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Frigorífico Gualeguaychú: la comuna capacitó al personal sobre su historia
En el marco de la capacitación continua del personal municipal, se dictó jornada sobre historia de los espacios públicos, esta vez, sobre el Frigorífico.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
La información formal indica que desde la Dirección de Personal Municipal se dispuso la capacitación y el fortalecimiento del personal que desarrolla actividades en el Parque Costero del Frigorífico, en el Museo de la Memoria Popular, junto a la Dirección de Espacios Públicos, en referencia a espacios históricos de la ciudad.
Se trata de una iniciativa que tiene como objetivo “capacitar al personal municipal sobre un abanico de hechos históricos del lugar donde presta tareas, a los fines de poder responder y evacuar las consultas de los vecinos y turistas que visitan los espacios públicos”.
“Este fortalecimiento institucional de los trabajadores y trabajadoras apostados en espacios públicos, aumentan la calidez y la calidad de las visitas, teniendo presente que el programa Gualeguaychú 365 fomenta el turismo todo el año, no solo en épocas festivas”, indica el comunicado de la Municipalidad.
Y explica: “Para ello, se promueve recorridos de los nuevos espacios recuperados en los últimos años, donde el personal es instruido sobre hechos de relevancia histórica, como anfitriones, y para que sea replicado a los visitantes, como así estrategias de captación del interés, con dinamismo de preguntas y respuestas”.
“En el recorrido por el Parque Costero del Frigorífico, se hizo una introducción sobre sus comienzos, el desarrollo, y lo ocurrido hasta su cierre. Hoy esa mole de hierro y cemento alberga ilusiones y trabajo, sede de la Fábrica Municipal Cooperativa (FAMUCO), del Mercado Municipal, del Estadio Municipal de Vóley, y del gran Parque Costero del Frigorífico”, se enumeró a manera de descripción.
Este lugar emblemático que alimentaba a tantas familias de la ciudad gracias a la faena de animales, y que hoy, ha recuperado ese sentido, albergando al mercado donde “los productores locales tienen un lugar para exponer y comercializar sus productos, mostrar lo que hacen. Es muy importante decir que aquí, la gente, tiene oportunidad de acceder a productos libres de agrotóxicos, certificados”, expresó el intendente Esteban Martín Piaggio. “Esta interacción que logra el lugar entre las diferentes áreas municipales, va adquiriendo a la vez, un sentido de pertenencia a este lugar tan querido de la ciudad, un lugar muy pujante y que, a futuro, nucleará diferentes áreas, favoreciéndose así la interacción entre las mismas”, reza el comunicado.
Contextos y memoria
En la edición del 27 de junio de 2009, EL ARGENTINO registró el artículo que sigue:
Mucho se ha escrito sobre la importancia que ha tenido el Frigorífico Gualeguaychú para el desarrollo económico y social de la ciudad e incluso para el país. De hecho, fue el primer frigorífico nacional que se opuso al monopolio inglés.
Se trata de una noble historia que ha atravesado el desierto de las frustraciones. Sin embargo, pese a ese silencio que hoy rodea “al gigante dormido al lado del río”, sus trabajadores siguen defendiendo la identidad que da toda pertenencia afectiva. Cuando se habla de la cultura de un pueblo, la referencia no puede quedar sólo acotada a la labor fecunda de sus poetas y artistas; porque sería quedarse con rasgos incompletos. La historia de sus calles y sus fábricas, de sus barrios y sus vecinos, son partes esenciales de esa identidad que nunca cesa de crecer. El Frigorífico fue en el despunte del siglo XX una cruzada de avanzada y dio los pasos iniciáticos para una economía vinculada con el desarrollo social; que significó el abrazo entre el campo y la industria; que aplicó conceptos que hoy son considerados nuevos como la Calidad Total o la Responsabilidad Social Empresaria. Cómo habrá sido de progresista, que el Frigorífico incorporó a la mujer al mundo del trabajo en igual de condiciones con el hombre, cuando todavía ni siquiera podían ejercer derechos cívicos.
Es necesario decirlo una vez más: los años fundacionales del Frigorífico Gualeguaychú no estuvieron marcados por un mero afán exclusivo de lucro, sino por un genuino compromiso en el esfuerzo de generar una relación más justa y digna entre el capital y las personas.
La crisis en el campo y un mercado concentrador fue el contexto y el desafío que se venció. Fue un 29 de junio de 1923 que se consolidará un hito en la defensa de los intereses de la región: La Sociedad de los Ganaderos había convocado a una convención en Gualeguaychú. Y esa asamblea estaba compuesta fundamentalmente por los productores ganaderos del Litoral. Ese día quedó constituido el denominado “Congreso de los Ganaderos en Gualeguaychú”, cuya presidencia fue asumida nada menos que por Julián Irazusta; y contó con la presencia de productores de casi todo Entre Ríos, de Santa Fe, La Pampa y Buenos Aires, entre otras jurisdicciones e incluso estuvieron ganaderos de la República Oriental del Uruguay, porque también en el otro lado del río se padecían los embates del “trust” inglés.
