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Intentar vivir y trabajar con la constante amenaza de la cepa de Manaos
La técnica en turismo de Gualeguaychú Brenda Pecin, decidió irse a vivir en octubre del año pasado a la localidad de Pipa, Brasil para vivir una nueva experiencia laboral, lo que nunca se imaginó era que iba a ser testigo de primera mano de lo destructiva que es la nueva cepa de Manaos.
POR DIEGO ELGART
EL ARGENTINO
La nueva variante de coronavirus de Manaos -denominada P.1- ya hace estragos en Paraguay, donde circula en diferentes regiones del país. Así lo anunció el jueves pasado el Ministerio de Salud, que atribuyó a ese motivo el alto nivel de contagios que registran en el territorio nacional desde hace semanas.
Con el objetivo de frenar el avance del virus, el Gobierno paraguayo anunció el miércoles medidas de restricción a la circulación hasta el domingo 4 de abril, entre las 20 y las 5 de la mañana.
De un promedio menor a 10 fallecidos por día en enero, las muertes treparon a entre 40 y 50 diarias esta semana. En tanto, el promedio de contagios diarios subió a unos 2500. El total de casos en el país desde el inicio de la pandemia llegó a 200.823 este jueves, mientras que el número de decesos aumentó a 3869.
Brasil, donde las muertes por Covid-19 ya superaron las 300.000, se convirtió en una amenaza para los países de la región.
Es en este contexto epidemiológico donde la técnica en turismo de Gualeguaychú Brenda Pecin, vive desde el mes de octubre del año pasado intenta seguir viviendo y trabajar ante la nueva normalidad en la localidad de Pipa, en Brasil.
Pipa es una pequeña localidad turística del noreste de Brasil, perteneciente al municipio de Tibau do Sul en el estado de Río Grande del Norte. Es famosa por sus extensas playas. Está relativamente aislada de las grandes ciudades la más cercana es Natal, de 800.000 habitantes, a unos 80 kilómetros de distancia de la capital de estado.
Brenda (30) trabajó once años en el hotel Embajador, y antes de la pandemia era la gerente del complejo turístico local, que en el mes de abril del año pasado tuvo que cerrar sus puertas para el turismo por la cuarentena, y al poco tiempo se convirtió en el primer centro de aislamiento para casos sospechosos de Covid, hasta que logró nuevamente reabrir sus puertas con el fin de recibir a los visitantes en enero.
Sin posibilidades de trabajar en su profesión en la ciudad que la vio nacer, decidió irse a Brasil a vivir con su pareja (también argentino) y viajó al vecino país el 19 de octubre del año pasado, para instalarse en el pequeño pueblo de Pipa donde ahora trabaja como jefa de recepción y reservas en un hotel cinco estrellas ubicado en la costa Atlántica en ciudad de 7 mil habitantes de clima tropical.
Hoy tiene que convivir con la cepa de Manaos que está haciendo estragos en el sistema sanitario brasileño y extremar los cuidados en su trabajo. Lo que más le inquieta a Brenda de la nueva cepa es la fuerte contagiosidad que tiene el virus que ya se cobró la vida de varios jóvenes en Brasil.
En lo que va del mes han muerto en ese país unas 2.800 personas menores de 40 años a causa del coronavirus, más del doble que en el mismo período de febrero y casi el triple que en enero, según datos del gobierno.
“Cuando llegamos en octubre a esta localidad no había cuarentena, la gente andaba libre por la calle, los bares funcionaban hasta las 2 de la mañana, había vida nocturna”, explicó Brenda.
“Después que pasó el carnaval en el mes de febrero, comenzaron a restringir las actividades, y ahora hay restricciones hasta el 2 de abril. Los restaurantes están cerrados, los hoteles están funcionando con normalidad, pero el turismo está parado, el último fin de semana solo tuvimos dos habitaciones ocupadas en el hotel, la gente comienza a tener miedo”, indicó.
“Durante el verano literalmente no podíamos caminar por la verada por la cantidad de gente que había. No hubo controles, como tampoco no te hacían lio si transitabas sin el tapabocas.
“Hay gente joven que se muere, en una o dos semanas de haberse agarrado el virus. Tengo un compañero de trabajo que perdió a su esposa por la cepa de Manaos, tenía 38 años. El virus es más fuerte y ataca sin piedad”, remarcó.
En tanto consideró que el movimiento anti vacuna es muy fuerte en Brasil, “hay gente que dice que la vacuna te coagula la sangre, generalmente son los pro- Bolsonaro, pero la grieta política como se vive en Argentina aquí no se le dan tanta bolilla como allá. A los brasileños no le gusta pelearse, después de una discusión la terminan con un abrazo”, expresó.
“Por ahora las playas están liberadas y uno puede ir tranquilamente respetando el distanciamiento, no hay barracas (espacios gastronómicos), y no puede haber ningún tipo de aglomeraciones. Cada 15 días se van tomando medidas, en nuestro Hotel tenemos reservado el salón para casamientos para el mes de abril y agostos pero la gente lo está cancelado.
En el pueblo hay transmisión comunitaria, pero se sigue viviendo en algunos aspectos sin tener el distanciamiento adecuado, en los minibús del transporte público, que tiene capacidad para 15 asientos pero la gente viaja amontonada”.
En cuanto a la actividad económica, para un pueblo como Pipa en la cual el turismo representa su principal actividad para dinamizar su economía y generar empleo, Brenda dijo que las perspectivas no son buenas.
“Tenemos una sola reserva para Semana Santa, la gente está asustada, una mujer me contó que se le murieron 15 amigos. La cepa es más letal en un mes te liquida y aquellos que lograron sobrevivir, en algunos casos les dejó secuelas respiratorias.
Es por eso que el gobierno tendrían que cerrar todo por un tiempo, por ahora van cerrando por periodos y de forma paulatina, pero también todo depende de cada estado”.
Brenda sabe que hasta el año que viene no podrá volver a Gualeguaychú a visitar a su familia, “las fronteras están cerradas y mi idea es poder ir el año que viene. Vine a este país para tener una experiencia laboral, la vida aquí es totalmente diferente, una cosas es venir de vacaciones y otra es vivir, te amoldas o no y es difícil encajar.
El lado positivo de esta experiencia es que tengo un sueldo fijo y como aquí no hay inflación, ya se sabe qué es lo que vas a gastar en una compra en el supermercado, todos los meses los precios son iguales. La contra es que los sueldos están congelados, un trabajador gana entre 1200 a 1500 reales (equivalente a 222 dólares o 277 dólares respectivamente).
Una familia de cuatro personas para poder cubrir los costos de la canasta básica necesita 3000 reales, es por eso que aquí casi no existe la clase media, está la gente humilde y la que tiene mucha plata”, expresó.