Elisa Zonis, la mujer que lleva bailando diariamente más de 45 años
Por Camila Mateo
Durante la noche del viernes y el sábado, la legendaria profesora de danza presentó la fiesta de fin de año de su instituto y celebró sus muchos años de trayectoria.
A Elisa la conocí en un viaje puerta a puerta, ella venía de disfrutar un fin de semana con sus hijas y de ir al Teatro Colón, y yo venía de una capacitación. No recuerdo cómo fue que empezamos a charlar, pero su historia me llamó poderosamente la atención. Inmediatamente abrí el block de notas del celular, a pesar de que prefiero las agendas de papel, y anoté su nombre para una futura entrevista.
Esta fecha tan especial fue la excusa perfecta que necesitaba para juntarme con ella y contar su historia.
“Mi recorrido en la danza comenzó a los 3 años, siempre fui una nena muy inquieta y me gustaba bailar”, relata Elisa.
En esta dirección, uno de los momentos más importante de su carrera en la danza llegó mucho antes de lo previsto. Cuando Eli tenía 13 años, su profesora Tuchi Turón convocó a sus padres y les dijo que se iba de la ciudad y que quería dejar a su hija a cargo del instituto.
“Tuve unos padres maravillosos que siempre me preguntaron que quería hacer y les dije que sí quería hacerme cargo del alumnado de mi profe de danza”.
A partir de ese momento, la cotidianidad de Elisa dio un giro de 180° y distó mucho de ser la vida típica de una adolescente. Por la mañana se dedicaba a estudiar y hacer deberes, por la tarde asistía al colegio Nacional, orientación comercial. Salía las 17:45 hs y a las 18:00 hs comenzaba a dar clases.
Cuenta que su madre siempre la esperaba con un jugo de naranja exprimido y algo para picar antes de que empezara a cumplir su rol de profesora. Hoy, hasta a ella misma le cuesta pensar en sus alumnas o sus hijas haciéndose cargo de tanta responsabilidad desde tan chicas.
“Se dio tan natural, y yo desde el primer momento lo asumí con mucha responsabilidad. Y mi profe, tuvo una visión tan grande hacia a mí, por eso ella me venía adelantando tantos años en danza”.
Algunas de sus alumnas eran incluso más grandes que ella, sin embargo, siempre la respetaron y varias participaron de la puesta en escena de fin de año celebrada el viernes y sábado.
Así mismo, cuando Elisa tenía 17 años sus padres recibieron otra llamada importante que involucraba a su hija: Tenía el ingreso asegurado en el Teatro Colón. Al igual que cuatro años antes, le consultaron sobre qué quería hacer.
“Yo en ese momento ya estaba de novio con mi esposo y además ya tenía mi corazón en Gualeguaychú porque tenía todo mi alumnado, y nunca tuve un espíritu muy competitivo. Amo bailar, amo enseñar, cada vez que voy al Colón tengo ese sentimiento tan profundo. Pero no tenía ese perfil competitivo, además la brecha entre los de capital y el interior era muy grande, no como ahora. Entonces, les dije que iba a seguir estudiando, perfeccionándome, pero que lo iba a hacer desde mi ciudad”.
En ese entonces, Elisa recuerda que se quedaba en el departamento de su hermano que estaba estudiando en Buenos Aires, y él la acompañaba los sábados hasta el Teatro Colón. Sobre la brecha entre la capital y el interior, menciona que estaba acostumbrada a los modismos de nuestra ciudad y que cuando entraba y saludaba a sus compañeros nadie respondía. “No estaban habituados al ´buenos días´ y ´buenas tardes´ que tenemos acá”.
Otra gran diferencia la notó los días de lluvia: “Una anécdota que siempre la cuento, es que en Gualeguaychú cuando llueve todo se paraliza, entonces yo era chica y llamo desde el departamento donde estaba y pregunto si había clases, porque llovía mucho. Y la secretaría me dice: ´ ¿Por qué me preguntas si hay clases? ´Y yo le digo que por que estaba lloviendo y me preguntó qué tenía que ver”.
Siendo todavía menor recibió una beca para ir a estudiar a una escuela municipal de Mar del Plata, rememora que sus padre la acompaño en el avión y la dejó en la puerta de la casa de la profesora y volvió a trabajar. “No era normal que viajáramos solos en esa época”, señala.
De más grande, Elisa formó su familia y tuvo dos hijas que disfrutan tanto de la danza como ella, pero que profesionalmente eligieron otras carreras.
“Ellas bailaron conmigo desde la panza. Cuando estaba embarazada de la mayor, yo estaba dilatando en el medio de un examen, así que casi nació ahí bailando. Pero yo siempre puse la meta en ellas, como yo tuve la gran libertad de poder elegir lo que quería, de que ellas eligieran lo que les gustaba”.
Sus dos hijas viajaron desde Buenos Aires para poder compartir escenario con su madre y poder conectar con la danza, que ocupa un lugar especial en sus corazones. Elisa trabajó mucho el concepto de familia entre quienes forman parte del instituto, es por eso que la temática de la fiesta de fin de año tuvo que ver eso.
Bajo el lema “Juntos somos una gran familia”, inspirada en la película “Encanto” de Disney, Elisa decidió celebrar sus 45 años de trayectoria formando bailarines y bailarinas. Con más de 250 alumnos en escena hizo brillar el Teatro Gualeguaychú que no tuvo ni una butaca vacía.
Elisa no se imagina su vida de otra forma, dice que es una privilegiada por poder enseñar y bailar todos los días. Diariamente se levanta temprano para hacer su entrenamiento y dar clases.
“La gente me pregunta si me voy a jubilar, y les digo que en algún momento sí, pero voy a continuar bailando hasta que mi físico y mi cabeza me lo permitan, porque es mi vida entera”.