EL DÍA QUE LA CIUDAD EXPLOTÓ DE GENTE
El Indio Solari en Gualeguaychú: A diez años del recital más convocante del rock argentino
Fue un hito, para la ciudad, que recibió más personas de las que vivían entonces, y para la música argentina. Se habló de 180 mil almas, aunque es difícil dar números certeros. La lluvia, el barro en el hipódromo y una noche que quedará marcada a fuego en la memoria colectiva.
Pasaron 10 años de aquella historia. Fue el 12 de abril del 2014 que, en el Hipódromo Gualeguaychú se congregaron miles y miles de almas para adorar a Carlos “Indio” Solari, ex líder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota e ícono vivo del rock argentino.
Fue para la presentación de su cuarto disco solista, “Pajaritos, Bravos Muchachitos”. Por la lluvia, el frío de abril, el barro y las enormes lagunas que se formaron en el predio que está ubicado sobre Avenida Parque, el recital no se pudo disfrutar del todo. Técnicamente tampoco estuvo al cien por ciento, si bien las columnas de sonido eran muchas y gigantes, el viento hizo de las suyas. Pero, la fiesta había comenzado hace varios días en la ciudad del sur entrerriano y ni un huracán iba a detenerla.
Durante la semana previa, Gualeguaychú ya había dejado atrás esa postal pueblerina, para convertirse en anfitriona de quien es, sin dudas, el mayor referente de la cultura rockera nacional. La llegada de colectivos desde cientos de lugares del país fue constante durante la noche antes al recital y el mismo 12 de diciembre.
El Parque Unzué fue el espacio público que se preparó para el acampe y antes del mediodía se transformó en un hormiguero de carpas, colores, gente, banderas y más banderas. Por lo que, quienes llegaron a la ciudad después de viajar 3, 4, 5 o 20 horas, acamparon en las plazas, en la Avenida Parque, en terrenos en desuso, en los patios de las casas preparados para la ocasión o en cualquier lugar apto para descansar, comer, beber y escuchar sin parar uno de los motivos del viaje: la música de Solari.
Un año antes, con la inauguración de los feriados largos de carnaval, Gualeguaychú había recibido a miles de turistas que desbordaron la capacidad receptiva de la ciudad. Pero esto fue mucho más grande, nunca antes había sucedido algo así: fuimos parte, voluntaria o involuntariamente, de la misa ricotera, una suerte de gran comunión en la que se diluyen las diferencias culturales o económicas para consagrarlo a él, al Indio.
El rocanrol del país
Los chaparrones intensos que se registraron durante los primeros días de la semana y que volvieron tímidamente el viernes previo al recital, dejaron lugar a un sol otoñal que alumbró y calentó los cuerpos de quienes, ansiosos, esperaban ya en cielo entrerriano volver a ver a su ídolo.
Cerca de las 19 horas del sábado, el sol comenzó a bajar, de la misma manera que empezó a subir la ansiedad y la emoción de quienes a esa altura eran los dueños de la ciudad. Una columna interminable hacía su ingreso triunfal por la Avenida Artigas, en el acceso sur, la calle más ancha del pueblo, doblaba por Avenida Parque y llegaba a la costanera, para volver hasta el corsódromo, lugar por el que ingresó el público.
Las bombas comenzaron a estallar en un cielo cubierto de nubes y el frío de la noche no fue impedimento para que, una vez más, el Indio Solari deje su marca en otro lugar del mundo, esta vez en Gualeguaychú. Pasadas las 22, las luces del hipódromo se apagaron por completo y unos interminables segundos después, el ex Redondos salió a escena junto a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, su banda, para hacer estallar a la Ciudad del Carnaval.
La Misa India
El show comenzó con "Nike es la cultura" del álbum "El tesoro de los inocentes", para dar paso, luego, al repertorio del disco a presentar. El recital fue histórico, no sólo por la cantidad de personas que se dieron cita, también por quienes acompañaron al Indio arriba del escenario.
Los fundamentalistas formaron con: Gaspar Benegas y Baltasar Comotto en guitarras; Marcelo Torres en bajo; Hernán Arramberri en batería; Alejo von der Pahlen y Sergio Colombo en saxo; Ervin Stutz y Miguel Ángel Tallarita en trompeta y trombón, y Pablo Sbaraglia en teclados.
Pero, cuando sonaron los acordes de “La Pajarita pechiblanca”, sus históricos secuaces de Los Redondos subieron al escenario y miles pudieron verlos por primera vez: El saxofonista Sergio Dawi, el baterista Walter Sidotti y el bajista Daniel “Semilla” Bucarelli entraron junto al cantante y todo fue una fiesta.
La oscura belleza de “Todos a los botes”, la nostalgia de “Nene-nena” se fundieron como en una suerte de collage, con las palabras firmes de Solari, “la memoria sigue viva”, en relación a la permanencia de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo.
Algunas palabras del líder musical alertaron sobre el HIV y la temprana detección a través del análisis, para dar paso a un “agradecido siempre” a la fidelidad de los devotos que permanecían parados como podían sobre un suelo barroso, algunos en muletas, otros sentados a la distancia mientras sus hijos correteaban, entre los perros y las canciones de amores amargos.
La emoción ganó las almas al calor de los himnos de los tiempos ricoteros, “Unos pocos peligros sensatos” y su coreado -gritado- estribillo “Golpe de suerte”, sumado a la posibilidad de disfrutar de la postal de la reunión con sus secuaces ricoteros sobre el imponente escenario.
Bien entrada la medianoche, dos himnos sacudieron las certezas, “Todo un palo” y “Ji ji ji”, con su pogo interminable. El más grande del mundo, dicen. Lo que siguió, ya es historia. Como aquel sábado 12 de abril, una década atrás, cuando Gualeguaychú quedó inmortalizada como la ciudad en la que tuvo lugar el recital más grande de la historia argentina. Dato emocionante para miles, motivo de fastidio para otros tantos e irrelevante para los menos. Pero, más allá de cada postura, existe una realidad irrefutable: el Indio Solari eligió Gualeguaychú y de un tirón la metió en la historia grande del rock argentino.