a familias, a alumnos, compartí la comida de mis hijos con mis alumnos, hasta que muchos años después logramos el comedor. También momentos duros, como la pérdida de una de nuestras alumnas. Pero con la satisfacción de haber hecho todo lo que tenía que hacer, y un poco más.
-Mucho se habla del rol de la escuela al momento de contener, de acompañar, ¿cómo han sido estos 23 años en ese sentido?
-Y bueno… acompañando plenamente cada una de las acciones, cada paso de mis alumnos, cada prueba que les tocaba sortear. Más allá de que en algunos casos ya no eran alumnos míos, siempre estuve, dentro de mis posibilidades, acompañando a los chicos y a las familias. El rol del docente traspasa el aula, eso no me cabe duda, lo viví y lo sigo sosteniendo, siempre va a ser así. El rol del docente no es sólo impartir educación en las aulas o en el edificio escolar, va mucho más allá. Y, en este sentido, siempre tuve la convicción de que yo estaba en ese lugar por algo.
-Históricamente se ha dicho que la escuela es la segunda casa, en tu caso fue la primera, ¿cómo es eso de vivir en la escuela?
-Llegué en 2001, era un momento complicado del país y también de mi vida, porque estaba viniendo con cinco de mis siete hijos, el más chiquito tenía 4 años, el otro 5 y de ahí para arriba. Estaba recién separada y criar sola a mis gurises en ese lugar fue difícil, más allá de que tuve un gran acompañamiento por parte de mi mamá, que siempre fue un pilar importante en mi vida. Llegamos a una casa que se había usado durante mucho tiempo como galpón y no tenía baño, por eso empezamos usando el baño de la escuela, mientras se acondicionaba el edificio. Era la época de los federales, tres meses sin cobrar estuve y, después, tres meses más porque habían hecho mal los papeles. Yo venía de la Escuela N°1 de Islas y de ser maestra suplente pasé a ser directora titular. Sí que fueron momentos duros, pero el estar en ese lugar, que es bello, hizo que todo lo demás quedara a un costado. Mis gurises, los más chicos, crecieron y se educaron en la 66, en un lugar que es un paraíso, mi lugar en el mundo.
- ¿Hace muchos años sos una referente en cuanto a la lucha por un ambiente sano, ¿qué te deja esa experiencia?
- Cuando digo que por algo llegué a la escuela, creo que este era el lugar donde yo tenía que estar. Primero, por un montón de cosas que fueron pasando con mis alumnos, a los que pude acompañar, pude mostrarles que había otra cosa más allá de lo que era el campo: salidas, viajes, experiencias increíbles, ganaron premios, cosas que por ahí uno piensa que en una escuela rural no pueden tener. Y sí las tuvieron. Y, por otro lado, la lucha ambiental: tenía que estar en ese lugar para decir que lo que estaban haciendo no estaba bien. Que lo sigo sosteniendo, sigo pensando que más allá de leyes nuevas, no se tiene en cuenta la salud y el cuidado del ambiente. Y hay que entender que a los niños de la ciudad también les va a llegar el problema de los agrotóxicos, algo que los niños del campo viven a diario. Pero quienes legislan no tienen en cuenta esto, somos ciudadanos de tercera.
-Hablaste del tiempo que no pudiste darles a tus hijos, por la escuela, ¿qué ganaste? ¿qué te ha devuelto la escuela?
- Me devuelve la satisfacción del deber cumplido, creo que eso es. Y sabiendo que he cumplido con creces. Porque lo siento, porque me lo hacen sentir, porque formé docentes; a partir de 2015, cuando se creó la Escuela Nina, llegaron chicas jóvenes, todavía algunas sin haberse recibido e hicieron todo ese proceso en la escuela. Y en cuanto a mi vida privada, si bien le quité a mis hijos años, la vida me devuelve unos hijos maravillosos. Unos hijos que tienen un corazón enorme, porque acompañaron cada una de mis cosas. Las rejas de la escuela están pintadas por ellos, los pisos de la escuela forman parte de nuestra vida, cada cosa de las 66 está muy, muy metida en sus corazones; una de mis hijas tiene su hogar al lado de la escuela. Esas cosas me parecen que son una devolución a todo lo hecho.