Ese 29 de junio de 1923 el país posaba su mirada en Gualeguaychú y en las páginas de EL ARGENTINO están marcadas a tinta y pasión aquellas palabras de lucha y compromiso que dijeron aquellos pioneros que sólo buscaban defender la soberanía económica del país y fortalecer la independencia política de la Nación.
El paso del tiempo hoy permite referenciar a ese Congreso de Ganaderos como un antecedente valioso para lo que luego se conoció como “Sociedad Anónima de Abastecimiento Urbano Saladeril y Frigorífico Gualeguaychú”, que se constituyó el 10 de septiembre de 1923 en defensa de la economía regional.
Beltrán Morrogh Bernard, Domingo Carabelli, Ignacio Olaechea, Francisco Troise, Pastor Britos y Julián Irazusta, fueron personalidades clave en aquella incipiente organización. El 17 de enero de 1932 se realizó el primer embarque de carnes argentinas con destino al Reino Unido. Esa fecha marcará otro hito en la historia de la industria nacional. “El gigante al lado del río” como alguna vez editorializó don Ramón Bachini -director de EL ARGENTINO- permitió dar trabajo a miles de vecinos; favoreció a los ganaderos para comercializar con mejores ventajas el fruto de sus esfuerzos; se contó con un lugar propio para la comercialización, faena e industrialización del ganado; e incluso mejoró ostensiblemente las condiciones sociales y la calidad de vida de entonces. “Gualeguaychú era madre de sus propias obras”, otro concepto hecho carne en las editoriales de EL ARGENTINO.
El Frigorífico -orgullo de Gualeguaychú-, se empecina en no abandonar a su comunidad y promete despertar convertido en un gran centro de producción, pero esencialmente, en un conglomerado donde el trabajo noble con la tierra, el vínculo con el deporte, la ciencia y la educación superior son los ejes clave para construir un mejor futuro.
Dos hombres marcados por una misma pasión
A pocos días del 29 de junio, EL ARGENTINO compartió con sus lectores en esa edición del 27 de junio de 2009, la memoria de dos trabajadores de antaño, justamente quienes ofrecieron su testimonio de identidad cultural que se alcanza cuando el trabajo es sinónimo de dignidad, cuando del trabajo surgen convicciones y herramientas para mejorar las condiciones de vida de todos.
La voz de Justo Américo Carrera (93 años, chapa 424, Sección mecánica) y la de Othmar Stierli (94 años, suizo afincado en Gualeguaychú) apagan el silencio que hoy rodea al Frigorífico y transforman esos fantasmagóricos edificios vacíos con otras voces: la de sus recuerdos, cuando todo era faena y todo era orgullo, se indicó en ese artículo.
Dicen que leer en voz baja es como ponerle sonido a la mirada. Tal vez sea así. Ojalá se pueda escuchar.
Justo Américo Carrera
“Me llamo Justo Américo Carrera y nací el 18 de diciembre de 1915 en la zona de Pehuajó Sur. Soy hombre de campo y de trabajo y al Frigorífico ingresé en 1943 y me jubilé con la chapa 424 en el año 1975”.
“Trabajé primero en la sección Grasería y luego pasé a Taller Mecánico. Vivía a 17 cuadras del Frigorífico, en inmediaciones de Molinos San Pablo. Hace poquito, el 5 de mayo (de 2009) llevamos la bandera para que sea de nuevo izada en el predio del Frigorífico. Ese día celebramos el aniversario de cuando se izó por primera vez la bandera nacional”.
“Fue una odisea ingresar al plantel. Entré casi por casualidad. Estaban eligiendo gente y me anoté. En realidad, ya había ´rebotado´ varias veces, porque tenía un físico pequeño. Pero esa vez, la recuerdo muy bien. Tenía 28 años, y esta vez por ser menudito me eligieron, porque necesitaban personal ágil en la sección de Grasería que estaba a cargo de José Maneiro. Fue un sábado y al lunes siguiente ingresé al Frigorífico y ahí quedé hasta que me jubilé”.
“Debo aclarar que el debut laboral fue en la playa del degolladero. El degolladero era un lugar parecido a una rotonda, toda azulejada, y el animal llegaba desmayado y se lo degollaba. Se trabajaba cinco horas y en ese lapso se mataban casi 500 cabezas. Y un compañero me dijo que, si me anotaba con el capataz para completar las ocho horas, podía hacerlo. Y ese mismo día me anoté. El trabajo consistía en desarmar unos cajones. Y como había trabajado con mis padres en el campo con la madera, sabía separarla por medida y por calidad. Y lo hice de manera espontánea, casi por costumbre sacaba los clavos y separaba las maderas por tamaño. Me querían llevar para la Sección de Carpintería, pero al otro día me topé con José Maneiro, que era el responsable de Grasería y me dijo qué estaba haciendo en Carpintería. Entonces Maneiro le dijo al responsable de esa sección que yo era exclusivo de Grasería. Y me dio la orden de que al otro día me presente con él y que no vaya a la playa ni a ninguna otra sección”.
