El derecho a una alimentación sana, segura y soberana
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
El acceder a una Alimentación Sana, Segura y Soberana no es otra cosa que una clara política social con enfoque de derechos.
Al hablar de un enfoque de derechos no implica, como se suele decir, “un beneficio”, “una indemnización” o “una compensación”, sino que es consecuencia de la obligación indelegable del Estado en su rol de garantizar el ejercicio de los derechos con una visión integral e inclusiva.
Quienes se oponen a la alimentación sana, segura y soberana, no se están oponiendo a un “beneficio social” sino a un derecho que es, por definición, universal.
El Plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana (PASSS) fue una decisión valiente por parte de la Municipalidad de Gualeguaychú, teniendo en cuenta el contexto en la que se adoptó cuando se realizó el Primer Congreso en la ciudad en noviembre de 2018. El experto en educación y en biodiversidad, Guillermo Priotto –entre otras voluntades y talentos al servicio del bien común y del interés general- fue decisivo para esta política que se implementó en beneficio de las generaciones actuales y futuras.
Antes del PASSS se puso un límite preciso –y constitucional- a las fumigaciones; luego fue la prohibición –también con la Constitución como respaldo- al glifosato. Y así se promovió el impulsar una alimentación “sana, segura y soberana”, que además replantea el acceso a la tierra, entre otras construcciones que son colectivas.
Martín Roberto Piaggio, que además de responsable del área de Salud, Desarrollo Social y Ambiente de la Municipalidad, es médico especializado en Salud Pública, expuso de manera pública la necesidad de relacionar la salud con la alimentación y estilos de vida. En ese entonces, también se reconoció que con ordenanzas de prohibición de aplicación, acopio y comercialización en el ejido de la ciudad de Glifosato no iba a ser suficiente.
No fueron “corazonadas” sino convicciones científicas defendidas con el corazón.
Y se recurrió a otros saberes: el de Damián Verzeñassi (médico), Jorge Rulli (Grupo de Reflexión Rural), Eduardo Cerdá (ingeniero agrónomo de la Red de Municipios que Fomentan la Agroecología y actualmente director de Agroecología del Ministerio de Ambiente), Damián Marino (científico que estudió la contaminación con agrotóxicos en frutas, verduras, el algodón, pero también en el aire, el agua y hasta la lluvia), Marcos Filardi (abogado especializado en Derecho Ambiental), Miryam Gorban (nutricionista y creadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina), y el ya nombrado Guillermo Priotto, entre muchos otros.
Así, con Rubén “Kika” Kneeteman, se lanzó el Plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana (PASSS) en noviembre de 2018.
Pero, si bien su implementación ha sido una novedad a nivel local y regional, es oportuno recordar que Argentina ya había adherido a distintos Pactos y Tratados Internacionales de Derechos Humanos –todos con rango Constitucional; Art. 75. Inc. 22-; por el cual se puede concluir que el enfoque de derechos (como se indicó al principio) no es otra cosa que activar políticas concebidas de manera proactivas (no reactivas) que permitan superar situaciones graves de exclusión y desigualdad estructural, garantizando a su vez el acceso y ejercicio universal, integral (y progresivo, porque nada es de una vez y para siempre) de los derechos.
Este planteo es el que permite ahondar mejor en el concepto por el cual se aclara que no se está ante un “beneficio”, ni mucho menos ante una “compensación” por las realidades hirientes que genera un sistema económico excluyente, centrado en la ganancia por la ganancia misma y responsable de un sistema de producción que es uno de los mayores responsables de los daños ambientales de la ciudad, la provincia y a escala planetaria. Para decirlo de manera más concreta y citando un ejemplo a mano: la agricultura a escala industrial tal como se la concibe a fuerza de agrotóxicos es uno de los responsables del ecocidio y la exterminación de la biodiversidad.
El PASSS en Gualeguaychú generó -como una necesaria enseñanza- que el mercado no se autorregula y que es una mera quimera toda teoría del derrame. Prueba de ello es lo que se vive en las colonias agropecuarias, donde la concentración en pocas manos es lo que está prevaleciendo.
Por otro lado, el Derecho a la Alimentación claramente es uno de los Derechos Humanos y como tal debe ser concebido como universal (para todos sin excepción); y ello implica que ese derecho no puede garantizarse de manera parcial: para lograr eso se requiere de un Estado promotor de derechos y no un mero regulador de servicios.
Y, además –lo otro que siembra y cosecha el PASSS- es que es de hipócritas hablar del derecho a la educación, sin antes garantizar el derecho a la alimentación y a la salud.
Y como con todos los derechos, antes se debe garantizar el Derecho a la Información y a acceder y disfrutar de los beneficios de la ciencia.
Por eso el PASSS tiene tres ejes primarios: 1) la producción de que sean sanos, tanto para pequeños como medianos y grandes productores; 2) canales de comercialización para que no haya intermediarios parásitos entre el productor y el consumidor; y 3) una difusión que permita entender qué es lo que se está transformando para generar nuevos acompañamientos. Y este tercer punto donde el PASSS más débil se encuentra, lamentablemente.
No obstante, este Segundo Congreso del PASSS que se desarrollará desde el 2 al 4 de noviembre está llamado –como el primer encuentro- a escribir una página en la historia local y regional trascendente: comprender la necesidad de acceder a una alimentación que debe ser sana (con agrotóxicos no se puede producir alimentos sanos); que sea al mismo tiempo un ejercicio de soberanía (los bienes naturales son de todos y nadie tiene derecho a expropiarlos para sí) y ser solidario (consolidando el bien común).
Priotto lo explicó mejor en una entrevista publicada en EL ARGENTINO –antes del PASSS- el 5 de agosto de 2018 (https://www.diarioelargentino.com.ar/n/188026)
“Tenemos que vivir y relacionarnos de otra manera, porque se trata de la conservación de la vida en su potencialidad y en su diversidad. Debería ser algo básico, no máximo. Por eso debemos repensar los modelos de producción en todas sus escalas, porque todo ocurre junto y no hay compartimientos estancos” y completa el concepto: “Una paradoja: hoy nadie se vanagloria por explotar a otro ser humano, pero lo admitimos ante la naturaleza, que la sometemos a nuestra voluntad insaciable y producimos más de lo que necesitamos, pero sin una distribución justa o equitativa. Y esa concepción implica una empresa de altísimo riesgo para la propia supervivencia como especie”.