OPINIÓN
Las librerías del barrio pueden desaparecer
La derogación de la Ley del Libro que propone el proyecto de ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos enviado al Congreso el 27 de diciembre es una sentencia de muerte para el mercado editorial independiente.
Por Nicolás Darchez
Editor | Oyé Ndén Editora
“Derógase la Ley Nro 25.542 de precio uniforme de venta al público de libros”. Así, con apenas catorce palabras perdidas en medio de un pantano de más de ciento treinta mil, escondidas bajo la denominación Artículo 60 en uno de los tantos apartados de un documento de más de trescientas páginas, se sentencia de muerte a las librerías independientes, a las pequeñas editoriales, a la bibliodiversidad.
Que exagero, que no es tan así la cosa, que el mercado, como el sol, sale para todos. Veamos entonces.
La Ley 25.542 o “Ley de defensa de la actividad librera” tiene como objetivo (entre otros) proteger a las librerías independientes, las que no son parte de mega cadenas comerciales. En ese sentido, establece que el precio de venta al público de los libros (PVP) es definido por las editoriales y es uniforme en todo el territorio y en todos los canales de comercialización. Es decir, El nudo de Carlos Pagni, por ejemplo, cuesta lo mismo en Tandil, que en Ibicuy o en Mercado Libre; de derogarse la ley, cada comercio podría decidir el PVP. Esto, si bien parece beneficiar al bolsillo lector, acabaría empobreciendo enormemente la oferta editorial. Detrás de esa supuesta “libertad” de mercado, se esconde la clave para el monopolio absoluto y definitivo de las grandes cadenas y los monstruos editoriales. Paso a explicar.
Las librerías se sostienen, en gran parte, mediante la venta de títulos comerciales. Para ello deben contar con stock de los mismos, por eso compran a las editoriales una X cantidad de unidades de cada título. Según el volumen de la compra, las librerías perciben distintos descuentos por parte de los sellos editores. No obstante, acorde con lo que establece la Ley 25.542, sea cual sea el importe que una librería pague por un título X, debe venderlo al mismo precio que el resto de las librerías. Por lo que, para el público lector, en términos económicos, comprar en un lugar u otro resulta lo mismo.
Un ejemplo. El PVP de El nudo de Carlos Pagni hoy es de $17.000 en todo el país. La cadena Yenny (o Cúspide, Carrefour o Farmacity) decide comprar a la editorial (Planeta) 10.000 ejemplares, ya que sus finanzas se lo permiten. Planeta le vende con un descuento del 50%, es decir que Yenny paga $8.500 cada unidad ($85.00.000 en total). Por su parte, la librería de enfrente de casa solo puede costear la compra de 10 ejemplares, por lo que la editorial se los deja con un descuento del 30%, es decir que termina abonando $11.900 cada unidad ($119.000 en total). Con la Ley 25.542, ambos comercios deben vender el título a $17.000, por lo que Yenny ganaría $85.000.000 de la venta total y la otra librería $51.000. Si se derogara la ley, la mega cadena podría decidir vender el título a $10.000 y aun así ganar $15.000.000. Sin embargo, la librería de enfrente de casa no podría rebajarlo a ese valor; cuanto mucho, podría venderlo a $12.000 y ganarle $1.000 (medio kilo de yerba). Luego, solo le restaría bajar las persianas.
Eso no es todo. En un mercado en el que las pequeñas librerías desaparecen, la oferta de títulos acabaría siendo definida por el monopolio de las grandes cadenas, prevaleciendo exclusivamente aquellos que resultan comerciales por sobre los que no tienen un caudal importante de lectores en términos de mercado.
Un ejemplo. Carroza y Reina de Isidoro Blaisten (editado por Mil Botellas) no se consigue en Yenny (ni Farmacity ni Carrefour), tampoco es un título que a la cadena le interese mucho, ya que el volumen de ventas es ínfimo según sus criterios comerciales. Sin la Ley 25.542, al desaparecer las librerías donde sí se consigue, con ellas también desaparecerían la obra y su editorial.
Finalmente, sin librerías independientes, sin ejemplares en circulación, sin editoriales interesadas en títulos no comerciales, también desaparecerían miles de autoras y autores: lo mismo que a Carroza y Reina, Isidoro Blaisten y Mil Botellas, le sucedería a Desmontar una casa, Cecilia Moscovich y Ediciones Neutrinos; a Largo aliento, Nina Jäckle y Editorial Serapis; a El tan deseado rostro, Tuky Carboni y Oyé Ndén Editora. Chau bibliodiversidad.
Así pues, ojo. Son las pequeñas librerías las que ofrecen una real pluralidad de obras, las que defienden desde sus estantes la bibliodiversidad, las que permiten que miles de autoras y autores no comerciales y cientos de editoriales independientes puedan circular. La Ley 25.542 es la única herramienta que les garantiza competitividad en el amplio mercado del libro, la única defensa frente al avance de las cadenas monopólicas. Si se la deroga, si se las desprotege, la librería de enfrente de casa y la de acá a la vuelta, desaparecerán, empobreciendo infinitamente nuestras vidas.