Justo Américo Carrera regresó al Frigorífico el 5 de mayo de 2009 para izar la bandera. “Ese día fue muy emotivo. Las tristezas y las alegrías se mezclaron constantemente. Y pasamos del llanto a la risa de un segundo a otro. Y le llevamos la bandera a la esposa de ´Pechito´ Rodríguez, quien la había izado por primera vez en 1942, cuando se inauguró el área de Acción Social. Esa área fue como el alma del Frigorífico. Los hijos de los obreros y empleados tenían apoyo escolar. Narciso Gallemí fue el gran impulsor de esas tareas, especialmente era el encargado de mantener el parque y el jardín. Y el hijo de Gallemí daba clases de educación física, deportes y vida sana”.
“Recuerdo que cuando venían los barcos a veces se vivía un jolgorio entre los obreros, porque daba orgullo la calidad de la carne que se faenaba. El mundo respetaba al Frigorífico y el Frigorífico era respetuoso de las costumbres de los pueblos. Por eso venían los rabinos exclusivamente a faenar las vacas que se destinaban a Israel, con sus cuchillos especiales y con una ceremonia que todos respetábamos, porque intuíamos que era algo sagrado para ellos. Sólo se llevaban los cuartos delanteros, pero aun así se respetaba esa tradición o costumbre y le asignaban horas especiales y las faenas generales se suspendían hasta que ellos finalizaran las suyas”.
Othmar Stierli
“Me llamo Othmar Stierli, soy suizo, pero también de Gualeguaychú. Nací el 4 de febrero de 1915”.
“Estudiaba en las escuelas de los ferrocarriles suizos. Y ellos tenían cuatro escuelas técnicas para la formación de su propio personal. Al terminar el primer ciclo, teníamos la exigencia de ir al extranjero con el objetivo de perfeccionarnos a través de prácticas y así completar la teoría y regresar a Suiza. A los 25 años viajé a la Argentina, con la idea de quedarme dos años, pero en Europa se desató la Segunda Guerra Mundial y decidí quedarme en Buenos Aires, porque todo estaba convulsionado”.
“En Buenos Aires trabajaba en la misma firma proveedora de las maquinarias del Frigorífico en materia de usina, vapores y sistema de fríos. El Frigorífico ya había contratado al ingeniero Federico Heidr, que era suizo como yo. Y él me contrata como su asistente. Vivía en Buenos Aires y de ese puerto me embarqué hacia Fray Bentos y allí hicimos transbordo en el agua para evitar los trámites inmigratorios y llegué a Gualeguaychú a través del vapor ´Luna´. Siempre por agua. Cuando llegué al puerto de Gualeguaychú me estaba esperando un automóvil del Frigorífico y me llevaron al Hotel Alemán de Felkmann, con quien hice amistad. En Europa había dejado a mis familiares y amigos y extrañaba mucho. En ese entonces, escribíamos muchas cartas porque los temas de la guerra eran muy angustiantes. Puedo decir que tuve dos ingresos al frigorífico: la primera vez por un año y medio y la segunda por seis meses y eso me bastó para sentirme parte toda la vida”.
“En el primer año y medio trabajé en la usina, en la sala de vapor y de frío, entre otras instalaciones. Tenía que recorrer todas las secciones que eran asistidas por vapores y usina”.
Ya casado se traslada a Comodoro Rivadavia (Chubut); luego de radica en Zárate. “Allí estuvimos cuatro años. En Zárate sufrimos lo mismo que hoy pelea Gualeguaychú contra las papeleras: la contaminación. Padecimos los efectos negativos del ácido sulfúrico y una de nuestras hijas se enfermó por esas emanaciones. Decidimos dejar Zárate por esa razón y elegimos Gualeguaychú para asentarnos”.
“Volví a trabajar en el Frigorífico en el mantenimiento de los equipos y estaba un señor de apellido Paganini, a quien yo reportaba. Como director estaba Birabén, quien era un hombre con una visión muy progresista y con una actitud siempre justa de la relación laboral. Tan es así que aquí se ganaba mucho más que en el mejor de los frigoríficos de Buenos Aires. El Frigorífico siempre estuvo atento a las necesidades de cada uno de sus trabajadores. Recuerdo que una vez sufrimos la inundación del 14 de abril de 1940, cuando el agua inundó todo en la sala de máquina. Teníamos la misión de que no se perdiera el frío, porque estaba toda la carne para exportarse a Europa. Hicimos un gran esfuerzo para evitar que el agua llegara hasta las máquinas. Ese día trabajamos con Heidr las 24 horas, sacando el agua y así salvamos de la inundación a toda esa mercadería. Sentíamos que debíamos esforzarnos de la mejor manera, porque era el orgullo de que el Frigorífico pudiera salir adelante pese a esas dificultades”.
“Siempre supimos que nuestro corazón late en Gualeguaychú y en mi caso comenzó a latir gracias al Frigorífico”.